EnglishUna economía paralizada por la ineficiencia y calles azotadas por el crimen han arruinado a Caracas y el resto de Venezuela desde hace mucho tiempo. En el transcurso de los años luego de iniciada la “Revolución”, una corrupción sistémica allanó el camino para que la República Bolivariana sea dominada por el crimen. A medida que el imperio de la ley se convirtió en el imperio de la fuerza, un hombre se erigió supremo: Diosdado Cabello Rondón.
Cabello es mejor conocido como el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, pero también se ganó la reputación como el “Al Capone” de Venezuela y uno de los mayores jefes del crimen organizado en América Latina.
En un país donde las instituciones fallan y las personalidades prevalecen, Diosdado Cabello se convirtió en un elemento esencial del vertiginoso crecimiento de la industria del crimen.
El martes a la mañana, los venezolanos se desayunaron la buena noticia de que autoridades de Estados Unidos habían conseguido a un informante que declarara en contra de Cabello: su propio guardaespalda, el capitán de corbeta Leamsy Salazar. En tanto Salazar empiece a proveer los detalles a los agentes estadounidenses, es importante que el público conozca el tenor de sus denuncias.
Pasando casi desapercibido para los medios tradicionales, Diosdado Cabello cuidadosa y estratégicamente logró posicionarse como uno de los hombres más poderosos —si no el más poderoso— de América Latina. Con una fortuna estimada en US$2 mil millones, Cabello lidera una red criminal internacional dentro de Venezuela que es tan poderosa que chavistas allegados la comparan con la mafia que dominó Chicago en tiempos de Al Capone.
Incluso el finado caudillo Hugo Chávez detectó que su camarada podía convertirse en una amenaza a su reinado, y marginó a Cabello varias veces para mantener a raya su creciente poder. Sin embargo, Cabello siguió acumulando poder con una reputación que conjugaba miedo con adulación; recompensaba generosamente a sus amigos y aplastaba sin piedad a los enemigos. Su jerarquía militar le permitió pasar por varios altos puestos en la burocracia bolivariana, incluyendo la gobernación de Miranda, el ministerio de planificación, justicia, interior, obras públicas y vivienda, así como la vicepresidencia del partido PSUV y eventualmente de la nación.
Cabello trepó rápidamente las filas chavistas mientras construía su imperio criminal que penetró todos los niveles del Gobierno y le dio una enorme influencia por sobre las demás bandas ilícitas en Venezuela. Hoy, la red turbia de Cabello controla la división de inteligencia del ministerio de Defensa, la policía del ministerio del Interior, la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario (SUDEBAN) y el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), presidida por el hermano de Cabello, David.
Ejerce su poder eliminando el riesgo para su actividad criminal mediante el cierre de medios y la compra de otros para que estos pinten la Venezuela que él quiere transmitir. Sin una prensa independiente, y con una policía politizada y un sistema de inteligencia bajo su control, Cabello tiene carta blanca.
En un país donde las instituciones fallan y las personalidades prevalecen, Diosdado Cabello se convirtió en un elemento esencial del vertiginoso crecimiento de la industria del crimen en Venezuela.
El lunes pasado, tres líderes de América Latina —los expresidentes Sebastián Piñera (Chile), Felipe Calderón (México) y Andrés Pastrana (Colombia)— enviaron un mensaje: “Venezuela no te rindas, la libertad viene, está cerca.” Ahora que las autoridades estadounidenses tienen una pista crucial para desmantelar la red de Cabello, es hora de que todos los venezolanos se busquen su libertad.