EnglishTodavía se conservan en la memoria las emociones de entusiasmo y esperanza que el mundo experimentó en 2009. El nuevo presidente, joven y de apariencia relajada, significó para muchos un soplo de aire fresco en un momento en el que casi todos los países veían a Washington como la entidad más intimidante del planeta.
Pero –es momento de admitirlo– eso tuvo mucho que ver con el nivel de impopularidad de su predecesor, George W. Bush, también conocido como “el peor bully del planeta”.
Por alguna razón, el mundo creía que su nuevo ícono pop mantendría sus promesas, pero las que Obama hizo a la comunidad global fueron demasiadas, y sobre todo, muy nobles e ingenuas como para ser cumplidas.
Obama ha fracasado enormemente en cerrar Guantánamo, que es solo uno de los muchos campos de detención de la CIA ubicados en el extranjero. Esto no es un detalle pequeño, sino un problema mayor que convierte a Estados Unidos en una nación donde los Derechos Humanos tienen poca importancia, y la ley es básicamente inexistente.
Al hacer esto, Obama defrauda los loables ideales de los Padres Fundadores. Al ignorar los Derechos Humanos, el presidente Obama le ha fallado al pueblo estadounidense.
Aun así, este tremendo error no evitó que Obama consiguiera un Premio Nobel de la Paz (solo nueve meses después de haber entrado a la Casa Blanca), un honor que él aceptó con “profunda gratitud y gran humildad”.
Es esa misma humildad, presumo, la misma que llevó a nuestro líder pacífico a enviar drones (artefactos aéreos manejados por control remoto y equipados con cámaras, dispositivos para captación de audio y… bueno… misiles) a Pakistán, Yemen, Irak, Afganistán, Somalia y Libia. Es esa gratitud, he de suponer, la misma que podría haber hecho a Barack Obama violar la ley internacional.
Pero, una vez más, ¿qué podemos esperar de un hombre que no respeta la Constitución de su propia nación? Si lo que necesitan es un detalle que les refresque la memoria, aquí tienen uno: la búsqueda y elaboración de perfiles a través del IRS, agrediendo en su Segunda Enmienda al derecho de portar armas, los nombramientos en receso y una reforma migratoria impuesta por orden ejecutiva.
Sin embargo hay una cosa que el Presidente Obama parece despreciar más que la ley o –y esto es sumamente irónico– la paz: son los delatores. Obama ha acusado a más personas de espionaje que todas las administraciones previas combinadas. Y la larga lista del presidente no incluye a Jeffrey Sterling y Edward Snowden, cuyos casos aún están pendientes.
Solo Chelsea Manning fue sentenciada a 35 años en prisión, dado que la cárcel puede tornarse muy difícil si decides hablar.
Gobernar a través de órdenes ejecutivas y encarcelar a aquellos que dicen cosas que tú, por razones poco claras, quieres ocultar, parece ser el tipo de actitud que un cruel Emperador tendría, no un presidente que respeta la libertad.
Presidente Obama, usted espió a uno de los aliados más cercanos a Estados Unidos (Alemania), el cual resultó tener la economía más fuerte de Europa. Presidente Obama, usted mete su nariz en los asuntos internos de Brasil solo con fines comerciales –es decir, usted simplemente no se encuentra con mensajes de una compañía estatal petrolera, ¿o sí? No espere que el mundo confíe en usted cuando es claro que usted no confía en el mundo. O –peor aún– cuando usted no se fía de sus propios compatriotas.
Usted fue un sinónimo de ‘cambio’ y ‘esperanza’, Señor presidente. Pero ser ‘mejor que [el anterior]’ no es suficiente. Lo mínimo que el mundo aspiraba era que fuese ‘correcto’. No obstante, ya es muy tarde para eso.
Priscila Guinovart es docente, bloguera y escritora. Ha vivido en Londres y Santiago de Chile, donde escribió su libro La cabeza de Dios. Una luchadora incansable por la causa de la libertad, vive en su nativa Uruguay desde 2014. Síguela @PrisUY.