EnglishDaniel Muñoz Arias fue testigo directo de abusos por parte de la Guardia Nacional Bolivariana para evitar que conozca la realidad que se vive en la frontera colombo-venezolana. Cuenta que los funcionarios no solo lo desnudaron para requisarlo y le borraron la memoria de su cámara, sino que además le aseguraron que “hacer periodismo en la frontera venezolana es un delito contra Maduro”.
En Venezuela, mucho se ha denunciado sobre las presiones y agresiones que viven los periodistas, pero el pasado jueves 9 de abril, el comunicador colombiano, quien es reportero de la Agencia de Noticias RPTV y del programa periodístico de televisión Testigo Directo en Colombia, contó a PanAm Post cómo el hecho de tratar de comprobar cuánto se puede comprar con COL$50.000 en Venezuela, se convirtió en una historia que tituló como “Pánico en la frontera”.
¿Cómo surge la idea de visitar Venezuela y qué hecho venía a cubrir?
Tuve la oportunidad de viajar al departamento de Vichada (Colombia) que queda en la frontera con el estado Apure (Venezuela) y está separado por el Río Orinoco, fui de invitado porque se estaban celebrando unas fiestas folclóricas con ciudadanos y artistas venezolanos como Reynaldo Armas. Allí me dijeron que el contrabando de productos desde Venezuela es de gran magnitud y que en con COL$50.000, solo con cruzar el río podía hacer un mercado para una familia que dure hasta 15 días.
Decidí comprobarlo y le pedí autorización a mi jefe que se encontraba en Bogotá. Me explicaron que solo debía acercarme a la frontera, firmar mi registro y pagar la ida a través de una lancha que nos llevaría al estado Apure, el costo del traslado es de COL$3.000, que en Venezuela son 150 Bs.
Cogí mi cámara, y me dispuse a cambiar los COL$50.000, me dieron 4.000 Bs. Pasé junto a dos colegas más, pero ellos decidieron ocultar su identidad porque lo estaban haciendo como periodistas independientes.
Una vez que llegué al estado Apure, vi comida por montones, hay puestos como de mercado con frutas, verduras y tubérculos; caminé un poco más y entré a un mercado que tenía la imagen del expresidente Chávez por todos lados y se conseguía de todo: aceite, arroz, sal, una especie de lentejas, enlatados, cosas muy caras como la leche, pollo, carne, embutidos y mucho más; tanto así que uno lo primero que piensa es que en Venezuela hay abundancia.
La idea era venir a Bogotá y hacer un mercado con la misma cantidad de dinero en pesos para comparar, con COL$50.000 no se puede hacer mucho, en cambio con los 4.000 Bs. compré bastante y hasta pagué la lancha y algo para la sed.
¿En qué momento fue abordado por la Guardia Nacional Bolivariana?
Cuando nos disponíamos a ir a otros supermercados, guardé mi cámara, y de pronto un guardia me tomó por sorpresa y me pidió que se la entregara, en ese momento fuimos llevados a un puesto donde estaban seis guardias y nos empezaron a “cocinar” a preguntas. Inicialmente ellos me preguntaron que por qué los estaba grabando, me preguntaron si yo era militar o espía, y que si yo no sabía que lo que yo estaba haciendo era un delito en contra del Gobierno del presidente Maduro.
Yo me negué, les expliqué primero que soy periodista y que yo estaba haciendo un reportaje, les expliqué de qué trataba.
En ese momento uno siente una presión fuerte, sientes que es un régimen verdaderamente desafiante, arrogante, petulante; las miradas de los guardias eran de odio; se pusieron a revisar la cámara y empezaron a llamar a Caracas; dijeron que nos trasladarían para la capital y nos pondrían prisioneros porque supuestamente lo que yo había hecho es un delito.
Luego llegó un teniente e inmediatamente nos subieron a una camioneta Toyota blindada con dos guardias y nos adentraron media hora en Puerto Páez (estado Apure); hacía mucho calor, lo único frío en esa camioneta era la actitud del teniente.
Llegamos al batallón de Puerto Páez y allí también es impresionante ver la cantidad de imágenes de Hugo Chávez; nos metieron en una especie de oficina y nos empezaron a interrogar otra vez con las mismas preguntas; yo tenía las mismas respuestas.
Fueron largas horas de interrogatorio, en un momento nos requisaron, me pareció una de las cosas más denigrantes, nos desnudaron y nos revisaron “hasta debajo de las uñas”. Llegó un momento en que los funcionarios salieron del salón, y yo agarré mi celular, activé el roaming internacional y le envié un mensaje muy corto a mi jefe para que supiera lo que nos estaba pasando.
Me aterraba estar preso en Venezuela, pensé que esto podría causar un problema binacional porque yo sabía que no estaba haciendo nada malo.
Creo que de alguna manera también me salvó el internet porque me empezaron a investigar y al otro lado de la oficina, pude escuchar que veían mis reportajes por YouTube. Me entregaron la cámara y la memoria convenientemente borrada, luego nos tiraron a la calle; les pregunté cómo llegaríamos nuevamente al río para regresar a Colombia, no respondieron, nos dio la espalda y se fueron.
Luego caminamos y llegamos al punto de control donde al principio estaban los seis guardias, se aseguraron de que embarcáramos y nos fuéramos, nos regresaron todo lo que compramos, solo faltaba una crema dental.
El teniente, antes de que saliéramos de la frontera, me dijo: “si regresa a Venezuela a hacer lo mismo, la va a pasar muy mal”.
Finalmente cuando llegué a suelo colombiano la gente estaba sorprendida, dicen que en el lado venezolano ha desaparecido mucha gente…
¿Conoce cuál es su estado legal en Venezuela?
Ellos llenaron muchos documentos, quizás con mis datos aunque yo nunca firmé nada; me aterra pensar en qué estado legal estoy ante Venezuela. Yo espero confirmar con la cancillería de mi país cuáles son mis derechos, no solo como periodista sino también como ciudadano colombiano.
Quiero saber si ellos tienen derecho de tratar a un periodista como un criminal solo por hacer su trabajo, si tienen derecho a apropiarse de mis cosas y haberme borrado las imágenes y videos que tomé con mi cámara.
Acudiré a organizaciones de derechos humanos y a la Defensoría del Pueblo, quiero acudir a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), porque yo viví en carne propia la presión que viven los periodistas venezolanos.