EnglishPor Suzanne Schaefer
Burger King, el rey de las hamburguesas, está mudando su reinado de Estados Unidos a Canadá, jugada que motivó a algunos estadounidenses a cuestionar la lealtad de su cadena de comida rápida favorita.
Aunque el restaurante no ha descartado su patriotismo, parece claro que detrás de su mudanza al norte se encuentra el atractivo de unos impuestos más bajos, y, en consecuencia, una mejor atmósfera para administrar su negocio de hamburguesas.
La idea equivocada de que Burger King se ha convertido en un renegado fue popularizada por el presidente Barack Obama, quien apela a un doble discurso para desviar al público del panorama general, un mecanismo para tergiversar la verdad. El doble discurso es común en el lenguaje político, y el presidente Obama no es adverso a recurrir a esta técnica.
En julio, Obama señaló que aquellos que pretenden reubicar el domicilio corporativo a una nación con tasas impositivas más bajas son “desertores corporativos”, y clamó por un “patriotismo económico” por parte de las empresas estadounidenses.
La implicaciones del doble discurso pueden variar, pero en este caso las consecuencias resultan problemáticas para las propias empresas. Más allá de la esfera política, la retórica de Obama se ha infiltrado en el mercado creando incentivos perversos que son dañinos para el comercio y la economía.
En vez de brindar declaraciones vagas y manipuladoras que castigan a estas empresas, Obama debería reflexionar acerca de por qué estos negocios consideran abandonar el suelo estadounidense.
La condena a la “deserción” fiscal está en alza, ya que empresas como Walgreens, Medtronic, Burger King, y otras numerosas compañías han estado, por lo menos, coqueteando con esa práctica. En vez de brindar declaraciones vagas y manipuladoras que castigan a estas empresas, Obama debería reflexionar acerca de por qué estos negocios consideran abandonar el suelo estadounidense.
Conceptos básicos de economía nos pueden dar la respuesta. Aunque la reubicación corporativa puede ser vista como una forma de evasión fiscal, es en realidad producto de una invasión, de la incursión de las garras del Gobierno en los bolsillos de las empresas.
Los impuestos corporativos han estado asediando a las empresas durante años, desde que fueron creados en 1909 en EE.UU. Es difícil evaluar el crecimiento exacto del impuesto a las rentas de las empresas debido a los cambios en la economía, la legislación tributaria, y los criterios para determinar qué es “renta”.
Sin embargo, una vistazo a las tasas del impuesto a la renta corporativa a lo largo de los años deja demasiado claro el gran peso impositivo sobre las empresas de EE.UU.
Teniendo en cuenta los altos impuestos, uno puede fácilmente comprender por qué las empresas optan por la reubicación fiscal. La intervención del Gobierno en la forma de altos impuestos se ha convertido en una preocupación costosa para las empresas, y ocasiona que algunas corporaciones evalúen alternativas.
Cuando Obama dice que estas compañías son “desertoras”, y sugiere que inclinarse ante la voluntad del Gobierno es “patriotismo”, está evidenciando ya sea una grave falta de comprensión de los principios económicos o una preferencia por falsear la verdad.
Tal como escribió el autor británico George Orwell en su ensayo La política y el idioma inglés: “Las palabras democracia, socialismo, libertad, patriótico, realista, justicia, tienen varios significados diferentes que no pueden reconciliarse entre sí”.
Para algunos, un patriota puede ser alguien que renuncia a su país porque ya no defiende los valores que sostenía originalmente. Para otros, un patriota puede ser alguien que se queda en su país independientemente de la circunstancias.
Este tipo de lenguaje suele ser una cortina de humo para promover intenciones ocultas.
Como consecuencia, este tipo de lenguaje suele ser una cortina de humo para promover intenciones ocultas. Orwell continúa: “A menudo se emplean palabras de este tipo en forma deliberadamente deshonesta. Es decir, la persona que las usa tiene su propia definición privada, pero permite que su oyente piense que quiere decir algo bastante diferente”.
Es probable que Obama no ignore las implicaciones económicas de los altos impuestos. Más bien, está intentando quedar bien con Dios y con el diablo. Él quiere que el Gobierno federal pueda recaudar altos impuestos sobre la renta de las empresas, sin que estas se retiren a territorio extranjero. ¿Su estrategia? Emplear el mecanismo del doble discurso, y amenazar ir por el Congreso para prevenir que las empresas busquen establecerse en otra parte.
Y lamentablemente, está funcionando. Ya algunas compañías están frenando sus esfuerzos por saltar del barco por miedo a las represalias políticas. Walgreens decidió no mudar su sede a Suiza después de haber adquirido Alliance Boots, y Medtronic diseñó una ruta de escape en su acuerdo para adquirir Covidien en Irlanda; de ser necesario, ahora pueden comprar la compañía como una corporación local sujeta a los impuestos estadounidenses.
En vez de enfocarse en que es lo mejor para su negocio, las empresas son obligadas a tomar en cuenta las inclinaciones políticas de los líderes del Gobierno. Funcionarios estadounidenses están buscando formas de obstaculizar el proceso de reubicación fiscal, por ejemplo mediante la limitación de acceso a dinero en efectivo en el exterior. Mientras tanto, los países europeos atraen a empresas estadounidenses reduciendo la tasa de sus impuestos corporativos.
Ante estas dos alternativas, cualquier empresa racional escogería la segunda opción, antes que la primera.
Las empresas deben tener permitido reaccionar ante los incentivos de una manera lógica sin interferencia del Gobierno. Más que condenar las inversiones fiscales y amenazar con prohibir mediante decretos o leyes la salida de compañías, el presidente Obama debería considerar qué puede hacer para crear un ambiente más acogedor para los negocios.
Suzanne Schaefer es miembro de Young Voices Advocates y Coordinadora de Campus Senior de Estudiantes por la Libertad en la Universidad de Indiana, EE.UU.