EnglishNo tardaron mucho en llegar las noticias al otro lado de la cordillera cuando Michelle Bachelet anunció su intención de completar la tarea que ella y su partido emprenden en Chile con la sanción de una nueva Constitución. Además, el Gobierno chileno ha propuesto reemplazar el financiamiento privado de los partidos políticos por el Estado y la reintroducción de Educación Cívica como materia obligatoria en las escuelas. El país que alguna vez supo ser el faro de la libertad en América del Sur recurre a una batería de nuevas y nefastas políticas, características del socialismo del siglo XXI.
A lo largo de los últimos años, el socialismo del siglo XXI ha generado en las sociedades latinoamericanas una creciente atmósfera de violencia, odio, resentimiento y un brutal fracaso. Los casos de Argentina, Venezuela y Cuba son solo una muestra de esta enfermedad que ha logrado alcanzar a todos los ámbitos, desde el económico hasta el político y social.
Por el poder absoluto
La receta mágica de estos políticos mesiánicos consiste en convertir al Estado, al partido y al líder en una sola identidad donde no hay distinción entre los poderes. No existen los límites: todo esto se concentra en la verticalidad y voluntad del que manda. Suelen usar los recursos estatales como propios, discrecionalmente, y confunden la propiedad privada con la propiedad estatal.
Los líderes, luego de obtener la mayoría de los votos en una elección, creen tener un cheque en blanco para actuar sin restricciones y ejercer el poder de manera ilimitada. Tal es el caso de Argentina, donde la presidenta, Cristina Kirchner, no se cansa de hacer alusión al 54% que obtuvo en las elecciones de 2011 cada vez que debe justificar una nueva medida.
Esta mayoría es la única que puede revelar la verdad y es a la que se recurre frecuentemente para denostar, estigmatizar y perseguir a quienes se oponen a estas ideas o simplemente tienen ideas diferentes. De esta forma, logran crear un clima de constante guerra social en donde el oficialismo lucha contra chivos expiatorios que van mutando de acuerdo a las necesidades del Gobierno.
Crece el corporativismo y aparecen los empresaurios, amigos del Gobierno que transan sobornos, favores y privilegios con el fin de despojarse de toda competencia.
Otra de las estrategias utilizadas en este macabro sistema es el control de la prensa libre. Para ello se comienzan a otorgar privilegios y a malgastar dinero de las arcas públicas, es decir, de los contribuyentes, en propaganda oficial. Por ejemplo, en Argentina, luego de perseguir a la prensa, se intentó regular la publicidad de ciertas cadenas de supermercados. El resultado fue que los empresarios —atemorizados por supuesto— dejaron de publicar sus ofertas de productos y servicios en los diferentes medios.
Entre mercantilistas y empresaurios
Existe también la idea mercantilista en donde el Gobierno se cree con la potestad de determinar qué se debe exportar o importar y deciden aislarse del mundo porque piensan que el país va a prosperar puertas adentro. Crece el corporativismo y aparecen los empresaurios, amigos del Gobierno que transan sobornos, favores y privilegios con el fin de despojarse de toda competencia. Así, el Estado pasa a ser el administrador de la producción y de las recompensas.
El excesivo gasto, producto de la extensión en toda medida del Estado, provoca una constante pelea por los botines de cajas listos para ser apropiados y los cargos públicos que pasan a ser concebidos como lugares para enriquecerse. Los parientes y más allegados al gobernante comienzan a estrechar lazos cada vez más fuertes con el poder para pasar a formar parte de la mafia estatal y, por qué no, constituirse como el nuevo mesías que continuará con el legado del mandatario.
Lo que Chile debiera aprender es que en aquellos países en donde los gobernantes se han aventurado en el socialismo del siglo XXI, la tragedia ha sido completa
Sin embargo, esto podría tornarse en un problema que podría llegar a fragmentar el aparato populista. Tras el mandato del fallecido expresidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007) seguido por el Gobierno de Cristina Kirchner, muchos han entrado en la duda de quién será el próximo sucesor y esto podría debilitar el poder y la confianza en el gobierno en turno.
El fin de la autonomía individual
Por último, el proyecto político de fondo consiste en la creación de personas que tengan la constante necesidad de depender del Estado y para quienes la frustración es una norma. Inyectan odio. Hacen creer que la condición de las personas de ingresos bajos no es más que la culpa de Gobiernos anteriores, quienes se beneficiaron a costa de dejarlos en esas paupérrimas condiciones. Así, cada vez que un nuevo problema político, económico o social asoma, no desaprovechan la oportunidad para culpar hasta a la alineación de los planetas ocurrida el siglo pasado con tal de desligarse de la responsabilidad.
Lo que Chile debiera aprender es que en aquellos países en donde los gobernantes se han aventurado en el socialismo del siglo XXI, la tragedia ha sido completa. Estos experimentos caprichosos han sido más que nefastos para las sociedades. Los gobernantes no se han cansado de cambiar y hacer a medida cuanta regla se ha cruzado en su camino y han hecho de la discrecionalidad una ley. Regímenes como el argentino han liquidado las libertades individuales y humillado la dignidad de sus habitantes a quienes ha convertido en esclavos de este sistema.
Es por ello que se hace necesario retomar el camino del respeto por la República y el Estado de Derecho, para que la división de los poderes, limitándose unos a otros, impida que se corrompan las instituciones, se esclavice al individuo y que las minorías sean aplastadas por la voluntad de una mayoría circunstancial. Para que Venezuela no sea Cuba. Para que Argentina no sea Venezuela. Para que Chile no sea Argentina.
Editado por Adam Dubove.