El pasado lunes, los Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE) se reunieron en Bruselas para discutir temas de política exterior comunitaria. Si bien la expectativa de la reunión era que los ministros derogaran – con una obligatoria unanimidad – la Posición Común que la UE mantiene sobre Cuba desde 1996, el tema fue aplazado hasta la próxima reunión el 10 de febrero.
El ministro español de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, aseguró que no se ha hablado de derogar la Posición Común, pero sí dijo que se busca dar un mandato a la Comisión Europea para que pueda llegar a un acuerdo de asociación con la isla, con el eje puesto sobre los Derechos Humanos.
Si los ministros se ponen de acuerdo sobre este mandato, la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Lady Catherine Ashton, tendrá vía libre para comenzar las correspondientes negociaciones. Entonces, una vez que el acuerdo de asociación sea aceptado e implementado por Cuba, la Posición Común sería derogada.
El ideal del cambio democrático en Cuba
La Posición Común es el documento que el Consejo de la Unión Europea adoptó en 1996 para establecer el carácter de sus relaciones con Cuba. Allí se establece que el objetivo de la UE es “favorecer un proceso de transición hacia una democracia pluralista y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales” en Cuba.
La UE se ha permitido aclarar que su política “no contempla provocar el cambio mediante la aplicación de medidas coercitivas que tengan por efecto incrementar las dificultades económicas del pueblo cubano”.
En pocas palabras, el documento es un pequeño manifiesto plagado de buenas intenciones, con frases del estilo: “La Unión Europea reconoce el intento de apertura económica emprendido en Cuba hasta el momento. Manifiesta su firme deseo de ser socio de Cuba en la apertura progresiva e irreversible de la economía cubana.”
Al margen de las debilidades en materia de política exterior que todavía presenta la UE, el bloque se ha convertido en el principal socio comercial de Cuba. En 1995, la UE representaba el 38% de las importaciones totales y el 29% de las exportaciones que realizaba la isla. Luego de adoptarse el documento, el comercio incluso se afianzó.
El surgimiento de la alianza estratégica Cuba – Venezuela
En el año 2000, la predominancia europea en el comercio cubano fue reemplazada por Venezuela. Con Hugo Chávez ya en el poder, ambos gobiernos firmaron el Convenio Integral de Cooperación Cuba – Venezuela.
La ayuda de Venezuela a la isla ha crecido desde entonces. Particularmente entre 2005 y 2010 la relación se potenció, alcanzando Cuba una dependencia importante: el intercambio entre ambos países se triplicó, llegando a 42% en 2010 – el equivalente a aproximadamente el 21% del PBI cubano.
Es claro, entonces, que la caída de la economía venezolana afecta a Cuba. En este contexto, podríamos alegar que un cambio en la postura de la UE sería fundamental para los hermanos Castro frente a esta situación.
Recientemente, la UE eliminó las reducciones arancelarias que aplicaba a los productos cubanos que importaba. Sin aliados socialistas dispuestos a socorrer a Cuba como lo hacía antes Venezuela, ¿cuánto necesitará Cuba nuevamente de la UE? ¿Y cuánto exigirá la UE a cambio, considerando el acuerdo de asociación que tiene en mente?
Cooperación versus Embargo
Me planteo una contraposición entre Posición Común y embargo por la naturaleza de ambas políticas: si bien tanto Estados Unidos como la UE reconocen que la democracia en Cuba no funciona y que su gobierno no respeta los Derechos Humanos, las perspectivas frente al problema son muy diversas.
¿Cuál es el camino correcto para lograr los cambios en Cuba? Es una pregunta cuya respuesta se está debatiendo hace más de medio siglo. Estados Unidos ha optado históricamente por responder con el embargo comercial y la exclusión del sistema regional intergubernamental, encabezado por la Organización de Estados Americanos (OEA). La política descripta como Posición Común, por su parte, fija ciertos límites políticos sin bloquear la economía.
Luego de más de 50 años de historia, el embargo ha demostrado su inutilidad para generar cambios democráticos dentro del reino de los Castro, con o sin la URSS apoyándolos. Si Estados Unidos, que durante la segunda mitad del siglo XX poseía un poder económico y militar que podría definirse como único en la historia de la humanidad, aún así no pudo ejercer un embargo total, la conclusión obvia es que un avance hacia reforzar ese embargo no es una solución plausible.
El camino contrario es el de eliminarlo, aunque sea paulatinamente. Al fin y al cabo, el embargo ha demostrado ser sólo una posición de carácter moral, pues incluso Estados Unidos se encuentra entre los principales socios comerciales de Cuba. Abandonar el embargo, además de incluir a la isla en el sistema internacional – como lo está haciendo la UE – evitaría que los Castro sigan jugando esa carta de víctimas.
Porque, debemos destacar, las víctimas del embargo no son los gobiernos – con sus recursos infinitos – sino el pueblo. Tanto los cubanos como los ciudadanos del resto del mundo – incluidos los norteamericanos –, a los cuales no se les permite comerciar libremente, están viviendo las consecuencias tanto del embargo estadounidense como de la planificación central cubana.
Ya lo sé: las barreras al comercio abundan y no son exclusivas en este caso. Pero es importante que tomemos conciencia del aspecto humano de la cuestión. El Estado, a lo largo de su historia, se ha dedicado a castigar individuos restringiéndoles su libertad de tomar decisiones, de comerciar y, en última instancia, de vivir pacíficamente.
El embargo y la planificación son solo demostraciones de los caprichos a los que nos someten los Estados en su afán por poner fronteras a un mundo que, naturalmente, no las tiene.