
El “Socialismo” chavista plasmó un nuevo “logro” en la historia de Venezuela; pues los ciudadanos de ese país ahora mueren por bronquitis.
En la nación suramericana siempre se ha hablado coloquialmente de la bronquitis como una “gripe mal curada”; sin embargo, una afección tan relativamente sencilla de tratar ahora se convirtió en una enfermedad mortal tras la elevada escasez de insumos médicos.
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Este lunes 5 de febrero se conoció la muerte del exdirigente estudiantil de la Universidad Simón Bolívar (USB), Mauro Cayama, quien falleció a causa de una bronquitis agravada.
No se muere por bronquitis en pleno 2018, se asesina con enfermedades curables en pleno chavismo. Que en paz descanse Mauro.
— V. (@Victor2612) February 6, 2018
A través de la red social Twitter denunciaron que Cayama falleció por falta de medicamentos que le permitieran tratar correctamente su afección.
Yo sólo espero intentar dormir hoy sin pararme en la madrugada tosiendo y luego llorando porque no puedo dormir.
— Maureck El Keksami, The TRANSuniverse's Shitposter (@MauroCayama) January 31, 2018
Y es que en Venezuela no solo hay escasez de medicamentos para enfermedades graves o terminales; con el pasar del tiempo la ausencia de medicinas básicas impide el tratamiento de padecimientos como la la hipertensión, la diabetes, infecciones respiratorias agudas y hasta diarrea.
Mientras Nicolás Maduro niega que en Venezuela exista una crisis humanitaria; la muerte de Mauro Cayama es una, entre las tantas muertes que hay por la falta de tratamientos. Si Cayama sufría de bronquitis y no contaba con los medicamentos necesarios, ¿qué esperanza puede tener un paciente que amerita diálisis en Venezuela?
La situación en el país suramericano es tan precaria, que muchos venezolanos pasan las últimas horas de vida suplicando por medicamentos a través de las redes sociales.
Tal fue el caso del cantante venezolano Adrián Guacarán, quien cantó al papa Juan Pablo II en 1985, y que en 2017 perdió la batalla por la falta de medicinas para tratar la insuficiencia renal que padecía. El último tuit que publicó Guacarán en Twitter fue para pedír ayuda para conseguir sus medicamentos. Lo mismo sucedió con Belkis Solórzano, una ciudadana que vivió sus últimas horas de vida para dar su testimonio a través de un vídeo que circuló en las redes sociales; esa misma noche murió tras perder su trasplante de riñón por falta de medicamentos.
El director de la ONG Codevida, Francisco Valencia, aseguró a El Impulso que la “falta de medicamentos está matando a la gente”.
“La situación de los pacientes renales es muy dolorosa, es muy doloroso ver a personas esperando afuera de las unidades de diálisis, para ser dializados sabiendo que pueden morir en cualquier momento”, precisó Valencia.
A dichas declaraciones se suma un estudio realizado por la ONG Convite, el cual revela que el desabastecimiento de fármacos para tratar problemas comunes de salud sigue siendo de más de 80%.
Para Venezuela y el mundo no es un secreto que el país suramericano enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes.
El Estatuto de Roma, instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional, señala puntualmente lo que considera como crímenes de lesa humanidad. Los funcionarios del régimen de Nicolás Maduro cumplen con todos los requisitos para ser juzgados en La Haya.
En la nación gobernada por Maduro cientos de venezolanos han muerto por no contar con los medicamentos necesarios para cumplir con sus tratamentos, mientras que cientos de niños sufren desnutrición y están a punto de perder sus vidas; la razón: la dictadura impide la apertura de un canal humanitario con la vil excusa de que existe la posibilidad de una supuesta “intervención extranjera”. No les importa la vida de los ciudadanos, les importa su “estabilidad política”.
Pero hasta ahora, ningún funcionario del Ejecutivo ha sabido explicar por qué no se permite la apertura de un canal humanitario solo con el ingreso de alimentos y medicamentos provenientes de países “amigos del socialismo”. ¿Por qué no pedir ayuda a naciones como Bolivia, Rusia, China o República Dominicana?
Negar un canal humanitario en cualquier parte del mundo es simplemente un crimen de lesa humanidad; y en el caso de Venezuela, Nicolás Maduro y el socialismo son los responsables.
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica”; así lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos suscrita por Venezuela y violada constantemente por el régimen chavista.
Resurgen enfermedades erradicadas hace 70 años
Venezuela ha retrocedido al menos 50 años en materia de salud pública. En el país suramericano resurgieron la malaria, la difteria, la tuberculosis, el sarampión, el VIH y la escabiosis.
El paludismo fue erradicado en Venezuela desde 1961, pero con la llegada del socialismo del siglo XXI, este país sufre una epidemia que cerró el año con más de 951.000 infectados.
Otra alerta que enfrentan los venezolanos se da tras el contagio de la difteria. La enfermedad había desaparecido en 1993, pero, con la llegada del socialismo del siglo XXI, en 2016 se conocieron los primeros casos.
Extraoficialmente se conoció que en 2017 se presentaron 447 casos, de los que posteriormente se confirmaron 51 y al menos siete muertes.
Otra enfermedad contagiosa, y que resurgió en Venezuela, es la tuberculosis. Según el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), las condiciones sanitarias y el hacinamiento han agravado la situación.
La escabiosis es otra enfermedad que gana terreno en Venezuela. Se trata de una dolencia cutánea producida por el ácaro Sarcoptes scabiei, asociada con la ausencia de agua y la mala higiene corporal. Hoy está presente en al menos seis estados del país. Expertos estiman que el 20 % de la población de dichas entidades estarían padeciendo la enfermedad.
Otro brote mantiene en alerta a los médicos en Venezuela, pues un paciente infectado con sarampión puede contagiar de 12 a 18 personas. Tras 15 años en los que no se registró ni un solo afectado, entre el 22 de agosto y el 11 de septiembre ocho casos fueron confirmados en el estado Bolívar, al sureste del país.