
En el presente análisis vamos a revisar algunas características de los partidos políticos en Venezuela para que podamos tener una perspectiva de cuan democráticas o no son las organizaciones que se presentan como la alternativa al chavismo.
Estas características que seleccionaremos a continuación nos permitirán dimensionar a estas organizaciones y así tener una referencia de su capacidad de acción en la actualidad con miras a construir proyecciones.
El más importante aspecto a tomar en cuenta es el financiamiento, pues esto impacta la estructura y el funcionamiento de los partidos. Hay que tener en cuenta que en Venezuela el chavismo no permite el financiamiento público ni privado de entes nacionales o extranjeros. La ambigüedad de la Ley de partidos políticos, reuniones públicas y manifestaciones y de la Ley orgánica contra la delincuencia organizada y financiamiento al terrorismo, dejan abierta la posibilidad al régimen de que pueda considerarse una donación o contribución de privados, como actividad ilícita. Por otra parte, no existen mecanismos en el que los partidarios realicen contribución económica alguna de manera independiente.
En este sentido, los que consiguen el financiamiento adquieren por la vía de los hechos una especie de inmunidad que los coloca en el centro de las decisiones de poder. Estos agentes pueden ser líderes con liderazgo mediático o no tienen ninguna función de liderazgo -lo que los hace pasar desapercibidos ante el ojo público. Para cumplir este rol hay que tener algún tipo de ascendencia en el círculo de poder del partido, bien sea por vínculos consanguíneos, de unión de familias, años de confianza, relaciones extramaritales, negocios, o networking. No todos pueden cumplir con tan sensible tarea, es por ello que este es el rol más importante que hay que proteger dentro de los partidos. El financiamiento que estos actores obtienen sirve para el mantenimiento de las actividades partidistas y la élite del partido, pues la mayoría de sus líderes no tiene un empleo formal, no prestan algún servicio o tienen algún negocio que mantener, es decir, viven de este financiamiento. Este esquema, al ser funcional a nivel central, se reproduce en mayor o menor medida a nivel regional y local.
Para que este modus vivendi sea sostenible, obligatoriamente el partido no puede ser democrático. De aquí que los estatutos del partido se convierten en letra-muerta vigente, es decir, lo que vale es la mortandad de la norma, no su lógica vigencia. En los estatutos es donde se encuentra reglamentado como se realizan los procesos de tomas de decisiones y la elección de los liderazgos de los partidos. Pero la realidad es que, la toma de decisiones ocurre a dedo y no existe, ni muy remotamente, la intención de renovar los liderazgos mediante procesos democráticos internos.
En el mismo orden de ideas, la militancia se ve obligada a ser reducida a un rol de utilería y servidumbre en la que, entre los partidarios, se crean lazos de apoyo moral y psicológico ante las adversidades, en vez de estar trabajando en la implementación de un proyecto que produzca un cambio en sus vidas. Esta militancia no tiene una doctrina que los represente, por lo que no tienen la experiencia de educación partidista, una actividad formadora y ciudadana que en otros países contribuye al mantenimiento de una conciencia política en la sociedad que protege al sistema político y al país del mal de la corrupción y de comportamientos que degradan la convivencia social.
Siendo esto así, los militantes no tienen vías de comunicación por el que puedan canalizar su voz y hacer política, de emprender iniciativas en conjunto que el partido pueda abanderar. En los partidos no existe la costumbre de realizar asambleas vinculantes, locales, regionales o nacionales. Todo esto reduce la actividad principal de los partidos políticos a las comunicaciones, en especial a las redes sociales.
Las actividades a las que quedan relegados los miembros de los partidos son aquellas que permitan generar algún tipo de publicación para redes sociales, pero no para realizar algún tipo de cambio trascendente. La mayoría de las veces, para no decir que siempre es así, estas iniciativas provienen de las localidades, no de las élites de las organizaciones.
Como esto ocurre de esta forma, las élites de los partidos envían comisarios políticos a las regiones donde funciona la organización, a fin de que puedan tener control de la estructura por encima de la sapiencia de los líderes locales. Para tener una idea de cómo es esta “democracia”, pensemos en el siguiente ejemplo: si estás en Falcón y tienes un liderazgo relevante, lo normal entonces es que desde Caracas llegue un líder a reorganizar la estructura de tu localidad, dotando de autoridad a elementos sin liderazgos que puedan hacerte contrapeso, hasta el punto de sabotear tu labor ordinaria. ¿Acaso la idea no es que crezca el partido o hay otro objetivo detrás de esta práctica tan normalizada?
Por otra parte, la mayoría de estos partidos no tienen labor de gobierno. Los que tienen funciones de gobierno, gobiernan sin un programa: sin un proyecto a implementar premeditadamente. A la par de esto, los que cumplen funciones legislativas, no tienen ninguna agenda que implementar a nivel local, regional o nacional. En este momento no existe una agenda para desmontar el socialismo, la liberación de la economía, la reducción del gasto público, realizar una reforma tributaria o revertir lo que ha instaurado el chavismo durante décadas.
En todo caso, estas son algunas características que definen la realidad de los partidos políticos opositores en Venezuela. Pero ¿Por qué esto es necesario analizarlo? Porque los venezolanos necesitamos tener una visión realista del fenómeno político y abordarlo de una manera en la que podamos poner fin al autoritarismo.
En estas condiciones podemos concluir, a primera vista, que estos partidos no pueden ejercer una influencia política en el país sin evitar exitosamente que el chavismo sabotee sus actividades. Han demostrado durante décadas que no pueden dar continuidad a sus intenciones tal como se revela en la secuencia que va desde un plan hasta sus efectos realizados. Consecuentemente, no es posible abordar algún proceso de transformación que haga retroceder la destrucción del chavismo en ningún aspecto de la vida de los venezolanos.
Ahora bien ¿Qué partidos políticos necesita Venezuela? Podemos abordar, a modo de contraste, algunas características:
- Venezuela necesita de organizaciones que tengan estructuras de participación transparentes, que reflejen con su dinámica interna el tipo de sistema que se quiere instaurar en Venezuela.
- Organizaciones que elijan su liderazgo por mecanismos confiables para que luego, con esa legitimidad, conduzcan al conjunto con voluntad vigorosa.
- Organizaciones que tengan claro su rol de agencia y forme a una militancia consciente de su misión, que contribuya en el financiamiento de su estructura para que sea posible implementar la estrategia.
- Organizaciones que presenten una postura cultural ante la situación del país y que reúna a los ciudadanos en su deber cívico y familiar; que plantee una propuesta ideológica en la que se vincule el pensamiento y la acción política; y que plantee un programa que nos haga proyectar las tareas del gobierno que aspiramos.
- Organizaciones con una estrategia clara: que pueda emprender proyectos políticos con un plan deliberado, con el establecimiento de plazos, que demuestre una secuencia de acciones coherentes, con mecanismos de ajustes y reajustes, que oriente un proceso hacia un objetivo tangible. En definitiva, que razone en función de medios y fines, en vez de razonar en función de conjeturas interpretativas, ex post facto, diseñadas para darle sentido a la improvisación y a la insignificancia.
Con un partido así, o con varios partidos que puedan surgir conscientes de estos aspectos, ya podríamos al menos percibir en el horizonte el reflejo que tanto estamos aspirando: el de Venezuela como la República libre en la que podamos volver a reunirnos para existir con nuestras familias.