Por Daniel Birrell
Señora presidenta: «¿Me permitís que […] me preocupe de vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha? […] Habéis conquistado los corazones. Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica […] para celebrar» vuestro triunfo en democracia, con un discurso cargado de un patente y deliberado utopismo.
Señora presidenta: desde la elección de Allende y el posterior quiebre de la democracia, vuestro programa de reformas tributaria, educacional, constitucional, laboral y previsional constituye la mayor amenaza a la libertad que hemos enfrentado en Chile.
Bachelet, con un programa político y un discurso prodigiosamente ambiguos, fue electa con 3,5 millones de votos, es decir apenas algo más de un cuarto del padrón electoral. En consecuencia, empujar reformas radicales es como navegar a toda máquina en el Titanic, de noche, en un mar plagado de icebergs. ¿Fue un discurso demagógico o la retroexcavadora se instaló en La Moneda?
La cincunstancial Nueva Mayoría
El control democrático puede evitar que el poder se torne arbitrario, pero no lo logra por su mera existencia. En nuestro continente tenemos ejemplos patentes de cómo una mayoría circunstancial puede convertir una democracia en un sistema tan opresivo como la peor dictadura. Cuando esta deja de ser una garantía de libertad individual, sus formas pueden muy bien derivar en un régimen totalitario. No carece de peligros concentrarse en torno a la democracia y la igualdad en lugar de defender la libertad como el valor supremo. ¿Quién defiende hoy la libertad en Chile?
En nuestro continente tenemos ejemplos patentes de cómo una mayoría circunstancial puede convertir una democracia en un sistema tan opresivo como la peor dictadura
La democracia cristiana, integrada en la gobernante Nueva Mayoría, busca levantar una línea Maginot para salvaguardar materias que constituyen el núcleo de su ideario. Pero se ha visto sobrepasada en temas tan fundamentales como el derecho a la educación y el rol subsidiario del Estado. Resulta una ingenuidad irresponsable esperar que sus compañeros de aventura respeten una agenda de contención, como queda de manifiesto en su relación cada vez más conflictiva con el Partido Comunista. Su única herramienta de presión es gritar, de vez en cuando: “Señora, ¡me voy!” con la certeza de que, sin ellos, La Moneda sería como una amplia casa acomodada pero sin servicio doméstico.
El expresidente Lagos ha actuado como moderador, tras bambalinas, facilitando acuerdos en la reforma tributaria, y señalando la locura de renunciar a la agenda de concesiones de obras públicas por motivos ideológicos. La Nueva Mayoría genera sus propias redes de contención y sentido común, pero ¿serán suficientes?
Bachelet, con inestable legitimidad
El proyecto de educación gratuita y universal en todos sus niveles puede derivar en un control ideológico de la población. El movimiento estudiantil que dio soporte a esta agenda hoy presenta liderazgos divergentes y carece de unidad. Por otra parte, asoma por primera vez la oposición a la reforma de los padres, apoderados, sostenedores y profesores de los colegios particulares subvencionados, donde estudian más de la mitad del total de escolares.
Este es un hecho político de la mayor trascendencia: Bachelet denunció una “campaña del terror” (financiada por la oscura oligarquía), afrentando así a quienes se oponen a su reforma, y que representan —por simple aritmética— la base de su electorado.
¿Es tan mala la Constitución vigente luego de 30 reformas aprobadas por la propia Concertación? ¿Se puede emprender semejante aventura de pretendida legitimidad, con un mandato no explícito y que representa menos del 30% de los electores con derecho a voto? ¿Se pueden discutir materias de esta complejidad en una asamblea constituyente con olor a Nueva Mayoría? Esta es tal vez la reforma con menor sustento político del Gobierno.
Clima antiempresarial
El denominado súper ciclo de las materias primas se agotó; será necesario entonces un nuevo impulso a la libertad de emprender para mantener el éxito del pasado. Mientras se comienza a instalar la temida reforma laboral, a pocos metros de La Moneda el monumento a Jorge Alessandri (presidente desde 1958 a 1964) advierte: “Sin una economía próspera resultará vana la más avanzada legislación social”.
Al efecto, el presidente de los empresarios agrupados en Sofofa denunció este viernes que “existe un clima antiempresarial en el país” con la presidenta como invitada. Esta se apresuró a poner paños fríos, evidenciando que es a ella a donde apuntan las críticas.
Es un hecho que la inflación está —por primera vez en varios decenios— fuera del rango meta del Banco Central, mientras el índice de actividad económica languidece. El mecanismo de transmisión del descontento son el desempleo y un menguado poder adquisitivo. La inseguridad ciudadana, por otra parte, asoma como otro talón de Aquiles. Es razonable suponer que las encuestas de opinión se volverán crecientemente adversas a la coalición gobernante.
El programa de reformas de Bachelet eleva el riesgo sistémico del país porque supone un equilibrio precario entre medios y fines.
Con certeza el programa de reformas de Bachelet eleva el riesgo sistémico del país porque supone un equilibrio precario entre medios y fines. Pero ello solo se hará patente cuando las cuentas fiscales, políticas y sociales no cuadren, y la economía siga estancada o deteriorándose.
No es posible predecir si en Bachelet primará la cordura y su olfato, o bien el empeño por cambiarle el rostro al país aun a costa de su invencible estrella. Porque ella podría ser la más radical de los reformistas.
La oposición en Chile no está jugando el rol que le corresponde: desarticulada, jibarizada, carente de un ideario y con líderes jóvenes, relativamente inexpertos y sin peso específico. Por otra parte, el expresidente Piñera aspira a la reelección como candidato independiente, opacando así los nuevos liderazgos, pero no parece que esta vez vaya a asumir el rol de estadista que la situación demanda.
Además de Andrés Velasco, exministro de Hacienda de Bachelet, es difícil predecir cómo y quién más hará caudal político en este nuevo escenario. Porque la oposición, hasta ahora, no ha tomado resueltamente la bandera de la libertad.