Por Javier Silva Salas
El próximo 9 de noviembre se conmemorarán 25 años de la caída del Muro de Berlín. Se trata del Día Mundial de la Libertad porque el mundo libre triunfó en el otoño berlinés sobre el totalitarismo socialista sin derramar una gota de sangre.
Recordar al Muro de Berlín implica rememorar esa construcción símbolo del fracaso del socialismo que no solo dividió a los inocentes habitantes de aquella ciudad alemana, sino que también fue la materialización de la que es ahora una frase profética de Winston Churchill: “Desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático, ha caído sobre el continente europeo una cortina de hierro”. El muro ha separado a pueblos enteros que quedaron sometidos bajo la ideología totalitaria expresada en el eufemismo de los “socialismos reales”.
El socialismo no fracasó con la caída del Muro de Berlin, sino mucho antes: su fracaso quedó demostrado en 1961, el año en que comenzara la construcción de este. Su caída simplemente fue el evento que sacó de la oscuridad de la ignorancia a quienes aún creían que la violación sistemática de la dignidad humana era el camino para construir una sociedad sin clases, sometida a la dictadura del proletariado, según las termocéfalas teorías de Karl Marx.
Desde la Revolución Bolchevique que comenzó el 7 de noviembre de 1917, y por 72 años y dos días, millones de personas tuvieron fe ciega en los logros del socialismo, haciendo caso omiso a las hambrunas que aquejaron a los territorios soviéticos en distintos años, los gulags, las restricciones sobre las libertades individuales y todo el sistema de represión que los países bajo el telón de acero desplegaron contra sus ciudadanos.
Sin embargo, para estos fanáticos del dogma socialista, la caída del muro, el inicio del proceso de reunificación de Alemania y, el posterior colapso de la Unión Soviética, fueron la evidencia que les permitió comprobar lo errado de sus convicciones.
Aún cuando desde hace un cuarto de siglo el mundo sabe que el socialismo en cualquiera de sus variantes está condenado al fracaso, nuevamente, millones de inocentes continúan viviendo bajo la sombras de muros de Berlín en Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Argentina, los cuales la historia se encargará también de derribar. Por otro lado, también hay muros en la mente de muchos jóvenes, aquellos que no saben —o no quieren saber— lo que realmente sucedió en Europa oriental durante la Guerra Fría.
Es probable que la efervescencia que vivía Chile en 1989, en los días finales de la consolidación democrática, no permitiera a sus ciudadanos ver en perspectiva la importancia de este hecho. Pero nunca es tarde para aprender del pasado y estudiar este proceso clave que nos enseñó que el miedo crea muros.
La invitación está hecha para meditar este 9 de noviembre, realizar una reflexión sobre nuestra propia realidad y estar alerta ante eventuales muros que estén levantándose tanto en el mundo como en Chile, para oponernos a ellos y evitar que este día se convierta en un simple espejismo en la historia.
Javier Silva es administrador público y tesista de Magíster en Comunicación Política de la Universidad de Chile. En 2013 junto a otros profesionales del Archipiélago de Chiloé inicia el emprendimiento intelectual Ciudadano Austral, donde se desempeña como parte del directorio. Síguelo @Javiersiiva.