Por Joseph Siess
EnglishUna lluvia de críticas estalló en la prensa argentina y en los medios tras los absurdos comentarios de la presidenta Cristina Kirchner en Roma del pasado lunes.
La presidenta Fernández se presentó en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y afirmó que el nivel de pobreza en Argentina es “menor al 5 por ciento, y uno por ciento de pobreza extrema”. Luego, el martes, el jefe del Gabinete argentino, Aníbal Fernández, declaró en Blue Radio FM, que a Argentina le estaba yendo mejor que a Dinamarca y Alemania.
Mientras Fernández divulgaba sus estupideces a través de las ondas de radio, rugían las turbinas de aviones llenos de turistas emocionados y empresarios en trajes sobre los pequeños techos y precarias chozas de uno de los barrios más grandes de Buenos Aires.
Detrás de la estación de tren de Retiro, a unos kilómetros al norte del aeroparque Jorge Newbery, la vida bullía en el barrio Villa 31. Los cartoneros daban vueltas, escarbando en los vertederos de basura, y los vendedores ambulantes se concentraban en su trajín diario. Los tendederos cargados de ropa y los ocasionales arrebatones contrastan con el elegante distrito financiero que brilla a la distancia.
La escena en Villa 31 y otros barrios como este, son como el elefante en la habitación, demostrando lo absurdo de los comentarios de Kirchner. Argentina, como país latinoamericano, marcado por la corrupción y desigualdades económicas, se aleja claramente del paraíso kirchnerista que el Gobierno quiere hacer creer que es.
El jefe de Gabinete utilizó el comodín de la “pobreza estructural” para confundir y desviar: “a países como Alemania no les está yendo bien, y además no lo quieren creer, su rango de pobreza estructural está al 20%… No tienes que ser un genio o un espía alemán, todo lo que tienes que hacer es echar un vistazo a las estadísticas que ellos mismos publican”.
La noción económica de pobreza “estructural” supone que los individuos caen a un estado de pobreza como resultado de una falla en el sistema económico, como opuesto a la responsabilidad personal. De acuerdo con la teoría, mientras un individuo puede encontrar la manera de salir de la pobreza, el problema inicial que causó que fuera pobre persiste como una suerte de falla en el sistema, esperando enredar a alguna desafortunada alma en las redes de la miseria.
Uno no necesita ser economista para entender que un país que se niega a proveer o a colectar estadísticas sobre pobreza, reprime el crecimiento económico a través de controles de divisas, y deja de pagar su deuda, es un desastre “estructural”.
Las crecientes “villas miseria” en las afueras de Buenos Aires deben ser elemento suficiente para alertar sobre un crecimiento descontrolado y incontable de la pobreza “estructural”; pero los kichneristas eligen la propaganda sobre el pragmatismo.
El consenso general en las calles argentinas fue de una unanimidad aparente: nadie cree en las descaradas mentiras del Gobierno. Un hombre senegalés que vende Ray-Bans falsificados enfrente de la estación del tren sacude su cabeza y se ríe luego de que le preguntaran su opinión en relación con las declaraciones de la presidenta y del jefe de Gobierno.
Una mujer llamada Virginia dijo que “todo lo que ellos hacen es hablar de la pobreza y de qué tan mala es. Publican todas esas estadísticas y critican la pobreza, pero nadie hace nada”.
“Si ellos en verdad quisieran hacer las cosas mejor, necesitan tener un plan. Menos charla y más acción”, añade Virginia.
Es difícil creer que un país en el cual la mitad de la población gana menos de AR$5.500 (US$458) al mes, no tiene un serio e intrínseco problema de pobreza “estructural”, para usar las palabras del jefe de Gabinete. La última maniobra del Gobierno Central, para mantener su destartalado populismo con estadísticas engañosas, solo lo llevará a su degeneración frente a los ojos de los argentinos y los ojos del mundo.
De hecho, en mayo, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) ha calculado que los niveles de ingresos mensuales que una familia en Argentina requiere para escapar de la pobreza son de AR$6.154 (US$512). Eso da a entender que la mitad de la población argentina está técnicamente en la pobreza.
Un sacerdote, Alberto Barros, en la provincia de Missiones, al norte de Argentina ha afirmado que “ellos usan cifras que son absolutamente absurdas, son peores que una mentira”.
“Una persona no necesita ser profesional o trabajador social para darse cuenta de que la realidad es dolorosa”, dijo. “Hay mucha pobreza, y no estamos como la presidenta dijo, mejor que países del primer mundo”.
Mientras, Cristina continúa alienando a Occidente con el fortalecimiento de acuerdos políticos y económicos con China y Rusia — e igualmente, rechazando consolidar la deuda del país con los holdouts — lo que hace que la situación tienda a complicarse más.
Argentina ya está económicamente aislada de los mercados capitales de Occidente, tensando la cuerda de la economía nacional. Con el default del año pasado y los paralizantes controles de divisas, es solo cuestión de tiempo que la triturante pobreza se vuelva más severa, hasta el punto de que los argentinos tendrán que levantarse y confrontar a la corrupta y engañosa clase dirigente.
Joseph Siess es un periodista y escritor independiente radicado en Buenos Aires, Argentina. Tiene títulos universitarios en Historia y Lengua Árabe de la Universidad de Kansas. Sígalo en Twitter: @JosephSiess.
Traducido por Orlando Avendaño.