
English Recientemente emergieron en Texas, Estados Unidos, propuestas que podrían cambiar la corriente de la guerra contra las drogas a en Estados Unidos. A principios de marzo, el representante de Texas David Simpson (Republicano) elevó un proyecto de ley que de manera efectiva legalizaría la marihuana y regularía a la planta de la misma forma que a los cultivos agrícolas.
Simpson opina que todas las creaciones de Dios son buenas.
Lo más notable sobre este proyecto de ley fue la justificación bíblica de Simpson sobre la medida. Simpson opina que todas las creaciones de Dios son buenas, y que la labor del gobierno es castigar a los malhechores, no a usuarios de drogas y a quienes cometen delitos sin víctimas.
Independientemente de su radicalismo y justificación religiosa, este último esfuerzo de Simpson representa un gran avance en el debate nacional sobre la reforma de drogas. Hace 20 años hubiese sido impensable que un político conservador de cualquier sector promoviera la despenalización, y mucho menos la legalización, de la marihuana.
Es probable que el proyecto de ley sea rechazado debido a la naturaleza conservadora de los políticos de Texas. Sin embargo, una cosa es totalmente clara: sobre el uso legal de la marihuana en todo el país surge la pregunta de cuándo, no de si será posible.
Un juego de generaciones
Una tendencia bipartidista hacia la legalización se ha fortalecido en los últimos dos años. Con la legalización en Colorado y Washington en 2012, y recientes iniciativas en Alaska, Oregon, y Washington DC, la opinión pública está cambiando drásticamente, no solo con la marihuana sino en la misma validez de la guerra contra las drogas.
De acuerdo con las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Pew, las opiniones de los votantes sobre la legalización de la marihuana se ha vuelto más favorable en los últimos años, con la generación más joven a la cabeza. 79% de la generación del milenio (definidos como aquellos nacidos entre 1981 y 1996) ahora están a favor de la legalización, en contraposición al 34% de la generación de la misma generación que la apoyaron durante 2006.
Los tiempos definitivamente están cambiando.
Para octubre de 2014, una pequeña mayoría de los estadounidenses (52%) estaba a favor de la legalización de la marihuana, un incremento masivo desde 1969, cuando solo 12% creía que debía ser legalizado.
(…) sobre el uso legal de la marihuana en todo el país surge la pregunta de cuándo, no de si será posible.
Entre la generación del milenio, al menos, la tendencia también atraviesa a los partidos. Alrededor del 63%de los republicanos en este grupo de edad se encuentran a favor, a su vez el 77% de los demócratas apoyan la legalización. Este problema trasciende claramente las líneas partidistas a los ojos de las nuevas generaciones.
Sin embargo, la intervención de Simpson —procedente de los más improbable antecedentes políticos y religiosos— también demuestra que los bastiones de resistencia pueden se transcendidos. La edad e ideología ya no son barreras para el cambio.
Unámonos
Cuestiones de derechos humanos básicos y de buenas costumbres no deben ser objeto de disputas políticas y posturas generacionales. Las víctimas de estas políticas injustas son hermanos, hermanas, padres, madres, amigos y parientes —como tú y yo. Dejando de lado las estadísticas, estas reformas tratan de ofrecer soluciones más humanas a problemas que las políticas de mano dura no han podido resolver desde hace más de 40 años.
Es hora de volver a evaluar esta campaña de cerca de 50 años, que ha costado más de un trillón de dólares, ha alcanzado las tasas de encarcelamiento más altas del mundo, y ha violado libertades civiles en numerosas oportunidades. Un número desproporcionado de jóvenes de minorías étnicas han visto sus vidas completamente destrozadas por la mera posesión de una planta, que no es más peligrosa que el alcohol.
Muchos dólares se han gastado; muchas vidas se han perdido.
Muchos dólares se han gastado; muchas vidas se han perdido; y muchas familias se han destruido para que esta política continúe.
En momentos en que Estados Unidos se encuentra dividido por el partidismo en otros dominios, los datos de sondeo muestran que esta cuestión podría unir al país. Un político de un estado firmemente conservador debe tener valor para presentar un proyecto de ley que vaya en contra de la dirección y las líneas culturales del partido. También se necesita mucho coraje para trabajar con una base bipartidista y asumir grandes riesgos políticos.
Ahora es el momento de desprenderse de las etiquetas partidistas y unirse por una causa humana que puede restablecer la fe en nuestras comunidades, en las instituciones policiales, y en las instituciones políticas. Es hora de poner fin a la guerra contra las drogas.