Después de 13 largos días de paro y conflicto docente en la provincia bonaerense, la Justicia en lo Contencioso Administrativo ordenó al gremio reanudar las clases para que alrededor de 3 millones de niños comiencen el ciclo lectivo el próximo martes 25 de marzo. Como si fueran enemigos, el actual gobierno —supuestamente progresista— en la provincia de Buenos Aires, encabezado por Daniel Scioli, arremete contra los docentes exigiéndoles “vocación” para que vuelvan a sus trabajos y reclamen desde allí.
Esa “vocación” se la exige a quienes, después de una carrera y años de trabajo, piden al gobierno un salario digno, que supere los actuales 3.600 pesos (US$449) mensuales. Pero ¿la exigimos del otro lado? Supongo que no hay profesión, al menos como la presentan ellos mismos, que se realice con más vocación que la política. Existe un dicho que argumenta que se predica con el ejemplo; pero en el caso de los mandatarios actuales —entendiendo que vocación implica realizar su tarea de la mejor manera posible y cumplir con lo que se promete— el ejemplo no se percibe.
Si bien no están explícitamente “de paro”, el partido de gobierno en la Argentina parecen haber olvidado realizar su tarea con vocación. Lo que les corresponde, como detentores del poder público, es incorporar las demandas de los ciudadanos y solucionarlas. En lugar de eso, funcionarios como el gobernador Scioli, se concentran en manipular la opinión pública en contra de los trabajadores, pidiéndole públicamente al gremio que “haga una reflexión profunda por los chicos, para que vuelvan a las escuelas”. Muchos se escandalizaron tildando a los docentes de “caraduras” por no ir a trabajar y pedir un aumento del 35%, pero ¿qué pretenden en realidad? La ecuación es clara.

El reclamo obedece principalmente a dos razones: la primera es que por muchos años seguidos, el jefe del gremio docente bonaerense SUTEBA, Roberto Baradel, estuvo alineado al gobierno de turno, se mostró sumiso y concretó acuerdos que no se correspondían con la inflación ni aumentaban el salario real de los maestros. Sin embargo, ahora que los vientos no favorecen a los kirchneristas, pareciera ser más inflexible y justiciero que nunca. Baradel ahora reclama los beneficios que por tanto tiempo menospreció.
La segunda razón se resume a simples matemáticas. Sólo en enero y en febrero la inflación acumulada según el organismo de estadísticas oficial, el INDEC, fue de 7,1% y la proyectada para diciembre de 40-50%. La inflación consume día a día los sueldos de los trabajadores y el aumento de 30,9%, simplemente, no alcanza.
Pero, ¿no es en este punto que el gobierno debería ejercer su “vocación” y hacer algo al respecto? Desafortunadamente, la mejor respuesta que se la ha ocurrido al gobierno es un plan de intervención que pretende frenar la inflación, pero lejos de lograrlo, ha incrementado los problemas. La lista de ciento y pico de productos con precios regulados, conocida como “Precios Cuidados”, no sirve: los precios ni están cuidados ni los productos se encuentran.
Además de esto, ha lanzado una campaña que identifican al ciudadano como el responsable de cuidar “el bolsillo”. Y aquí, volvemos al inicio. A cada uno, lo que le corresponde. Maestros enseñar, médicos curar, comerciantes vender y políticos gobernar, es decir, dar respuestas a una sociedad que les confió su poder. En cambio, y casi inauditamente, este gobierno tan nacional y popular exige que los docentes dejen de protestar y vuelvan a las aulas, y los consumidores dejen de quejarse y racionen.
Muy lejos de intentar realizar una apología docente, es necesario admitir que la mala gestión de administrador de este gobierno está detrás de este problema. Con un Estado tan rico como el argentino, donde se malgasta en subsidios o entretenimiento (entre otras cosas), no se entiende por qué, según el Gobierno, no hay fondos para invertir en educación. La realidad es que la educación no constituye una prioridad y más allá de que el aumento fuera de 30, 32 o 35%, lo sustancial es en realidad otra cosa: la debacle económica.
Prediquemos con el ejemplo, cumplamos lo que nos corresponde.