Empezaré por tratar de contarles por qué escribí este texto. Las imágenes quizá sean de las más crudas que he visto en mi vida, y ¡vaya que me ha tocado ver cosas horribles!. Es imposible que la gente fuera de Venezuela me crea aquellas historias de que alguna vez fuimos un país lleno de gente buena y bondadosa, cuando lo que rueda en el mundo entero son las imágenes de un hombre que fue quemado vivo, porque un grupo de salvajes presumió que él había robado a alguien, aunque también se dice que su pareja, en medio de una parea marital, le gritó que la robaba y por ahí empezó todo.
Les cuento, para que no tengan que verlo. El video comienza con un hombre tirado en una acera de Caracas, adyacente a una estación del Metro, en una zona de la capital donde han ocurrido otros cinco linchamientos en las últimas dos semanas. No una zona pobre: En pleno corazón comercial e industrial de la ciudad, en su avenida más larga y concurrida.
El hombre está medio ensangrentado y con las manos en la cabeza. Alrededor la gente murmura “otro que agarraron robando”, mientras unos lo rodean y otros registran con sus celulares lo que sucede. Después de ser golpeado, logra sentarse y balbucear. En su cabeza se ve una herida que sangra; de un lado alguien le rocía un líquido (que ingénuamente pensé que era agua para ayudarle a lavar la sangre), y del otro lado, otra persona le prende fuego.
El supuesto ladrón se retuerce en el piso y logra ponerse de rodillas. Grita mientras su cabeza arde en llamas. El circo sigue a su alrededor hasta que alguien le sofoca el fuego con una chaqueta, pero el daño ya está hecho. Su cabeza quedó completamente calcinada.
Mi preocupación es que este caso no es el primero y obviamente no será el último, porque unos días antes de este, le ocurrió lo mismo a otros dos “ladrones”. Los episodios de linchamientos se han vuelto parte de la cotidiana violencia que padece Venezuela, a consecuencia de la impunidad que carcome el sistema de administración de justicia.
Supongamos que ese hombre al que quemaron realmente cometió un robo. Sin embargo, el tipo que lo prendió en candela, el que lo roció y todos los que vieron aquel episodio sin evitarlo, son tan delincuentes como puede ser él o cualquiera de los que han sido linchados. No hay justificación alguna para que estos hechos ocurran.
¿Con qué moral un mototaxista -que fueron los que quemaron vivo a la persona de la foto- demanda respeto o justicia para un tipo que supuestamente robó a alguien, cuando ellos son pieza fundamental del malandraje y la anarquía de las calles en Caracas?
Sabes que tu país está muy mal cuando a nadie le extrañan ni le conmueven estos episodios. El chavismo y sus 17 años de anarquía convirtieron a Venezuela en una selva llena de gente indolente y con miedo; llena de rabia y agresividad. No sólo son linchamientos, son saqueos, son peleas, son agresiones verbales, son atropellos todo sucede “porque me da la gana” o “porque puedo”. No son todos, pero sí son muchos.
Por un lado, nadie es capaz de ver más allá de sus propias necesidades y por el otro, cualquiera se siente con autoridad de hacer justicia por mano propia, ante la mirada complaciente de todos los que, por omisión, avalan que la barbarie se repita cada día, con una víctima distinta.
Los reiterados episodios de linchamientos motivaron a un grupo de Organizaciones No Gubernamentales a pronunciarse al respecto, para exigir a las autoridades la implementación de políticas públicas que garanticen la seguridad ciudadana y el respeto a los derechos humanos. Advierten un quiebre institucional en el país que genera más violencia de la que ya tenemos.
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Hablar de Venezuela me produce una serie de sentimientos que muchas veces me dejan conteniendo el llanto. Ya no es tan fácil hablar de las bondades de mi tierra, de sus innumerables virtudes y sus lugares hermosos, cuando es su gente quien la tiene destruida. Me asombra la maldad, la indolencia y la pasividad con la que nos acostumbramos a la violencia. Quizá sea también un modo de supervivencia, pero ese círculo de que “no me importa hasta que no me toca” se hace cada vez más pequeño.
No se trata de un Gobierno, sino de personas sin cordura. A esa también la lincharon. Se trata de gente que sobrevive al caos pero que se llena de maldad y resentimiento. Crece la barbarie y la saña. Habrá uno, dos y 100 linchamientos más, en Caracas y cualquier otro lugar del país, y tampoco pasará nada. Serán el comentario desafortunado de algún momento del día, pero su relevancia se diluirá entre la premisa de buscar la comida, las medicinas, un apagón o la sequía extrema.
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Para los políticos de un lado la prioridad es cualquiera, menos la recuperación de la sociedad. Para los otros la meta es profundizar el caos lo más que se pueda. La cosecha de los últimos 17 años es pura destrucción. Nos toca esperar un largo rato, porque para cambiar nuestra gente, tenemos que comenzar por educar a esos niños que ahora nacen con el futuro más incierto.
Quizá nunca fue buena idea sembrar en la sociedad venezolana aquella práctica de la quema de Judas, al finalizar la Seamana Santa. Antes ardían muñecos con caras de políticos irresponsables, pero ahora, cada semana arden aquellos que se equivocan y que caen en manos de los bárbaros que se creen con más derechos y con más moral para sancionarlos.
El lunes fue un supuesto ladrón, pero vaya con cuidado, porque con lo agresiva que está la gente, quizá a usted también lo quemen por tropezar a otro o simplemente por pensar distinto… ¡Lo veo venir!