EnglishPor Priscila Guinovart
El 1° de este mes, Tabaré Vázquez asumió como presidente de Uruguay por segunda vez, en esta ocasión con Raúl Sendic en la vicepresidencia.
Vázquez, socialista, pertenece a la misma coalición de izquierda (Frente Amplio) que nuestro expresidente y mayor ícono pop, José Mujica.
Sendic, por su parte, es hijo del fundador del Movimiento de Liberación Nacional ‘Tupamaros’, desde el cual (y junto a Mujica) cometió diferentes crímenes en la década de los ‘60, desde robos, pasando por secuestros y llegando al nefasto punto de las ejecuciones.

A pesar de los coqueteos eternos de la izquierda uruguaya con la Venezuela de Chávez (y, por extensión, la de Maduro), el vicepresidente, a sólo dos días de ocupar su cargo, aseguró, en medio de la crisis venezolano-estadounidense, que el gobierno uruguayo no tiene elementos para acompañar la afirmación del mandatario de Venezuela acerca de posibles injerencias externas en ese país.
Maduro no demoró en responder y por un momento, el idilio parecía llegar a su final.
El mandatario de Venezuela hizo referencia, en su cadena televisiva, a “un gran amigo del sur, que tiene un importante cargo en el gobierno” al que “no le constaba la injerencia de Estados Unidos sobre Venezuela” y, en lo que parecía ser una especie de canto de cisne, agregó: “qué vergüenza esa declaración. Estamos agredidos, intervenidos, amenazados y todavía hay gente que dice eso en América Latina”. Con la intimidación típica del tirano, dijo por último: “no dejo pasar una de nadie, sea quien sea. Es la escuela de Chávez. A Venezuela se le respeta”.
El comunicado de Cancillería no pareciese demostrar el sentir de toda la coalición de izquierda que gobierna Uruguay
El momento fue sin dudas tenso. En Uruguay, ya fuese en las calles o en las redes sociales, no se hablaba de otra cosa. Sendic fue ovacionado tanto por los simpatizantes de su partido como por la oposición. Finalmente un gobierno de izquierda le hacía frente a Maduro, y, para nuestra fortuna, éramos nosotros, los uruguayos, sociedad otrora liberal, defensora de las democracias y de los Derechos Humanos.
De más está decir que esta alegría, este orgullo de ser nuevamente paladines de la libertad no duró mucho. Fue el mismo Sendic, en una primera instancia, quien dijo, a pocos días de realizada su polémica declaración, que no creía que hubiese abusos por parte de Maduro en Venezuela y que Uruguay “ha jugado a favor del proceso que encabezó el presidente Chávez”.
La Cancillería, en tanto, dio a conocer su molestia con los dichos de Maduro a través de un comunicado de prensa, conversó con el Embajador de Venezuela e incluso suspendió una reunión extraordinaria de los cancilleres de Unasur, convocada en Montevideo –todo ésto en un marco en el que las ventas desde Uruguay a Venezuela han caído en un 77%, cuando en 2014 la República Bolivariana era el quinto mejor cliente del país rioplatense.
Sin embargo, el comunicado de Cancillería no pareciese demostrar el sentir de toda la coalición de izquierda: la presidenta del Frente Amplio, Mónica Xavier, del Partido Socialista, ratificó una “importante solidaridad al gobierno venezolano” y aseguró que Estados Unidos amenaza la soberanía de Venezuela.
A Maduro le quedan pocos amigos, y pareciese que los que tiene, lo validan mediante amenazas y prepotencia. El mandatario que encarcela opositores, mata presos políticos, asesina y reprime a estudiantes en medio de un delicadísimo contexto de desabastecimiento, pierde popularidad. 70% de los venezolanos quieren que Maduro abandone el poder (Croes, Gutiérrez & Asociados). Si quitamos a los militares y a la policía militarizada, a Maduro no le queda nada.
No. Me equivoco. Tristemente, a Maduro le queda Uruguay.
Priscila Guinovart es docente, bloguera y escritora. Vivió en Londres y en Santiago de Chile, ciudades en las que escribió su libro La cabeza de Dios. Es una ferviente luchadora por la causa de la Libertad. Desde enero de 2014 está radicada en su Uruguay natal. Síguela en Twitter: @PrisUY.