A partir del 6 de febrero, cuando un grupo de estudiantes fueron arrestados por el gobierno de Venezuela en una protesta en el estado Táchira, se desató una serie de manifestaciones multitudinarias a lo largo de todo el país, que todavía no encuentra fin. El motivo principal se convirtió en protestar en contra del gobierno de Nicolás Maduro. La represión policial y la agresión por parte de grupos paramilitares afines al gobierno no se hizo esperar, dejando cientos de heridos e incluso fallecidos; todo como un fiel reflejo del clima violento que se vive por esos lados.
¿Cuáles son los factores que llevan a producir esta serie de protestas? Escasez de alimentos y productos básicos, inflación, inseguridad, violencia, represión y falta de libertades, sobre todo de libertad de prensa. El conjunto de todos los elementos actuando de manera simultánea llevaron a una situación crítica en la que se ve un acumulado descontento social.
Un gran estudio realizado por María Matilde Ollier llamado “La institucionalización democrática en el callejón: la inestabilidad presidencial en Argentina” realiza un análisis de las condiciones que propician las salidas de los presidentes. Aunque en ese caso particular se aplica a un presidente argentino, un análisis comparado a Venezuela puede responder varias interrogantes con respecto a lo que sucede en el “paraíso socialista”.
Ollier argumenta que cada vez que una democracia con presidentes delegativos — que concentran todo el poder del Estado en su persona — atraviesa contextos críticos, hay tres causas que propician la salida presidencial: una causa motora que equivale a un liderazgo débil del presidente, que se traduce en no poder manejar la situación, y dos causas opositoras, que son la política o causa decisora y la social o causa demandante.
La causa política se genera cuando se crea una oposición que ni apoya al gobierno ni coopera con él, y cuenta con un líder sustituto que podría ocupar un eventual vacío de poder. Mientras que la causa social se da cuando se produce una movilización social heterogénea que protesta contra el mandatario y demanda su salida. Entonces, si la democracia atraviesa problemas, si hay un presidente con débil liderazgo frente a una oposición que ya cuenta con un reemplazante, en medio de una protesta heterogénea contra el gobierno, según Ollier, se crean las condiciones propicias para que el gobernante abandone el poder.
Ahora, llevando la teoría a la práctica vemos que algunos de los factores pueden ser encontrados en la crisis venezolana. En primer lugar, el liderazgo de Nicolás Maduro puede calificarse como débil. Su llegada al poder se produjo por un mandato expreso del fallecido expresidente Hugo Chávez, donde Maduro fue designado como el sucesor de la revolución chavista. Además de esto, el presidente carga consigo una falta de legitimidad de origen — tras unas elecciones cuya transparencia fue dudosa — como una incapacidad para lidiar con la crisis económica, social y política.
Con respecto a la causa política, es decir, la relación con la oposición, en Venezuela hay una gran división entre el partido oficialista (Partido Socialista Unido de Venezuela) y los demás partidos opositores. Sin embargo, el excandidato presidencial de la oposición Henrique Capriles, en un primer momento no quiso meterse de lleno en estas protestas, y de hecho, ni siquiera convocó las primeras manifestaciones. En su lugar, otro dirigente político fue el que impulsó la “toma de las calles” y se convirtió en el líder simbólico de este alzamiento cívico: Leopoldo López. Esta movida no sólo materializó la sospechada división en la oposición, sino que también convirtió a López en un preso político, tras ser arrestado y acusado por el régimen como un desestabilizador.
Entonces, si bien la oposición no apoya ni coopera con Maduro, no hay un sucesor claro tras una eventual salida presidencial.
La causa social o movilización social heterogénea es el último factor que presenta mayores dificultades para consolidarse. Las protestas en Venezuela han estado protagonizadas en su mayoría por clases medias y medias altas. El mayor obstáculo para convertirse en “heterogénea” es incluir a las clases más bajas en su lucha.
Aunque los manifestantes han intentado contagiarles su hervor a través de consignas donde reclaman solución a los principales problemas económicos como la escasez de alimentos básicos, hasta ahora no han tenido éxito. De acuerdo a lo planteado por Ollier, no se podría entonces calificar como movilización social heterogénea porque el reclamo no atraviesa todas las clases sociales del país.
Además de esto, hay dos factores fundamentales que, por ahora, estarían impidiendo la salida. El primero se trata de que gran parte de las Fuerzas Armadas venezolanas son afiliados al chavismo, y aunque presentan divisiones internas, siguen apoyando al fallecido comandante Chávez así como a su sucesor. Para muchos, traicionar a Maduro sería traicionar a Chávez. Por otro lado, tenemos los colectivos armados chavistas — algunos de ellos conocidos como tupamaros — quienes además de atacar e intimidar a los manifestantes, tienen un gran poder en los barrios.
Es evidente que los factores que Ollier explica no están consolidados todavía en Venezuela. Dos de las causas fundamentales tendrían que definirse para que potencialmente se pueda dar la salida de Maduro: La definición de un liderazgo sucesor es necesaria e imposible mientras que la oposición esté dividida, y la suma de las clases más humildes a las protestas. Esto último es especialmente más difícil porque el chavismo ha construido un programa de asistencia social a través del cual capitaliza las necesidades de los pobres a cambio de apoyo político. Todo esto sumado a un control total de los medios de comunicación, que dificulta — si no imposibilita por completo — que se conozca una versión distinta a la del oficialismo. Habrá que esperar y ver los próximos acontecimientos.