EnglishEl reciente cierre de Mt. Gox, que en su momento llegó a ser la más grande plataforma de intercambio de bitcoins del mundo, ha provocado, como era de esperar, un aluvión de titulares estridentes en los medios de comunicación, advirtiendo que el evento presagia nada menos que un fin apocalíptico para la criptodivisa.
Esto es, por supuesto, una consecuencia natural del paradigma institucionalizado que asume axiomática y acríticamente que la dinámica de mercado es una fuerza caótica y socialmente destructiva, sólo suceptible de ser domada por un aparato gubernamental benevolente supuestamente encargado de velar por los intereses del público.
Tomemos, por ejemplo, este titular de Joe Paglieri en CNN Money:
«El sitio de Mt.Gox desaparece, futuro de Bitcoin en duda» (el énfasis es mío).
Es uno de los ejemplos más claros de este fenómeno. La quiebra de un jugador clave en una industria se supone que implica inexorablemente el desastre total para el negocio en su conjunto. Una lógica muy similar a la que surgió del meme «demasiado grande para quebrar», y que sirvió para jutificar los enormes rescates entregados a la industria bancaria durante la última crisis financiera global.
Pero después de leer el cuerpo del artículo queda claro – al menos para cualquier persona con una visión mínimamente coherente de cómo funcionan los mercados y su papel en la evolución de un sistema económico sostenible – que no hay nada en él que garantice una conclusión tan alarmista.
Lo que el artículo sí dice, es que los competidores de Mt. Gox. inmediatamente procedieron a condenar colectivamente las prácticas de la empresa que supuestamente llevaron a su fracaso y ocasionaron la pérdida de los activos de sus clientes:
Esta trágica violación de la confianza de los usuarios de Mt.Gox fue el resultado de las acciones abominables de una compañía, y no refleja la resiliencia o valor de Bitcoin y la industria de la moneda digital.
Por otra parte, Paglieri acepta que «a pesar de que el cierre de Mt.Gox fue inesperado, la montaña de problemas que lo aquejaba no fue ninguna sorpresa», al menos para otros protagonistas de la industria como Evan Rose, presidente de Genesis, empresa de cajeros automáticos de Bitcoin:
La gente que maneja los sistemas en estos momentos no son necesariamente hombres de negocios… En su mayor parte son personas que entraron en este proyecto digital sin comprender el valor o el riesgo del mismo. El ecosistema está madurando, pero es un poco atemorizante para todos los involucrados.
En todo caso, las declaraciones sinceras por parte de ejecutivos prominentes sobre la naturaleza evolutiva de una industria incipiente y su inevitable eliminación de los malos actores, parecen ser señales positivas de que el sector es sano y de que muy probablemente sea capaz de salir relativamente ileso de este lío. (La reciente declaración de Erik Voorhees es también un ejemplo interesante en este sentido.)
Mientras tanto, en Reuters, una nota de Joseph Ax y Karen Freifeld publicada ayer, muestra muy bien cómo funciona el sesgo regulatorio, y cómo puede llegar a ser lo que en última instancia limite el crecimiento y desarrollo de Bitcoin como medio de intercambio viable a una fracción de lo que podría haber sido.
En primer lugar, el meollo de la nota, lo que la hace noticia, es que los clientes de Mt. Gox «puedan tener mala suerte», porque, bueno, puede que no logren recuperar su dinero si la compañía finalmente se declararse en quiebra.
Esto ya muestra qué tan arraigada está la idea de que nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia, sea capaz de asumir la responsabilidad final por lo que hace con su propio dinero.
Lo que es aún más revelador, sin embargo, es que el artículo cita a James Grimmelmann, profesor de la Universidad de Maryland especializado en el marco legal de Internet, diciendo que «los clientes tendrían las mismas vías de actuación judicial que cualquier persona que haya confiado su propiedad a una institución que haya fallado en mantenerla protegida, tales como negligencia, incumplimiento de contrato, o incluso fraude».
En otras palabras, el estado actual de la ley permitiría a los clientes manejar el tema de la misma manera que un adulto responsable manejaría cualquier otro problema relacionado con su propiedad justamente adquirida en el mercado.
Pero para el aparato del estado, por supuesto, simplemente no hay manera de que los adultos racionales y responsables sean capaces de evaluar por sí mismos la calidad de las empresas con las que interactúan: el artículo nos advierte que «el principal regulador bancario del estado de Nueva York está estudiando la imposición de requisitos de licencia para las plataformas de intercambio de bitcoins».
Si finalmente se aplican los requisitos de licencia, estas barreras artificiales a la entrada facilitarán la cartelización de la industria de Bitcoin en manos de unos cuantos gigantes. Y dentro de no muchos años, seguramente éstos serán caracterizados por los medios de comunicación, en términos típicamente orwellianos, como «el resultado inevitable de la competencia sin cuartel imperante en el mercado».
Pero no desesperéis, querido espectador no estatista, o incluso mínimamente racional, de la debacle de Mt. Gox. Hay un montón de contenido en los tubos con una perspectiva libre de amarillismos sobre el asunto, y en línea con la lógica de mercado.
Explorad por vosotros mismos los buscadores, pero permitidme sugerir mis dos piezas favoritas hasta el momento:
«Adiós Muy Buenas Para Mt. Gox«, de Khadim Shubber en Slate:
La muerte de Mt. Gox plantea serios interrogantes sobre cuánto tiempo los defensores de la moneda digital puedan resistir la regulación. Pero también ofrece un rayo de esperanza de que la juventud imprudente de Bitcoin puede que ya sea cosa del pasado.
«¿El Futuro de Bitcoin Está en Duda? Lo Dudo«, de Tom Knapp en c4ss.org:
Si el valor percibido de Bitcoin cae a cero hoy o mañana, todavía habrá sido un éxito rotundo: la prueba de concepto de que una moneda no gubernamental, distribuida, auto-organizada y sin autoridad central, puede funcionar.
Y sí, Bitcoin como tal podría desvanecerse en la irrelevancia a medida que es reemplazada por mejores, más fuertes y más sólidas criptodivisas… las criptodivisas están aquí para quedarse.
¿Por qué? Porque funcionan, porque cumplen varias funciones vitales: no sólo proteger a sus usuarios contra el gobierno y el robo privado, sino también hacer factibles los «micropagos» – el santo grial del comercio por Internet en cosas muy baratas – haciendo que las fronteras se vuelvan económicamente irrelevantes.