Arthur Lira (PP) fue el candidato del expresidente Jair Bolsonaro para presidir la Cámara de Diputados en la legislatura que acompañó a su gobierno desde 2021. En aquella oportunidad, el diputado federal fue electo con 302 votos. Esta legislatura no fue una férrea oposición al gobierno pero tampoco colocó en pauta las iniciativas parlamentarias que representaban la agenda de la derecha conservadora, sin embargo, Bolsonaro con este parlamento consiguió aprobar varias de sus iniciativas.
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A pesar de que el diputado Lira apoyó la reelección de Bolsonaro, al lulismo le pareció que sería su mejor candidato para presidir la Cámara de Diputados en este nuevo período. En este sentido, Lira batió récord de votación al ser reelecto con 464 votos, en un consenso entre lulistas y bolsonaristas.
Por su parte, el diputado Marcel Van Hatten (NOVO), un destacado defensor del liberalismo económico y las instituciones, presentó su candidatura para presidir el parlamento y solo consiguió 19 votos. En total fueron 509 votos registrados y 5 en blanco. En este consenso la junta directiva para esta legislatura queda distribuida de la siguiente manera: el bolsonarismo se queda con la primera y segunda vicepresidencia de la Cámara con los diputados Marcos Pereira (REPUBLICANOS) y Sostenes Cavalcante (PL) respectivamente; y el lulismo con la primera, segunda, tercera y cuarta secretaría con los diputados Luciano Bivar (União), Maria do Rosario (PT), Julio Cesar (PSD) y Lucio Mosquini (MDB) respectivamente.
En cuanto al Senado, el consenso que existió entre el bolsonarismo y el lulismo en la primera elección de Rodrigo Pacheco (PSD) en 2021, esta vez no existió. La derecha tuvo su propio candidato, Rogerio Marinho (PL), y la izquierda apoyó la reelección de Pacheco. Éste último resultó victorioso en su reelección. Recordemos que en su primera vez consiguió 57 votos y ahora consiguió 49. Por su parte, el bolsonarismo consiguió solo 32 votos en esta ocasión.
Para lograr este gran consenso, tanto el gobierno como los candidatos a la reelección tuvieron que realizar múltiples concesiones. En cuanto al gobierno, estas concesiones tienen que ver con el reparto de cargos dentro de ministerios y otros entes del Poder Ejecutivo. Mientras que los candidatos aseguraron repartir cargos entre las comisiones y aumentar los privilegios que ya tienen los parlamentarios por ley. Todos ganaron: desde los partidos con grandes bancadas hasta los más pequeños.
A primera vista, los resultados proyectan un Congreso diferente al que se esperaba: con una derecha que haría férrea oposición al gobierno de Lula. Esto puede significar, entre otras cosas, la inviabilidad de que prospere cualquier iniciativa de impeachment a los magistrados del STF por abuso de poder, o incluso, un impeachment al mismo Lula.
Las bancadas de la derecha tanto en la Cámara de diputados como en la de senadores, son grandes pero no lo suficiente para imponerse. Tendremos diputados y senadores que harán férrea oposición, de eso no hay duda, pero queda demostrar en lo sucesivo sus capacidades de articulación para frenar las pautas radicales del nuevo gobierno como la reforma tributaria, la reforma laborista, el control de las redes sociales, el desarme de la población y la flexibilización del aborto, por ejemplo.
Frente a todos estos hechos políticos, se puede decir que las instituciones democráticas de Brasil funcionan para responder a los objetivos partidistas y no a los objetivos ideológicos, lo que parece ser el rasgo que caracterizará la convivencia entre el poder ejecutivo y el legislativo en los próximos 4 años.