Hoy se celebra el 238° aniversario de independencia de Estados Unidos.
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La Declaración de Independencia de la nación estadounidense es uno de los escritos más sublimes de la historia:
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.
La belleza de lo escrito por Thomas Jefferson es innegable, quien debería ser reconocido como uno de los mejores autores de prosa de la historia.
Éste es un fragmento de la primera versión impresa de la Declaración, establecida un 4 de julio como hoy. Tres días más tarde, el representante de Virginia Richard Henry Lee presentó una resolución instando las colonias estadounidenses a declarar la independencia de Gran Bretaña.
Estados Unidos empezó su proceso de independencia inspirado por los excesivos tributos a la corona británica, mientras las colonias no tenían ni siquiera representación en el Parlamento de Inglaterra. Conforme pasaban los años y los intereses de ambos países se alejaban entre sí, diversos hechos empujaron a las colonias a buscar independizarse.
Por eso Jefferson empieza tan bello escrito así: “Cuando el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro[…]”, reforzando la idea de voluntaria separación al afirmar que las —en ese entonces— 13 colonias “tomaran entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que entre las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho”. La importante idea que expresa Jefferson es que ¡todas las naciones valen lo mismo!, algo que parecen haber olvidado los actuales políticos estadounidenses.
La siguiente frase es una de las más excelsas creadas por la humanidad: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
¡Poderosa declaración! No hay mejor manera de explicar que los hombres nacemos iguales en derechos, que cada persona goza por su mera condición humana y no porque un gobierno u otra persona se los haya dado.
Jefferson continúa con un pensamiento consecuente a esta idea fundamental: “Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados”. Esto es, los derechos de los hombres existen antes del establecimiento de un gobierno, institución creada para para hacerlos valer, no para imponer o crear nuevos derechos.
Los gobiernos tienen poder debido a los ciudadanos, los verdaderos mandatarios, no la perversa idea de que son las personas en el gobierno quienes pueden dar órdenes sin su consentimiento. Los gobiernos tienen el monopolio de la fuerza, pero abusan de ella si olvidan su verdadera razón de ser, como lo indica Jefferson:
Los gobiernos “derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.
Debido a ello, los ciudadanos tienen toda la autoridad para reformar o abolir un gobierno e instaurar uno nuevo que respete los derechos inherentes a la vida, libertad y búsqueda de la felicidad.
Éstas son ideas que lamentablemente muchos gobernantes han olvidado, como explica el recomendado ensayo del chileno Axel Kaiser, ganador del concurso Caminos de Libertad: “La gran degeneración: el ideal perdido de los padres fundadores de Estados Unidos“.
Es hora de recordarles a los mandatarios cuál es su verdadero papel.