English El pasado martes, el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. (DHS) informó que detuvieron a 192 traficantes de personas e incautaron US$625.000 en ganancias ilícitas del negocio en la frontera entre Texas y México. Esta táctica forma parte de los esfuerzos para frenar la inmigración a Estados Unidos a raíz de la crisis migratoria de niños, que además ha polarizado la retórica sobre la inmigración, impidiendo cualquier enfoque productivo.
Que el DHS se jacte de la captura de estos criminales es, cuanto menos, hipócrita. Son las políticas migratorias mismas de Estados Unidos, y la complicidad en exacerbar la guerra contra las drogas, las causas del aumento de la trata de personas. Esta “represión” apenas se ocupa del problema de la trata, y no hará nada para cambiar el proceso inhumano de la inmigración legal. Combinada con la cruel guerra contra las drogas, la prohibición migratoria obliga a miles de personas a cruzar la frontera en condiciones criminales y potencialmente mortales.
La práctica de usar coyotes, o traficantes pagados, para ayudar a los inmigrantes a cruzar la frontera ha sido siempre parte del oscuro mundo de la inmigración ilegal. En los últimos años, sin embargo, este método se ha incrementado debido al refuerzo de la seguridad fronteriza y el creciente control de las rutas principales por parte de los cárteles de droga. Los patrones migratorios han demostrado en repetidas ocasiones que las restricciones en la frontera no llevarán a un nivel significativo de inmigración inferior. Por el contrario, más inmigrantes recurrirán a medios ilícitos y cada vez más peligrosos para cruzar la frontera.
Según un informe de la ONU publicado en 2010 , el negocio del contrabando de personas recauda US$6,6 mil millones al año. Los inmigrantes pagan entre $5.000 a $10.000 por persona por un coyote que los guíe en la frontera, lo que a menudo implica el pago a funcionarios del gobierno, líderes de los cárteles de drogas y pandilleros. Tomando en cuenta los 57.000 niños que han sido detenidos en el último año tras ser sorprendidos migrando a Estados Unidos desde América Latina, es insignificante la detención de 192 coyotes. Por otra parte, esta “represión” sólo representa el 0,009% de los ingresos estimados del negocio.
Claramente, las detenciones de menos de 200 coyotes no tendrá un gran impacto en la continuidad de la inmigración ilegal. Grupos internacionales de derechos humanos, analistas políticos y periodistas han expresado su preocupación durante años, mientras la reforma integral de la inmigración sigue enfrentando obstáculos y movidas políticas.
El próximo representante líder del Partido Republicano, Steve Scalise (R-LA), afirmó: “la gran mayoría de nuestros miembros quiere resolver esto y lo hace de una manera específica, que aborda directamente al problema.” Sin embargo, la conversación se ha estancado, mientras que los miembros radicales del Partido Republicano están demasiado ocupados discutiendo si los niños inmigrantes son mulas de drogas o terroristas, en lugar de idear soluciones y aprobar los fondos para atender la situación.
La reunión de Obama con los presidentes Salvador Sánchez Cerén de El Salvador, Otto Pérez Molina de Guatemala y Juan Orlando Hernández de Honduras provocó aún más confusión sobre la dirección de la política con respecto a esta crisis. La retórica de la Casa Blanca parece querer a estos inmigrantes en el país y ofrecerles protección, pero en el mismo discurso el presidente Obama promete deportar a los inmigrantes ilegales lo más rápido posible.
Las declaraciones de Obama continúan intentando apaciguar a ambos lados del espectro, confundiendo a todo el mundo: “El pueblo estadounidense y mi administración tienen una gran compasión por estos niños … [pero] tenemos que impedir un flujo continuo de niños que ponen en riesgo a sí mismos”. El presidente dice querer apoyar a estos niños pero los quiere deportar, argumentando que de alguna manera el regreso a sus países de origen sería lo mejor para todos.
Este desordenado sistema es el resultado de la colaboración y la complicidad en varios niveles que crea una vasta red controlada por los coyotes, no por el gobierno federal estadounidense. La propuesta más reciente hecha el viernes por representantes republicanos ridículamente reduce el alcance de la reforma inicial de Obama a menos de un tercio —y nadie espera que gane apoyo alguno.
La ideologización del asunto ha impedido que cualquier solución práctica sea planteada. Mientras tanto, la migración continúa y fomenta múltiples capas de corrupción, abuso e ilegalidad. La ilegalidad fortalece a las redes criminales y debilita la esperanza de una solución. La peor parte es que no tiene por qué ser así.
Mientras los funcionarios del DHS continúen celebrando las deportaciones y se den palmaditas en la espalda por apoderarse del 0,009% de las ganancias de los coyotes, no cambiará la retórica y —por lo tanto— ninguna de las políticas migratorias que tanto daño hacen.