Las elecciones del 8-D se realizarán en medio de la ofensiva más amplia y agresiva que se haya desatado en Venezuela contra la actividad privada. Formalmente se trata de una cita para elegir las autoridades locales: alcaldes y concejales. Sin embargo, en medio del ambiente signado por la radicalización, la militarización y el intervencionismo creciente del Estado en la economía, la consulta –que se efectuará en los 335 municipios del país- se convertirá en un plebiscito, en una evaluación del proyecto comunista que se propone adelantar el régimen presidido por el heredero.
Si el Gobierno gana las elecciones en las principales capitales, en los más importantes centros urbanos, y obtiene la mayoría de las papeletas, podrá interpretar ese triunfo como una clara señal de respaldo a los desmanes que viene cometiendo; creerá que cuenta con suficiente apoyo social y político para continuar con las medidas confiscatorias, controladoras y represivas en todas las áreas de la economía. Esos atropellos los ha cometido siendo minoría o, al menos, estando muy mal colocado en las encuestas de opinión. Habrá que imaginarse lo que podría ocurrir si se ve fortalecido por una victoria categórica. Nicolás Maduro se imaginará que sus políticas marchan en la dirección correcta. La presencia de Jorge Giordani, Eduardo Samán y Rafael Ramírez, se tornará aún más determinante. Los ataques no serán únicamente contra los comerciantes, sino contra todos los industriales y empresarios. El giro hacia el comunismo se acentuará.
A Maduro le resultará más sencillo socavar la descentralización y los órganos constitucionales que la soportan: las alcaldías y los consejos municipales. Le será más fácil imponer el Estado Comunal, ese engendro colectivista ajeno a la Constitución y a la tradición histórica nacional, pero muy cercano a la China de Mao Zedong, a la Cuba de Fidel Castro y a la Camboya de Pol Pot.
Distinto será el panorama si la victoria favorece a los candidatos de la unidad democrática. En este caso la mayoría habrá emitido su juicio crítico sobre la escalada de Maduro y sus adláteres nacionales y extranjeros. Habrá dicho que, además de votar por los candidatos que consideraba mejores para ejercer el poder local y ejercer todas las competencias que la ley les confiere, no avala los excesos contra la propiedad privada, el desconocimiento del Estado de Derecho, la violación de la Carta Fundamental, el acorralamiento de la oposición, la destrucción de la democracia y la libertad. Maduro y los cubanos tendrán que asumir que solo impondrán su proyecto hegemónico totalitario sobre la base de una represión continua al pueblo y a su vanguardia política organizada: la MUD.
Para la oposición no resultará sencillo triunfar. De nuevo asiste a un proceso electoral dominado por el desequilibrio. La oposición ha sido casi totalmente invisibilizada por los numerosos medios de comunicación oficiales. Todos los canales de televisión y las radios públicas actúan como agencias de propaganda de los aspirantes del oficialismo. En esos mismos canales, financiados con recursos de los venezolanos, los abanderados de la alternativa democrática solo son mencionados para injuriarlos. En los espacios de las estaciones del Metro más importantes del municipio Libertador, el alcalde Jorge Rodríguez colocó grandes murales que lo promueven. Nicolás Maduro inaugura obras en cadena nacional acompañado por los aspirantes de su opción. Mientras tanto, a Henrique Capriles se le impide viajar en avión para promocionar y respaldar a los aspirantes de la MUD. A su jefe de giras, Alejandro Silva, el SEBIN –sin orden judicial- le hizo una visita de “cortesía” a las 3 de la madrugada en un hotel capitalino. La fiscal Luisa Ortega Díaz no vio nada extraño en esa detención. Formó parte de los protocolos rutinarios de los órganos de seguridad del Estado.
En el marco de esa disparidad, se inscriben las medidas populistas que Maduro dictó contra las tiendas de electrodomésticos y línea blanca, que luego se extendieron a otros comercios. Decretar la reducción unilateral e inconsulta entre 50% y 70% de los precios, en medio de una campaña electoral, además de vulnerar los derechos de esos empresarios, constituye un grosero acto de ventajismo.
La nación que amanezca el 9 de diciembre será diferente dependiendo de dónde se encuentre la fuerza que haya triunfado el día anterior. Si es la democracia la que gana, al comunismo le resultará más difícil instalarse.
El artículo original se encuentra en la página de El Universal.