Por Michael Edghill
EnglishEl llamado “giro asiático” del Gobierno de Obama ha despertado algo de atención en los últimos años. Mientras tanto, expertos y teóricos están intentando decidir cuál es su significado para las relaciones internacionales. En un intento sutilmente velado para equilibrar la constante —y algo opresiva— expansión de la influencia china, la política exterior de Estados Unidos ha estado enfocada como nunca en desarrollar relaciones con la naciones de la región Asia-Pacífico.
Con una mayor atención puesta sobre Asia, muchos manifestaron su curiosidad acerca de si Estados Unidos descuidará otros lugares.
La pregunta para muchos analistas políticos preocupados por América Latina y el Caribe parecía ser sobre cómo esta región puede ser más ignorada de lo que actualmente ya lo es. Sin embargo, sin causar furor, el Caribe ha comenzado a hacer su propio giro en dirección a Asia, alejándose así de una dependencia casi imperial del hemisferio occidental. Los diferentes Estados del Caribe han buscado activamente, con un considerable éxito, celebrar acuerdos comerciales y de inversión con China.
China correspondió ese interés. Desde la asunción a la Oficina del Presidente de la República Popular China, Xi Jinping se reunió personalmente con los primeros ministros de Jamaica y Trinidad y Tobago. En julio, también anunció la creación del Foro China-CELAC.
La pregunta para muchos analistas políticos… parecía ser sobre cómo esta región puede ser más ignorada de lo que actualmente ya lo es.
Varias naciones caribeñas han estado tan ansiosas de construir una buena relación con los chinos que han hecho concesiones diplomáticas para ganarse su favor. Estas acciones fueron recompensadas; el Gobierno chino le otorgó US$3.000 millones en 2013 a los Estados de la Comunidad del Caribe (Caricom) que apoyan la política “Una sola China”, que rechaza el reconocimiento de la independencia de Taiwán.
La promoción de inversiones, acuerdos comerciales, y estrechas relaciones diplomáticas son suficientes por sí mismas para llamar la atención de los observadores sobre la dinámica cambiante en las relaciones entre la región del Caribe y China. Y esto sin decir nada sobre las inversiones chinas en Cuba y en el canal interoceánico que planifica Nicaragua.
Estas acciones analizadas en conjunto pueden ser representativas de una región que busca simplemente impulsar su suerte económica, o un verdadero cambio en el enfoque regional, dejando atrás a las tradicionales economías occidentales en beneficio de las pujantes economías asiáticas, especialmente China. Esta cuestión puede ser abordada con mayor precisión a la luz del recientemente publicado “Plan Estratégico de Caricom 2015-2019“. Su introducción contiene la visión caribeña sobre el lugar donde la región se encuentra en el contexto global.
El resumen ejecutivo expresa preocupación sobre cómo los Estados del Caricom responderán ante los acuerdos supranacionales que “están transformando la cara de los tradicionales procesos de integración regional” como el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión. Entre las consideraciones importantes para el crecimiento en la región, el informe menciona a las economías que luchan por recuperarse de la crisis económica global y la expectativa de aumento de las tasas de interés.
En la introducción del plan estratégico hay una frase que, en contexto con las acciones en años anteriores, revelan la motivación detrás de todos los acuerdos comerciales, de inversión, y las maniobras diplomáticas:
En medio de una economía mundial cada vez más volátil e impredecible, una redistribución en el equilibrio del poder económico mundial es cada vez más evidente. Es muy probable que China se convierta en la primera economía mundial en los próximos años, seguido por Estados Unidos y las principales economías emergentes: India, Brasil, México, e Indonesia.
Con eso dicho, es evidente que los funcionarios caribeños están cubriendo sus apuestas y desplazando su enfoque diplomático hacia China (quizás hasta también hacia India e Indonesia) en anticipación del cambio en el poder global que ven aproximarse. No sólo es un giro para alejarse de Estados Unidos. Europa ni siquiera es mencionada como parte del futuro comercial y en materia de inversión por la Caricom. Para dejar este punto más claro, tan solo dos páginas después, se puede leer: “Es poco probable que los socios comerciales tradicionales en el mundo industrializado puedan impulsar el crecimiento como lo han hecho en el pasado”.
Europa ni siquiera es mencionada como parte del futuro comercial y en materia de inversión por la Caricom.
Sin hacer un juicio de valor sobre si sus cálculos son sabios o necios, las pruebas sugieren que el Caribe está llevando a cabo su propio giro asiático. Resta por ver lo que esto significará para los socios comerciales tradicionales, y para el futuro de las relaciones diplomáticas entre el Caribe y Estados Unidos, y Europa. Quizás Estados Unidos y Europa se hayan alejado demasiado de sus históricas relaciones comerciales y diplomáticas con América Latina y el Caribe, acercándose a Asia —dejando así un vacío en la influencia global hegemónica a la que estaban destinados a asumir.
En cualquier caso, vale la pena poner atención para ver si la dinámica de las relaciones internacionales siguen siendo muy fluidas entre estos “socios” tradicionales.
Michael Edghil vive en Fort Worth, Texas, y dicta cursos sobre el Gobierno estadounidense y sus relaciones con América Latina y el Caribe. Es un colaborador frecuente en el Caribbean Journal. Síguelo en Twitter: @MichaelWEdghill.