Por Grant Brown
English En Canadá los jueces son muy poderosos. De hecho, nuestra constitución le dá a los jueces poderes en todas las ramas del gobierno. Y se enorgullecen de su lucha contra lo que perciben como desigualdad en conformidad a la Sección 15 de la Carta de Derechos y Libertades de Canadá.
Pero irónicamente, las cortes son un bastión de la amplia y sistémica discriminación que sufre un grupo muy particular en Canadá: Los padres.
En la historia reciente han sucedido cambios sociales sumamente importantes en cuanto a los roles de género. Hace 100 años era raro que una mujer tuviese un empleo fuera del hogar, pero hoy en día esa es la regla más que la excecpión.
El rol del hombre ha cambiado casi tan dramáticamente como el de la mujer. La relación del padre con sus hijos ha ido estrechándose durante las últimas generaciones. Hace 100 años era inaudito que un padre se ocupase de cuidar del hogar y los hijos a tiempo completo, pero hoy en día no es poco común, y entre las familias en las que ambos padres trabajan, los hombres dedican casi el mismo número de horas al cuidado de los niños que las mujeres.
Sin embargo, los resultados judiciales no reflejan esta tendencia. La proporción de madres que obtienen la custodia física y principal de los niños cuando hay separaciones conyugales prácticamente no ha cambiado desde la época eduardiana. Un análisis reciente del Registro Central de Divorcios realizado por Paul Millar, muestra que la probablidad de que una madre obtenga la custodia exclusiva de los hijos es 27 veces mayor a la de que la obtenga un padre.
La tutela conjunta —el derecho compartido de tomar decisiones por los hijos— se ha convertido en la norma en las disputas de adjudicación de custodia, pero la custodia primaria y física es casi siempre otorgada a las madres.
Después de un exhaustivo análisis de la Encuesta Nacional Longitudinal de la Niñez y la Juventud, Millar muestra que los hijos de padres solteros no se desempeñan peor, y en algunos casos se desempeñan mejor, que los niños de madres solteras. Concluye que hay una “desconexión” entre lo que los jueces creen que están haciendo —decidiendo de manera tal que se favorezcan los intereses de los niños— y lo que realmente está pasando en la corte.
El prejuicio judicial en contra de los padres se muestra en el análisis de Millar. Los jueces llegan a verdaderos extremos para sentenciar a favor de las madres, a menudo ignorando o alterando los datos para alcanzar resultados preconcebidos. Nadie puede leer la investigación sobre la muerte del bebé Zachary Turner (asesinado por su madre) y no ver la ceguera voluntaria del sistema legal en cuanto a las falencias de la madre en esta tragedia.
Las leyes de familia se han vuelto tan ilógicas que es posible encontrar un precedente para casi cualquier proposición que favorece a la madre, incluso cuando no tiene ningún sentido. La toma de decisiones judiciales en este campo viola principios básicos al no tomar en cuenta el hallazgo consistente de que los padres pagan el costo de la separación y el cuidado de los niños.
Incluso en el más alto nivel se elude la lógica y la consistencia. La Corte Suprema de Canadá ha sentenciado que las madres tienen un derecho constitucional a la custodia de los hijos y que el padre no tiene derecho ninguno, sólo obligaciones. La contribución más importante del padre es pagar por la manutención del niño.
La razón por la que se promulgan estas parodias se debe en gran medida al “entrenamiento en contexto social” que los jueces reciben en el Instituto Nacional Judicial. A los jueces se les instruye para aceptar “hechos sociales” como la supuesta contribución del divorcio a la feminización de la pobreza, que de hecho tiene poca relevancia para las cuestiones de la custodia individual.
Los estereotipos antimasculinos en las mentes de los jueces se ven exacerbados por el conflictivo sistema legal que pone a los padres uno en contra del otro, en vez de darles incentivos para cooperar en pos de los intereses del niño. Los jueces ni siquiera hacen las preguntas correctas. En vez de intentar descifrar quién es el mejor padre en medio de la neblina de un litigio impregnado de prejuicios, los jueces deberían preguntarse, “¿cómo podemos contribuir a que el niño mantenga una sana relación con las personas significativas de su vida?” Una gran cantidad de investigación prestigiosa en ciencias sociales demuestra que los niños están mejor cuando tienen máximo contacto con ambos padres.
Hace 15 años, un comité conjunto del Parlamento, después de un extenso proceso de consulta, recomendó sustituir las leyes de divorcio por la paternidad igual y compartida. Esa recomendación sigue siendo respaldada por una amplia mayoría de los canadienses.
En Ideología y disfunción en las leyes familiares: Cómo las cortes privan de derechos civiles a los padres (PDF) , publicado el 6 de mayo por el Centro Frontier para las Políticas Públicas y la Fundación de la Constitución Canadiense, Brown muestra por qué los papás están siendo tratados con injusticia y qué se puede hacer al respecto. Este artículo se publicó inicialmente en el Frontier Centre.