Según figura en la Historia de la Legislación de Marichalar y Manrique de 1868, en los siglos XVI y XVII en algunos lugares de Navarra llamaban “mantas” a unos enormes lienzos colgados en las paredes de las iglesias, en los que aparecían escritos los nombres y apellidos de las familias que descendían de judíos conversos y habían permanecido en territorio cristiano tras la expulsión de los demás judíos.
Según este contexto, “tirar de la manta” significaba investigar posibles falsas conversiones, ergo, destapar un asunto vergonzoso para la época y que permanecía oculto por poder resultar comprometedor para alguien.
Me parece interesante poner en contexto histórico el concepto que, durante los últimos días, hemos visto ejemplificado (y muchos de nosotros hemos disfrutado), en la declaración voluntaria que Víctor de Aldama ha llevado a cabo en sede judicial (este detalle es importante).
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Y es que nada puede ser mas vergonzoso, en cualquier época, que la ocultación por parte de un gobierno, el que sea, de conductas y acciones que son comprometedoras, no sólo para individuos concretos, sino para toda una Nación.
Y lo que en el siglo XVI (equis, uve, palito para los zurdos con déficit neuronal, dieciséis para las personas normales) era ya motivo de sonrojo tras un grueso lienzo; hoy sigue siendo un absoluto bochorno para todos aquellos que procuramos y deseamos lo mejor para nuestro país, incluyendo la imagen que, desde el resto del mundo, pueda tenerse de nosotros.
Soy consciente de que al zurderío patrio, la imagen de España, así como los intereses de los españoles, les interesa menos que conocer cuál es el legado filosófico trascendental de la Escuela de Salamanca, que para ellos es un colegio de un barrio de Madrid. Y como esto es una realidad, la urgencia de librarnos de la plaga ponzoñosa que supone el socialismo es, cada día que pasa, más asfixiante.
Como el hecho es que entre mafiosos anda el juego, a lo que asistimos es a la tensión de una cuerda en cuyos extremos se encuentran auténticos criminales. Por un lado, Pedro Sánchez Pérez Castejón, a la sazón presidente del Gobierno de España y que, cada vez más, aparece como núcleo de la trama criminal organizada en la que se ha convertido el PSOE tal y como fundamenta Aldama en su declaración.
Y del otro lado de la cuerda, el propio Víctor de Aldama, tan delincuente como aquellos a los que incrimina y que ha formado parte activa de la trama corrupta.
El problema estriba en que uno de los dos extremos, en este momento, tira con más fuerza que el otro. Y no es, precisamente, el extremo que cabría esperar.
Porque en este asunto pasa como en casi todo, quién más fuerza tiene es quién menos tiene que perder. Y ese, en este caso, es Aldama.
Un Aldama que se ha incriminado a sí mismo en su propia declaración, lo que le convierte en creíble (a él y a su declaración) ante la justicia y que, además, ha salido en libertad, detalle este que le otorga aún más credibilidad, puesto que se antoja muy extraño que el juez le otorgue este beneficio si él no hubiese cumplido antes con su parte del “trato”, poniendo las pruebas de lo declarado a disposición del juzgado.
Y un Aldama que, en sus primeras declaraciones tras ser puesto en libertad, advierte al propio Sánchez que si lo que quiere son pruebas, las tendrá. Son palabras de un mafioso acostumbrado a dejar constancia de cada uno de sus movimientos “por si acaso”. Que no quepa ninguna duda de que lo tiene todo atado y bien atado.
El problema ahora para el Gobierno y para el PSOE, es que no tienen ni la más remota idea de lo que tiene guardado Aldama y esto tiene a los socialistas con los esfínteres más apretados que el puño de Ebenezer Scrooge a últimos de diciembre.
Aldama no ha acusado, ha confesado delitos. Delitos que incriminan a buena parte de la cúpula del Gobierno de España, comenzando por el propio presidente y que, con una tranquilidad asombrosa, ha relatado con fechas y con escrupuloso detalle.
No es de extrañar, por tanto, que la primera reacción del equipo olímpico de opinión sincronizada, del que forman parte Moncloa, el Consejo de Ministros y todos los medios de comunicación subvencionados afines al PSOE, haya sido la de corear al unísono que Aldama “miente mucho” y que no se puede confiar en la palabra de un imputado por corrupción. Pequeño detalle: Begoña Gómez está imputada por corrupción…
Y la segunda reacción ha sido, bajo mi humilde punto de vista, la que más describe su nerviosismo. Un nerviosismo que vuelve torpe al más espabilado de los socialistas. Los atronadores aplausos con los que recibieron los suyos, en el Congreso de los Diputados, a Pedro Sánchez; recordaron demasiado a los aplausos con los que, esos mismos “agradaores”, recibieron a Ábalos poco antes de su defenestración política. Un Ábalos que cada vez está más cerca de una habitación con rejas.
No sé… yo le daría una vuelta a la estrategia…
En definitiva, Víctor de Aldama, que organizó la red que contrató con socialistas la venta de mascarillas, que gestionó el rescate de Air Europa ante el Gobierno socialista, que se ha auto inculpado por haber entregado sobres con dinero en efectivo a socialistas en concepto de comisiones, que fue a Barajas junto al socialista Ábalos para reunirse con Delcy Rodríguez y que viajó con Begoña Gómez, esposa del presidente socialista, a Rusia; ahora para los socialistas no tiene ninguna credibilidad para hablar sobre socialistas. Parece un trabalenguas, pero es la triste realidad de un juego de la cuerda entre criminales.