El presidente de República Dominicana, Danilo Medina, desmintió públicamente a su homólogo Nicolás Maduro al negarse a volver a mediar en un supuesto diálogo político entre el chavismo y la oposición de Venezuela.
Medina le respondió a Maduro luego de que el socialista anunciara que “convocará a un diálogo con la oposición” después de las fraudulentas elecciones presidenciales del 20 de mayo.
“Un gran diálogo nacional político con todas las fuerzas políticas y sociales del país, así convoco desde ya diálogo por la paz en República Dominicana, inmediatamente el pueblo ejerza su derecho al voto y a elegir el próximo 20 de mayo”, expresó Maduro. Además, el dictador venezolano señaló que supuestamente había solicitado ayuda a Medina para llevar a cabo las rondas de negociaciones en Dominicana.
“Conmigo no han hablado y yo no creo que participe en diálogo”, afirmó el mandatario dominicano antes de viajar a Costa Rica para asistir a la ceremonia de investidura del nuevo gobernante de esa nación, Carlos Alvarado.
Fue en noviembre de 2017 cuando inició el infructuoso cuarto intento de diálogo entre el chavismo y la oposición de Venezuela en República Dominicana, el cual tenía presuntamente como objetivo lograr en 2018 unas elecciones presidenciales “libres y transparentes”.
Sin embargo, las conversaciones, que duraron más de dos meses, no dieron resultados positivos para el país, por el contrario, solo otorgaron “oxígeno” al régimen de Nicolás Maduro que no cumplió con ninguno de los compromisos adquiridos.
En esa oportunidad el chavismo decidió “sentarse” para tratar de revertir las sanciones económicas internacionales que pesan contra los más altos funcionarios de la dictadura, castigados por la represión, violación a derechos humanos y por estar vinculados en varios casos con el terrorismo y el narcotráfico.
Antecedentes y consecuencias de diálogos fallidos
En enero de 2017 la oposición venezolana aseguró que no participaría más en la conversaciones si el régimen no cumplía con los compromisos adquiridos; entre ellos la liberación de presos políticos, la aceptación de ayuda humanitaria y la presentación de un calendario electoral. Sin embargo, la dictadura no ha cumplido, y pese a ello la MUD cedió por cuarta vez. Se desconoce si lo hará por quinta vez.
El incumplimiento de los acuerdos por parte de Maduro hizo expulsar hasta al Vaticano de las conversaciones. Ese mismo mes el papa Francisco tomó la decisión de no enviar, hasta nuevo aviso, a su delegado internacional para participar en el diálogo que inició en 2016. Claudio María Celli, representante de la Iglesia católica en la mesa de diálogo, no viajaría más a Venezuela.
Y es que para Venezuela ha sido un “dolor de cabeza” cada intento de diálogo con el chavismo; es allí donde los presos políticos son usados como “fichas de ajedrez”; liberan a algunos y apresan a otros más.
Con los pasados intentos de negociación solo se multiplicaron los presos de consciencia, la crisis humanitaria se agravó y la oposición quedó expuesta ante el mundo. Mientras más cedía, más se fortalecía el chavismo.
Entre diálogo y diálogo la oposición optó por un referendo revocatorio que no tuvo éxito porque fue desmontado inconstitucionalmente por la dictadura; en vez de exigir a toda costa que se ejecutara, la MUD lo dejó pasar.
Lo mismo sucedió con una prometida marcha al palacio presidencial de Miraflores, una manifestación exigida por el pueblo para presionar aún más al régimen de Maduro, sin embargo, la misma MUD decidió posponerla bajo la excusa de un nuevo intento de diálogo con la participación del Vaticano. La dictadura no cedió, el Vaticano se paró de la mesa y la dirigencia nuevamente fue humillada.
Luego de ello, y con el paso de los meses, tras ese intento fallido de dialogar, la población venezolana salió a las calles descontenta, a la que se sumó una vez más la dirigencia opositora; luego de cuatro meses de manifestaciones y la brutal represión que dejó como consecuencia más de 100 venezolanos muertos, surgió la necesidad de otras alternativas más radicales.
De allí, la celebración de un plebiscito en el que, primero, se rechazaría la Constituyente; segundo, se daría una exigencia a los militares; y tercero, un mandato a la Asamblea Nacional con la conformación de un Gobierno de unidad nacional a través de la renovación de los Poderes; y, además, una “Hora Cero” que nunca llegó.
El mandato de la población nunca se ejecutó: la ilegítima Constituyente sigue vigente y en este cuarto diálogo la oposición no exige su derogación; los militares no cumplieron con el resultado del plebiscito y, por último, la renovación de poderes se dio a medias. La Asamblea Nacional nombró a nuevos magistrados del TSJ, quienes terminaron en el exilio, pero no hubo un Gobierno de transición para desmontar a la dictadura.