El jueves 23 de octubre, el Ministerio de Economía y Finanzas de la República Argentina dio a conocer el estado de las finanzas públicas para el mes de agosto. La estampida del déficit fiscal queda a la vista apenas uno se detiene a analizar las diferentes partidas del esquema ahorro-inversión del sector público argentino.
Las finanzas estatales volvieron a arrojar un resultado negativo en el mes de agosto: AR$1.877,20 millones. Así, es el vigésimo cuarto mes consecutivo en el que se registra un déficit fiscal. Si se sumara el resultado financiero acumulado hasta agosto de este año, podría verse que el mismo casi triplica a los valores del mismo período del año 2013.
Desde enero de 2011 hasta la actualidad, únicamente en los dos primeros meses de 2011 y en febrero y agosto de 2012 las finanzas públicas arrojaron un pequeño superávit fiscal. El mayor de ellos fue de $876 millones, en febrero de 2011.
Como se ha venido advirtiendo en los informes de Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) de la Fundación Libertad de Rosario, la permanente expansión fiscal, en su mayoría financiada con emisión monetaria y fondos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), sin abruptas devaluaciones y tarifas públicas deterioradas, han ido perjudicando poco a poco los mecanismos de financiamiento del Estado. En lo que va del año, el Tesoro Nacional recibió aportes del Banco Central por $54.315 millones y de la ANSES por $23.749 millones. Sin embargo, esto no fue suficiente para maquillar el resultado fiscal.
Gastar por encima de los recursos ha sido moneda corriente en Argentina en los últimos 70 años. Entre los 60 países avanzados y emergentes cubiertos por el análisis del FMI que recogió el Instituto para el Desarrollo Social Argentino en su informe, ninguno registra un crecimiento del gasto público tan exorbitante como el observado en Argentina.
Argentina se convirtió en un país donde se pagan impuestos suecos a cambio de servicios africanos.
Se ha llegado a un punto en el que el Estado absorbe casi la mitad del Producto Interno Bruto (46%), situación solo observada en un reducido grupo de países de muy alto desarrollo como Finlandia (58%), Dinamarca (55%), Francia (53%), Bélgica (52%), Austria (51%), Suecia (50%) y Holanda (48%). Cabe destacar que Argentina lejos está en condiciones de ofrecer servicios estatales de calidad similar a la de estos países: Argentina se convirtió en un país donde se pagan impuestos suecos a cambio de servicios africanos. La presión tributaria argentina se convirtió en una de las más altas del mundo.
El Gobierno intenta resolver las incongruencias del modelo con más gasto público, pero como este es a su vez financiado con emisión monetaria, los efectos son más inflación, menos demanda de pesos, más presiones sobre el tipo de cambio y mayores pasivos del BCRA —que luego de inyectar pesos en la economía los esteriliza a través de letras (LEBAC y NOBAC).
En efecto, el Gobierno pretende solucionar los desequilibrios acentuando el origen de los mismos. Esto no genera sino más déficit fiscal. Ergo, los resultados serán cada vez peores, y así lo demuestran las proyecciones económicas 2015.
Otro punto que no debe dejarse de lado es el notable deterioro de la recaudación en términos reales. Con una inflación de casi 41% interanual, como lo ha publicado el Congreso de la Nación, los ingresos tributarios descendieron aproximadamente 4% en comparación al mes de septiembre de 2013.
Así, la recaudación real ha ido disminuyendo a lo largo del 2014 y, a excepción de lo registrado en enero de 2014, las diferencias entre el incremento de la recaudación y la inflación son cada vez más notorias. Esta situación se mantendrá en la medida en que el Gobierno siga financiando el gasto con emisión monetaria, generando inflación y la actividad económica se desacelere aún más.
Como fue señalado por los analistas del CISE, el modelo “Argenzuela” no es para nada exitoso. Con más intervencionismo y más gasto no se saldrá de la crisis. Al contrario, la misma se acentuará.
La pregunta que cabe hacerse entonces es hasta cuándo podrá soportar la economía sin correcciones de fondo. No es políticamente factible que el Gobierno lleve a cabo el “golpe de timón” —tal como enfatizaron autoridades del FMI— que se necesita para estabilizar los precios, generar inversiones y confianza. Se augura un negro futuro para la economía del país.