Por Raymundo Cox
El despacho de la reforma educacional desde el Parlamento es una muestra de que el rumbo que está tomando nuestro país es perjudicial y sin una pronta respuesta, los resultados pueden ser nefastos.
Mucho se ha hablado estos meses acerca del fin del lucro, selección y copago, poco se ha hablado de calidad en la educación. Lo grave, sin embargo, no son las carencias que esta reforma conlleva, ni el enfoque que tiene, ni los mínimos problemas que pretende solucionar.
El problema último de esta reforma se encuentra en la misma forma de entender los problemas. El mayor error ha sido arruinar el grueso de las cosas a partir de pequeñas cosas que dentro de todo nuestro sistema educacional deberían pasar inadvertidas.
Sin lugar a dudas, hoy se está legislando no por querer mejorar, sino por abatir contra todo lo que entendían como un error. Esa fue la gran equivocación, si la concepción del problema estuvo siempre errada, poco se podía esperar de una solución propuesta por los mismos.
Aquí se perderá el futuro de los niños; el futuro de Chile. Una generación entera pagará el costo de estos errores
Hoy, se puede dar por manifiesto que la batalla cultural perdida tiene sus consecuencias. Aquí no se va a perder un rápido crecimiento en la economía, aquí no habrá un mayor desempleo, aquí no habrá más parlamentarios, aquí se perderá el futuro de los niños; el futuro de Chile. Una generación entera pagará el costo de estos errores.
No me adentraré en las evidencias de los errores teóricos que tendrá esta reforma, ni en los enmarañados argumentos que se han encargado de desbaratar hasta la última coma de un proyecto construido en el capricho de una ideología reiteradamente fallida.
Eliminar el lucro supone castigar a quien ha logrado generar un beneficio que el resto de las personas ha elegido, voluntariamente, a través de un orden espontáneo. Terminar con la selección significa no permitir que un proyecto especifico se desarrollo como debe, con plena libertad. Poner fin al copago es, sin más, poner fin a que las personas libremente aporten a la educación de sus hijos directamente. El proyecto en sí, tiene muchas más aristas, pero innegablemente las personas y su libertad pierden con un proyecto así.
Lo ocurrido en los últimos meses es el claro ejemplo de la desconfianza que existe desde el Gobierno hacia las personas, no dejando que decidan libremente lo que estimen mejor.
No puedo negar que el sistema educacional que tenemos posea muchas fallas y que deje mucho que desear. Sin embargo, la solución presentada no resuelve estos problemas y abre la puerta a otros que ya tienen luz verde para entrar al sistema.
Los llamados “expertos” han articulado una reforma, que encarna la fatal arrogancia de los políticos, la de creer que saben lo que para cada persona es mejor, cuando evidentemente cada uno sabe lo que es mejor para sí mismo.
Nuestra educación no va a mejorar de la noche a la mañana, menos con un proyecto así. Lo ocurrido en los últimos meses es el claro ejemplo de la desconfianza que existe desde el Gobierno hacia las personas, no dejando que decidan libremente lo que estimen mejor.
Lo que hay detrás de esta reforma son más que unos cambios al sistema. En el trasfondo de estos cambios se encarna un proyecto más largo y mucho más ambicioso, el control total de la educación por parte del Estado, es lo que, dentro de poco, estará en la agenda parlamentaria.
No queda más que esperar que las consecuencias sean lo más leves posibles y que los grandes procesos se dilaten hasta, ojala, tener una propuesta de oposición correctamente estructurada.
La encrucijada en la que entró el futuro de nuestra educación, está lejos de terminar y las ideas que se vienen deberán ser examinadas y pensadas dos veces. La debacle que tanto tememos quienes creemos en la libertad puede estar más cerca de lo que creemos.
Raymundo Cox es analista en el Círculo Acton de Chile