
Según el más reciente estudio de opinión de la encuestadora Meganálisis, 76,8 % de los venezolanos afirma sentir “vergüenza y disgusto” hacia la Fuerza Armada Nacional, frente a la opción de “orgullo y admiración”. Esta percepción surge en una sociedad que ha vivido bajo la opresión del chavismo durante los últimos 27 años, y donde, según la ONG Foro Penal, actualmente hay 167 presos políticos militares.
No es un secreto que, bajo la influencia del Partido Comunista Cubano, la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) se ha convertido en un instrumento de persecución contra oficiales y sus familias, únicamente por expresar posturas contrarias al régimen. En este contexto, y sabiendo que existe el denominado Cartel de los Soles, cabe preguntarse, ¿cómo puede la Fuerza Armada recuperar su imagen ante el pueblo venezolano?
El rechazo que refleja la encuesta responde a una profunda expectativa nacional: que la Fuerza Armada, en cumplimiento de los artículos 333 y 350 de la Constitución, actúe para neutralizar al chavismo, una organización que opera como una red criminal transnacional y mantiene secuestrado al país. El régimen ha entregado la soberanía venezolana a intereses extranjeros, en detrimento de la Nación. Por ello, la ciudadanía espera que su institución armada cumpla con el rol para el cual fue creada: proteger y defender a la Patria.
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Desde los sucesos de abril de 2002, el chavismo se propuso corromper a la Fuerza Armada, especialmente a su alto mando, utilizando mecanismos como el narcotráfico y negocios ilícitos. Sin embargo, esta operación –que podría considerarse traición a la patria– no logró permear a toda la institución. En los rangos medios y bajos aún prevalecen valores de patriotismo y compromiso con Venezuela. Las historias de tortura, prisión, asesinato y exilio de numerosos militares y sus familiares lo confirman.
El sentimiento negativo que hoy manifiesta el pueblo hacia la Fuerza Armada no es solo un reproche; también es un grito de auxilio. Y como tal, puede transformarse radicalmente en admiración y orgullo, si ella decide actuar conforme a su deber constitucional.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de que la Fuerza Armada cumpla con su deber? Significa desobedecer al chavismo, asumir su rol histórico y ponerse del lado del pueblo para iniciar juntos –civiles y militares– una nueva etapa de reconstrucción nacional. Implica neutralizar a los cabecillas del régimen, recuperar la soberanía, enfrentar el narcotráfico y resguardar las fronteras.
En un contexto de transición y restauración de la República, la Fuerza Armada podría experimentar un aumento considerable de nuevos ingresos, dispuestos a servir a un nuevo gobierno que asuma con firmeza la recuperación del país. ¿Quién atacaría a la Fuerza Armada en un momento como ese? ¿Acaso no la acompañaría el pueblo en una misión de liberación e instauración del orden?
Por todas estas razones, creo firmemente que el rechazo actual hacia la institución armada puede revertirse. Aunque hoy se perciba sometida al chavismo, lo cierto es que hay cientos de militares comprometidos con cambiar esta realidad. Ellos saben que tienen una misión histórica que cumplir: jugar un papel protagónico en la reconstrucción de Venezuela.
La familia militar puede tener la certeza de que existe un liderazgo civil dispuesto a acompañarlos, compartiendo su visión de país. La misma, en defensa de la Nación y sobre el comienzo de una nueva era.