Cuando las cosas se ponen feas en un país, lo último que el Estado quiere es que cunda el pánico. La presidenta de Argentina parece mantener la calma a tan solo seis días del posible default argentino si es que la tercera potencia económica sudamericana no logra pactar un nuevo acuerdo con sus descontentos acreedores, los cuales, reiteradamente, Cristina Kirchner (CK) tilda de “fondos buitre”.
Las creativas “estrategias” adoptadas por el Gobierno parecen no haber dado los frutos deseados. Los “holdouts”, así como el público internacional, pueden ver hoy que el oficialismo argentino no tiene claras intenciones de pagar sus deudas a no ser por medio de su plan de deuda reestructurada, el cual no ha tenido la popularidad esperada. Claro, si uno ha dado en préstamo, por ejemplo, un automóvil, no espera que se lo devuelvan sin las puertas.
Es muy posible que aquellos que la presidenta llama “fondos buitre” no actúen con buena fe de acuerdo a los estándares del Gobierno, pero quién es el Estado para culpar a alguien de no tener buenas intenciones cuando este mismo malgasta fondos públicos incluso cuando sus funcionarios le advierten de los riesgos.
No es justo, ciertamente, que el trabajador pueblo argentino tenga que pagar los platos rotos. Y sería tristísimo ver a Argentina otra vez reducida a su mínima condición, como en 2001. Pero no se puede condonar la ridícula actitud con la cual se maneja el gobierno y las casi cómicas distracciones que cotidianamente presenta al público.
Hace pocos días, el presidente chino Xi Jinping en una visita por Latinoamérica firmó acuerdos con su homóloga argentina, por los cuales el país oriental le hará un préstamo de US$7,5 mil millones.
Posiblemente Argentina tiene cierta credibilidad, pero prestarle dinero a una nación endeudada en varias partes y ponerse en la larga cola de espera para recibir cualquier clase de pago (posiblemente “reestructurado”), no es algo que el pueblo de China vaya a leer con regocijo cuando la noticia figure en sus periódicos.
Pero también es cuestionable el sutil guiño del presidente chino al apoyar una declaración conjunta de reclamo a Gran Bretaña por el reconocimiento de la soberanía de las “Islas Malvinas” como territorio argentino.
No es curiosa la actitud de los estados chino y ruso que, en sus recientes viajes por Latinoamérica, parecerían haber venido a ponerle piedras en los zapatos a sus “enemigos” comprando la amistad de los países latinos.
Tal vez la declaración firmada por Xi Jinping no obtendrá mas que una pequeña reseña en los periódicos y fuentes de información internacionales, pero como decimos en mis tierras: “¿Y esto a qué le viene?”
Asimismo, hacer un préstamo a Argentina contra toda lógica, para muchos podrá lucir como una acción benefactora y bien intencionada, pero también parecería transmitir un mensaje muy sutil: China cree en Argentina mientras que Occidente le da la espalda.
Son esta clase de actitudes que, por ejemplo, promueven las demandas territoriales, las que generan innecesaria discordia y antipatía entre naciones, tal es el caso con la disputa entre Chile y Bolivia.
Pero analizándolo objetivamente, ¿no es toda esta aparente diferencia de intereses el principal causante del sinfín de polarizaciones alrededor del globo?
Y respecto al caso de Argentina y su préstamo chino, me pregunto: ¿Quiénes en Argentina le dieron permiso a la señora Kirchner para hacerse de préstamos de parte de la nación, endeudando aún más a las generaciones futuras?