El pasado 4 de febrero se conmemoraron varios eventos a nivel mundial. En América del Sur, el gobierno de Venezuela “celebró” el 22° aniversario del intento de golpe de estado que Chávez perpetrara contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992. Paralelamente, y a nivel mundial, millones de personas acompañaron el festejo de los 10 años de la creación de la red social Facebook.
Son dos hechos que, quizás, no encontremos relacionados entre sí. Pero, personalmente, creo que cada uno representa distintas visiones del mundo: el Estado venezolano y Facebook son dos organizaciones que han escogido abrazar distintos valores, y consecuentemente, dos formas de gobernanza totalmente distintas. Bien lo señalan desde Google: “Internet es libre: ningún gobierno, usuario u organización controla la Web”. Mientras la gobernanza de Internet se basa en la ausencia total de centralización del poder – y más bien en su atomización –, Estados como el venezolano continúan su avance en el sentido opuesto.
No intento realizar un análisis maniqueo pero, al fin y al cabo, para analizar nos vemos obligados a generalizar un poco. Es conveniente entonces realizar algunas salvedades: sí, la creación de ambas organizaciones y sus objetivos difieren completamente, además de estar hablando de distintos momentos históricos. Pero precisamente, el momento histórico es lo que marca el progreso o retroceso de estas organizaciones.
Facebook promueve un mundo libre e interconectado. Con sus fallas, obviamente: por ejemplo, es cierto que tiene “problemas” en materia de privacidad. Hay algunos que ven con recelo la falta de control total sobre las publicaciones que nos involucran en la web. Pero la verdad – y aunque el tema merezca otro análisis independiente – es que hemos llegado a un mundo donde el flujo de información llegó a tan elevados niveles, y donde tenemos tanta ansiedad y medios para compartir nuestras vidas, que Facebook e Internet en general no representan un “problema de privacidad”: están solo adelantando un cambio de paradigma en lo que respecta a la intimidad. Y los cambios asustan.
Facebook es un ejemplo entre muchos, un producto alcanzado por una generación de personas y organizaciones que han abrazado la libertad – quizás sin ser conscientes de ello – como eje de sus innovaciones. Una generación que ha provocado tal avance tecnológico que cambió la forma en la que los humanos nos comunicamos. Quizás no somos muy conscientes de ello actualmente, pero ¿qué tantas posibilidades teníamos hacía diez años de enviar un mensaje hasta el otro lado del planeta, que llegara de forma inmediata y que fuera respondido sin generar mayores costos a su emisor y receptor?
Estos avances tecnológicos nos han permitido ver qué tan vasto es el mundo y conectarnos con otras realidades. Y eventualmente, la tecnología nos permitirá también entender que ningún Estado tiene ni la capacidad ni el derecho de impedir que nos relacionemos entre seres humanos.
Porque, más allá de este nuevo paradigma que se avecina, existen todavía aquellos hombres que creen que la coerción sirve para alcanzar el desarrollo. Y existen todavía quienes creen que pueden modificar la historia para que ésta respalde sus acciones, como si la supresión de la libertad pudiese estar alguna vez justificada.
Entre los hombres que avalan estas ideas, los que forman parte de los Estados son los que más nos afectan. Se han hecho con el poder para controlar nuestras vidas y lo han legitimado peligrosamente. Adicionalmente, vemos en la actualidad movimientos que buscan avanzar aún más con dichas ideas de control estatal.
Ideas populistas como las que mantienen en el poder – sea a través de los medios que sea – al gobierno de Maduro en Venezuela, al de Cristina Fernández de Kircher en Argentina o a Rafael Correa en Ecuador, donde somos personas en tanto somos parte de nuestra Patria. Ideas basadas en aquellas que permitieron a personas como Fidel Castro gobernar por 50 años. No pretendo con esta crítica exonerar al resto de los Estados de los males que generan, pero en otros lugares del mundo occidental creo que aún quedan vestigios del significado de la expresión derechos individuales.
Junto a estos “líderes” – que más que líderes son caudillos –, aún hoy existen quienes creen que pueden utilizar la ingeniería social para hacer funcionar las relaciones humanas. Frente a ellos, la ventaja del liberalismo siempre ha sido reconocer y propugnar que los humanos desarrollan sus relaciones de forma voluntaria, y que esto es lo natural. Son las ideas intrínsecas en la teoría del orden espontáneo, a la que Friedrich Hayek dedicó más páginas que otros autores.
A pesar de estas personas, que siguen creyendo que pueden imponer ideas, el mundo avanza, porque no hay otro progreso posible que no sea en libertad. Tarde o temprano, se aprenderá que no existe tal derecho a la coerción y cuando lleguen esos tiempos, los dictadores serán recordados como tales y no habrá revisión histórica que pueda exonerarlos.