EnglishDespués de cinco años en una prisión cubana, Alan Gross, empleado de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), informa que está perdiendo las ganas de vivir. Gross, un ciudadano estadounidense arrestado en abril de 2009, estuvo involucrado en un proyecto que pretendía abrir el acceso web en la isla, pero se le acusó de intentar desestabilizar al Gobierno cubano y se lo detuvo.
El encarcelamiento de Gross es otra más de las disputas que impiden el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, después de un embargo de 50 años. Su trágica historia es una oportunidad para reexaminar la crisis diplomática entre ambos países, que se ha prolongado durante demasiado tiempo —con muchos malentendidos, reacciones exageradas, secretos y paranoia en el camino.
Los funcionarios estadounidenses son reacios a negociar con los cubanos, quienes arrestaron a uno de sus ciudadanos por motivos que van en contra de los derechos de Estados Unidos a la libre expresión y a un juicio justo. Por otra parte, los funcionarios cubanos dudan de las intenciones estadounidenses a la luz de la controversia de USAID que se filtró en abril.
USAID, bajo el pretexto de promover la democracia en las naciones en desarrollo en todo el mundo, fue criticado cuando medios de noticias informaron que la agencia creó en secreto, una plataforma de redes sociales anónima similar a Twitter para agitar el “malestar social.” Sin embargo, acontecimientos recientes sugieren que la noticia puede haber sido exagerada.
Cuando se trata de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba —una historia forjada con planes golpistas encubiertos, errores burocráticos, y la paranoia de la Guerra Fría— uno lucha para saber en qué creer.
La política de Cuba, congelada en el tiempo
Lo que está claro, sin embargo, es que las relaciones entre EE.UU. y Cuba están estancadas en un túnel de tiempo. El arresto de Gross coincidió con el 50º aniversario de la revolución de Castro. El embargo, establecido en 1960 después de que Cuba nacionalizó industrias con participación estadounidense, ha fallado, ya sea en desestabilizar al Gobierno castrista o en beneficiar al pueblo cubano. Por otro lado, como argumenta José Azel, los 190 países que sí comercian con Cuba no han ayudado a este objetivo tampoco.
Han pasado 50 años, pero nuestras políticas económicas y diplomáticas de ambos lados de la ecuación se han mantenido prácticamente sin cambios. El aislamiento de la era de la Guerra Fría, junto con los embargos comerciales y de viaje, siguen siendo el statu quo. La Asamblea General de la ONU ha adoptado 22 resoluciones consecutivas contra el “bloqueo”. Mientras tanto, Cuba no proporciona indicadores de PIB precisos que permitan una evaluación de las condiciones de la isla.
Desde 2008, el presidente Raúl Castro y su hermano Fidel han apoyado una ligera liberalización en Cuba, incluyendo participaciones minoritarias de empresas privadas en la isla. Tales reformas han incluido un mayor acceso a los bienes de consumo, reducido las restricciones a la propiedad y los viajes, y los derechos de compra y venta de bienes raíces.
No obstante, los agentes inmobiliarios y abogados siguen siendo ilegales, un giro kafkiano en una supuesta reforma. Según Damien Cave, columnista del New York Times, esto se ha traducido en el “capitalismo esposado: mercados competitivos altamente regulados para pequeñas empresas familiares poco calificadas”.
Aunque los medios de comunicación estadounidenses pueden haber reconocido estos cambios, poco ha cambiado desde una perspectiva política. Los funcionarios estadounidenses ven a Cuba como un compañero desagradable, desconfiado y abiertamente hostil. El arresto de Gross le da credibilidad a este punto de vista.
Sin embargo, una encuesta de World Public Opinion sugiere que el 69% de los estadounidenses apoyan el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, incluso si su voz se ve ensombrecida por la oposición de los cubanoestadounidenses de línea dura (PDF, p.2). Aunque estas cifras no son siempre fiables, una amplia gama de datos de las encuestas indican que la mayoría de los estadounidenses apoyan algún tipo de cambio en las políticas.
Otros han argumentado que, independientemente, las reformas democráticas en Cuba, junto con el debilitamiento de sus aliados (como Venezuela), eventualmente conducirán a una relación diplomática entre las dos naciones. Esta parece ser la postura de Raúl Castro, que defiende sus reformas como “lentas pero firmes“.
Restricciones de viaje envueltas en burocracia
El aflojamiento de las restricciones de viaje a Cuba de la administración Obama hacen eco al enfoque “lento pero firme” de Castro. Los viajes turísticos independientes a Cuba están prohibidos, y los turistas se enfrentan a la amenaza de procesamiento penal al regresar a Estados Unidos. La única oportunidad para los viajes turísticos es a través de un puñado de empresas turísticas con aprobación previa, que cobran enormes cantidades para dar la oportunidad de visitar Cuba a un pequeño número de viajeros.
Un viaje típico de una semana de duración cuesta US$5.000 —e incluso así los viajeros tienen prohibido participar en actividades puramente recreativas, como la siempre subversiva visita a la playa. Para viajes de negocios y de trabajo relacionado con la educación, los ciudadanos estadounidenses deben obtener un permiso específico de los funcionarios cubanos y estadounidenses. Una vez aprobado, los visitantes también se enfrentan a restricciones onerosas incluyendo límites de gastos, controles estrictos de activos, y el seguro médico obligatorio de una empresa no estadounidense.
Los gastos detrás de la imposición de estos límites burocráticos son innecesarios, derrochadores, y perjudiciales para la diplomacia estadounidense global. Reclamos de los funcionarios estadounidenses que no pueden apoyar de buena fe una nación autoritaria que priva a sus ciudadanos de los derechos básicos suenan vacíos; nuestro apoyo diplomático y financiero a regímenes autocráticos que sirven a los intereses de EE.UU. prevalece en todo el mundo.
Es revelador que las reformas recientes de lado de Obama, aunque extremadamente limitadas, constituyeron el cambio diplomático más importante entre los dos países en 50 años —aunque su administración sigue considerando los viajes turísticos independientes hacia Cuba como un delito penal. Solamente a los cubanoestadounidenses se les permite viajar libremente hacia y desde Cuba a visitar a la familia y enviar remesas.
Representen al pueblo: Restablezcan las relaciones diplomáticas
Voces provenientes de ciudadanos comunes, las Naciones Unidas y hasta de medios de comunicación, han abogado por el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Una carta abierta al presidente Obama, firmada por 44 defensores de la reforma política y exfuncionarios de Estados Unidos publicada en abril, afirmó que permitir el turismo abierto daría “una mayor libertad a las organizaciones privadas e individuos para servir directa o indirectamente como catalizadores para un cambio significativo en Cuba”.
Pero la burocracia inflada, la paranoia y el excesivamente celoso control estatal en ambos lados vuelven improbable realizar cualquier cambio en un futuro cercano. La retórica del Gobierno cubano sigue siendo en gran medida a sospechosa de Estados Unidos y hostil a sus avances.
La desconfianza mutua entre los dos no es infundada, tal como demuestran la situación de USAID y el posterior encarcelamiento de Alan Gross. Obama se ha negado a múltiples llamamientos para supervisar la liberación de Gross, así como parece tanto negar y aceptar el papel de USAID en la intromisión encubierta en Cuba, todo esto mientras da sustento a los reclamos cubanos sobre el secretismo y la infiltración estadounidense.
Este inútil embargo ha causado muchas tragedias innecesarias, arrestos, muertes y penurias —por no hablar de montañas de dinero desperdiciado. Las reformas parciales significan que el statu quo del secreto y la hostilidad se mantiene. La semana pasada, el abogado de Gross informó que el detenido estaba haciendo arreglos para decir adiós a su esposa e hijos, una situación trágica que refleja los 50 años de política fallida, absurda e inmadura.