EnglishCiertamente el dólar estadounidense tiene un valor y es un patrón mundial importante; sin embargo, no todos los países caen en la locura argentina de la “dolarización”. La realidad es que los argentinos tenemos una relación especial con esta divisa: el dólar se ganó nuestra confianza a través de los años y actualmente, más que nunca, nuestro lazo con él sigue vigente. Sin embargo, creo que este es un fenómeno que no se explica exclusivamente en el dólar, sino que necesita un complemento, es decir, otro elemento para llegar a la comprensión total. La otra parte es el peso argentino.
Históricamente, quien apostó al dólar fue el que ganó. A través del tiempo esta moneda ha sumado valor, en vez de perderlo. El peso, por el contrario, fue consumido por la inflación y el desprestigio, entre otras cosas. Por esto mismo, quizá, nos sentimos un poco aliviados cuando el pasado viernes 24 de enero el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich anunció una leve flexibilización a la prohibición de compra de divisas para atesoramiento, popularmente conocida como cepo cambiario, implementado por el gobierno kirchnerista desde julio de 2012.
Esta nueva contramedida permitirá a los argentinos comprar una cantidad limitada de dólares para ahorro al valor oficial, siempre y cuando cumplan una serie de condiciones. Los usuarios deberán mantener estos dólares en una caja de ahorro dentro del banco durante un año y se les cobrará un 20% más a quienes los atesoren fuera de estas entidades.
Ahora, ¿es ilógico que los argentinos prefieran el dólar cuando el peso se “derrite” y pierde valor todos los días?
Nos vemos obligados a atesorar en dólares porque es la única manera de protegernos contra la inflación. Lamentablemente, el gobierno se aleja cada vez más de las medidas macroeconómicas necesarias para superar la crisis y sigue con un esquema ya conocido: primero negación y luego “medidas parche”.
La inflación fue negada durante mucho tiempo cuando el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC) fue intervenido por el ex Secretario de Comerio Interior, Guillermo Moreno. Las cifras emitidas no se correspondían con la realidad económica de Argentina, y todos sabían que los índices de inflación real y los cálculos y respuestas oficiales estaban basados en estos números de fantasía.
Con respecto a las medidas parche, en enero de este año el gobierno lanzó la lista de “precios cuidados” en la que se establecían 194 productos con precios fijos que no podían ser superados. Ciertamente la inflación no se reduce sólo a esos productos. Esta medida fue impulsada como un bálsamo para crear la sensación de que se estaba haciendo algo y para frenar la explosión de una inflación que crecía día a día.
Ahorrar en dólares es una actitud lógica y esperable en estas condiciones. Nadie dice que sea fácil revertir esta actitud porque, además de lo ya mencionado, debe agregarse el patrón histórico y cultural. Sin embargo, no es imposible. Los argentinos necesitan ver un cambio real y sostenido que les devuelva la confianza en su peso, acompañado de condiciones que propicien elegir el peso sobre el dólar. No necesitan escuchar un discurso que alienta a ahorrar en pesos porque es mejor para la patria. Quizás, el gobierno debería realizar una revisión histórica, dado que el tema del dólar, el peso y la inflación ha sido el causante de las salidas de varios gobernantes.
El dólar es un tema argentino por preferencia. El cepo y la mínima flexibilización no son una solución factible y esto ha quedado demostrado. En lugar de insistir en impedir que la gente no compre dólares, ¿por qué no logran convencer a los argentinos de adquirir pesos porque les conviene y les da más beneficios que atesorar en moneda extranjera? Es un proceso largo pero no intransitable. Ignorar los problemas sólo extenderá el problema y fortalecerá la relación inversamente proporcional entre el Estado y el ciudadano: cuanta más confianza hay en el dólar, menos confianza hay en el gobierno de turno.