De 39 millones de colombianos habilitados para votar, a Gustavo Petro solo lo eligieron 11,2 millones, o sea algo así como el 28 % del censo electoral y el 22 % de todos los habitantes del país. No obstante, él, y ahora el establecimiento prácticamente en pleno, se comportan como si este individuo hubiera sido nombrado por aclamación y ungido por unanimidad.
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Parece que valieran huevo los 10,6 millones de electores del viejito de Bucaramanga que salió en una foto dándole a Petro el abrazo que por años reservó para su hija secuestrada y desaparecida por las guerrillas. Un gesto que podría estar condicionado por el proceso judicial en ciernes.
En ese mismo sentido, el expresidente Álvaro Uribe se ve agallinado. Ir a rendirle pleitesía a un sicario tras descubrirse en la plenitud de sus años lleno de enemigos y con la sombra de un carcelazo, dejando en duda que en realidad le vaya a hacer oposición, es como si Julio César le hubiera doblado la cerviz a Calígula.
El tradicional besamanos del 7 de agosto se ha convertido en un penoso y precipitado besapiés —y de partes más pudendas—, adelantado antes de que el sujeto de marras partiera de vacaciones. También se le arrodillaron el orgulloso Germán Vargas Lleras, el culipronto César Gaviria y el nuevo jefe conservador Carlos Andrés Trujillo, el politiquero de Itagüí. Igualmente, Dilian Francisca Toro, jefe del Partido de la U, informó que su facción se doblegó ante el monarca.
Pocos como Ómar Yepes Alzate han demostrado entereza y dignidad ante el Chávez colombiano al ver desgranarse al Partido Conservador que presidía, en apoyo incondicional hacia el nuevo gobierno tras las gustosas dádivas del mermelado sancocho que ha convertido la polarización en conformidad. Yepes renunció, pero sus palabras de advertencia quedarán para la historia: «El Petro de hoy no es el de ayer; al final de su campaña, Petro empezó a suavizar su discurso, y quizás eso le dio la oportunidad de sacar más votos (…). Pero yo no sé si el Petro de hoy, en el mañana, vaya a ser el Petro de ayer»: el que está empecinado en implementar el socialismo del siglo XXI.
Sí, todos sabemos que Petro está fingiendo ser un demócrata y cuando llegue el momento sacará sus uñas de tirano, pero tienen más culpa los políticos que por unos contratos se han plegado a un programa de gobierno cuyos postulados son contrarios a los suyos, si es que tienen alguno. Así, mientras Gustavo Petro le hizo una oposición feroz al gobierno de Iván Duque, gravemente lesiva para el país, al guerrillero se le cuadran las diversas fuerzas políticas como perritos falderos a la espera de un premio por su obediencia.
A todos los partidos lo único que les tocaba hacer era declararse en oposición al gobierno de Gustavo Petro tanto porque el hampón-presidente siempre ha representado ideas contrarias a las del establecimiento como porque su programa de gobierno fue ampliamente criticado por todos los partidos. Alinearse así con una fuerza contraria para no tener que atravesar el desierto, es un acto profundamente inmoral, desvergonzado e incoherente. Lo mismo ocurrió en los primeros días de la Venezuela de Chávez. Así vamos.