Por: Alejandro Duque
Si algo nos ha enseñado la historia política mundial es que los dictadores, al estar en momentos de relativa paz y dominación, tienden a incrementar las acciones y estrategias para consolidar su régimen totalitario. Sin embargo, en momentos de conflicto y tensión producto de un descontento social, un comportamiento surge entre los tiranos: el llamado al diálogo o negociación.
Estos llamados que surgen para evitar conflicto o para acabarlo, solo incrementan el poder del tirano, su legitimidad como gobernante, y a nivel internacional su imagen como “gran conciliador nacional.”
El diálogo es atractivo, sin duda, porque ofrece la posibilidad de una relativa paz, algo tan anhelado en momentos de largas tensiones sociales. Gene Sharp explica: “Es probable que los demócratas estén especialmente dispuestos a negociar cuando los dictadores evidentemente tienen la superioridad militar y cuando la destrucción, las víctimas y los perjuicios sufridos entre aquéllos ya no pueden soportarse más. Habrá entonces una fuerte tentación de explorar cualquier otra opción que pueda rescatar al menos algunos de los objetivos de los demócratas, a la vez que pone fin a un ciclo de violencia y contraviolencia”.

Nicolás Maduro, sabe esto muy bien. En su papel de dictador, continúa con la estrategia de desgastar física y emocionalmente a las filas opositoras, sin dejar a un lado la carta del diálogo. Desde el 12 de febrero, sobran los llamados a la paz de Maduro, aunque estos no sean genuinos.
Y el problema recae en que el diálogo es utilizado por los dictadores para su legitimación, y no para la convivencia. En el momento en que la oposición se siente junto a la dictadura, será el momento en que ésta última habrá ganado. “Cuando la dictadura es fuerte pero existe una resistencia irritante, puede que los dictadores deseen lograr la rendición de la oposición bajo la cobertura de ‘hacer la paz’”, explica Sharp.
¿Pero, por qué es tan perjudicial legitimar a un tirano que ya está en el poder?
Maduro ya ha demostrado su incapacidad para resolver hasta los más mínimos problemas económicos y sociales; sentarse a su lado solo alargará en el tiempo los males que aquejan actualmente a la sociedad venezolana. Pero más allá de esto, negociar con Maduro implicaría “pasar la página” y dejar atrás la infinita lista de violaciones de derechos humanos, y demás atropellos sobre los ciudadanos. El heredero del chavismo necesita la imagen de pacificador, legitimar su gobierno, recuperar su popularidad, pero sobre todo, prevenir que la ira de las protestas opositoras se contagie a las sus propias filas.

Repetidas veces Hosni Mubarak llamó al diálogo durante la Revolución Egipcia; no obstante, la oposición hizo caso omiso a cualquier oferta de su dictador. De haber aceptado, no lo hubiesen derrocado luego de escasas semanas de resistencia civil. Muamar el Gadafi también llamaba al diálogo en tiempos de guerra, pero siempre acompañado con amenazas: “Dialoguemos, pero sepan que tengo miles y miles de soldados preparados para defender Trípoli”. Días después, el gobierno en su Jamahiriya pasó a la historia.
Todo tirano, llámese Nicolás o Diosdado, llamará al diálogo y a la negociación, solo cuando tenga algo que perder. La única razón por la que el gobierno venezolano permitió a la UNASUR intervenir es porque saben que el bloque obedecerá las ordenes Chavistas, e intentará promover un “dialogo” que sólo beneficiará a la dictadura. Lo último que el tirano negociará son sus cuotas de poder, y lo único que la oposición ganará será la imagen de rendición y sumisión.
Es por eso, que la resistencia civil organizada y pacífica, incapaz de venderse, es la única salida a la tiranía. Sharp advertía que el llamado a negociar sobre elementos tan esenciales para el individuo como lo son las libertades políticas, es solo un intento de las dictaduras para que los demócratas se rindan pacíficamente, y poder continuar así con la violencia de la dictadura.
“En semejantes conflictos, las negociaciones solamente podrán jugar un papel apropiado al final de una lucha decisiva, en la cual el poder de los dictadores haya sido destruido y estén éstos buscando pasaje seguro para llegar a un aeropuerto internacional”, argumenta Sharp.
Esperemos pues que la dirigencia opositora no caiga en la trampa de la negociación, legitimando así la tiranía; y podamos ver en un futuro no muy lejano, la transmisión por Venezolana de Televisión a los tiranos desde el Aeropuerto Internacional.
Este artículo fue originalmente escrito por Alejandro Duque, economista y emprendedor social venezolano.