English La reciente renuncia de la ministra de Salud chilena, Helia Molina, ha causado conmoción en los círculos políticos de su país. Molina tomó la decisión después de su polémica declaración de que algunos cuicos (chilenos de clase alta) llevan a cabo abortos ilegales.
La exministra sugirió que tales ciudadanos, dado su estatus económico, actúan al margen de la ley y pueden hacer lo que quieran. Es una afirmación audaz, si se tiene en cuenta que Chile posee uno de los marcos legales más estrictos del mundo en contra del aborto.
Cuando uno lo analiza con mayor profundidad, estas declaraciones hechas por Molina —y el control de daños realizado por la administración de Michelle Bachelet— son inteligentes maquinaciones políticas, que distraen a la población de aquellos problemas más serios que la afectan. Agregue un poco de retórica de conflicto de clases y tendrá la perfecta cortina de humo política para alterar a las masas.
Esto se asemeja a la estrategia de utilizar asuntos que dividen a la población —como el matrimonio gay y el aborto en los Estados Unidos— para distraer la atención de asuntos cruciales relativos a la economía y las libertades civiles. Desafortunadamente, “la política de siempre” es una dinámica que se reitera en todo el mundo.
Una cosa es cierta: es altamente improbable que haya reformas sustanciales sobre el aborto, dada la parálisis cultural y política que seguramente se enfrentaría.
No obstante, el Gobierno de Bachelet camina sobre arenas movedizas en otros aspectos. Los nuevos impuestos que impuso el Gobierno y las reformas laborales han generado una vasta incertidumbre económica y oscuros pronósticos en la inversión extranjera. En la misma linea, el sindicato de profesores, de la misma coalición que Bachelet lidera, ha protestado en contra de las reformas educativas.
Con su impopularidad aumentando, Bachelet necesitaba algo para distraer la atención sobre ella y sus controvertidas reformas. El incidente de Molina lo logró. No solo desvió la atención, sino que además sirvió como un caballo de Troya para promover una mayor intervención del Gobierno en el sector médico.
El recurso de Molina, la retórica de la guerra de clases, fue un movimiento inteligente para encauzar el sentir público en favor de un enfoque más intervencionista para resolver la “crisis de la desigualdad” en el acceso a la salud.
Molina pudo haber quedado fuera del cuadro, pero definitivamente cumplió su propósito al promover una agenda más intervencionista para Bachelet.
El aborto no es un tema de risa. Me considero a mi mismo pro vida y creo que el Estado y la sociedad civil deberían tomar las respectivas medidas para prevenirlo. Al mismo tiempo, cuando está bastante claro que el marco legal no será modificado pronto, estos recientes desarrollos huelen a motivo escondido.
Los ciudadanos políticamente conscientes deberían ser sabios y mirar más allá de los espejitos de colores que plantean estos temas que dividen a la sociedad y desvían la atención de otros asuntos cruciales que afectan a todos los habitantes y que, en el caso de Chile, podrían derivar en un aumento de la intervención del Estado en la economía y la sociedad civil.
Desafortunadamente, esta es la engañosa naturaleza del Estado. ¡En guardia, ciudadanos!
Traducido por Génesis Méndez. Editado por Adam Dubove.