El pasado domingo 17 de abril, ocurrió algo que se repite todo los años tanto en la capital como en otras ciudades de Chile. Las calles de Santiago quedaron inundadas. Con las lluvias de dos días fue suficiente para volver intransitables muchas de las calles y avenidas de la metrópolis.
A pesar de que es de conocimiento público que las posibilidades de grandes aluviones aumenten en abril y los meses que se aproximan, la limpieza de los alcantarillados y su actualización, fue igual de defectuosa que en años anteriores.
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¡Hay que castigarlos!, se escucha en boca de tanta gente que apunta con el dedo a alcaldes, intendentes y monopolios (concesionarias, como se les llama hoy en día).
Pero, ¿es realmente posible que alguien de la oligarquía castigue a otro miembro de la misma? No es una problema de castigo, sino un total problema de incentivo.
Lo explicaré con un ejemplo. Imagínate que vas con frecuencia a un restaurante debido a su buena comida y servicio. Sin embargo, de un día para otro, el chef comienza a entregar comida cruda o quemada, o quizás el mesero ya no te atiende con la amabilidad y suavidad de antes, o te trae los platos con mucha tardanza.
Lo más probable es que decidas no seguir almorzando en tal restaurante y te vayas a otro. Aquí castigaste al primer local, entregando tu dinero a otro que hace bien la pega (trabajo).
Sin embargo, ¿qué ocurriría en el caso de que estuvieras obligado a pagar por el almuerzo en ese primer local? Esto, independientemente de que te dieran o no un buen servicio, o incluso si fueras o no a almorzar allá. La realidad es que no habría un verdadero incentivo en el dueño del local de corregir lo errores. Incluso si el administrador tuviera la intención de que se diera un buen servicio, los mismos trabajadores negociarían con él algún “arreglin”, y debido a que tiene otros asuntos que atender y los clientes siguen pagando “por ley”, no le dedicaría mucho tiempo al caso.
En este sentido, tal como ocurriría con el restaurante si te obligaran a pagar, es lo que ocurre con la limpieza de los alcantarillados y el centenar de servicios estatales. No existe incentivo a entregar un buen servicio ni tampoco a que miembros de la administración castiguen a quien hace mal su trabajo.
Ahora, ¿cómo crear el incentivo? Hoy en día los impuestos son cobrados por el Gobierno central y redistribuidos. En realidad, los impuestos deberían ser establecidos por las mismas intendencias, o mejor aun, por los mismos municipios. De esta manera, se facilita el castigo por parte de la gente a los administradores públicos, dándoles la posibilidad de vivir o realizar sus compras donde mejor administren los servicios.
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De la misma manera en la que hoy la gente puede escoger en qué municipio renovar su patente (placa) del auto, se buscará incentivar a las municipalidades a ofrecer mejores servicios y productos por un precio más bajo.
Está claro que cambiarse de región o incluso de comuna no es algo que deseamos realizar cada vez que surge un problema. Por otro lado, con esto nacería una verdadera opción de castigo a los burócratas y corruptos por parte de la ciudadanía, dejando en las manos de cada individuo la capacidad de castigar a la autoridad pertinente.