Sobre la aprobación de las 15 mal llamadas “enmiendas” a la Constitución de Ecuador ya se ha dicho demasiado en estos últimos días. Que son ilegítimas; que corresponden a los caprichos del Gobierno de turno. Que debería haberse consultado al pueblo, dice la oposición y 80% de los ecuatorianos, según las últimas encuestas.
Allá, los oficialistas sostienen que estos cambios a la Carta Magna son históricos, que “amplían derechos“. Que no se trata de la perpetuación de Rafael Correa en el poder, porque no podrá ser candidato para las presidenciales de 2017. Que la “revolución ciudadana” una vez más ha triunfado; que sigue avanzando y que no la para nada, ni nadie.
Organismos internacionales también se han pronunciado al respecto. Uno de los comunicados más fuertes es el emitido por Freedom House, que sostiene:
Además de eliminar los límites del mandato de los funcionarios del Gobierno, [las enmiendas] socavan la libertad de expresión mediante la consagración de la comunicación como un “servicio público” que está sujeto a la onerosa regulación gubernamental, y permite la participación militar en tareas policiales. Estas medidas se aprobaron a través de una legislación rutinaria, en lugar de hacerlo por voto nacional, violando la ley ecuatoriana y marcando un claro retroceso para la democracia.
En este tema ya no hay mucho que se pueda aportar. Sí, a los “representantes” de la ciudadanía en la Asamblea Nacional poco les importó la opinión o los derechos de los votantes, y pasaron ese “paquetazo” constitucional luego de un “debate”, con una vergonzosa argumentación —por decir lo menos—, como lo han hecho con todo proyecto de ley impulsado por su majestad, el presidente Rafael Correa.
El que pensó que esto no sucedería pecaba de ingenuo, o simplemente se negaba a ver la realidad del país durante los últimos años. Todos sabíamos lo que pasaría el 3 de diciembre en la Asamblea. Todos sabíamos que el oficialismo quería cambiar la Constitución y que querían pasar la reelección indefinida a como dé lugar. Sin embargo, no todos hicimos algo al respecto cuando todavía se podía. No todos nos molestamos por enterarnos, ni siquiera, qué era lo que los asambleístas de País querían “enmendar” con tanta urgencia.
Y ahora lo hecho, hecho está. Tendremos, a partir de 2021, la opción de reelección indefinida. Tendremos a las Fuerzas Armadas en las calles. “Gozaremos”, como diría el Mashi, de la comunicación como servicio público. Por tanto, ya no es tiempo de andar lamentándonos por lo que pasó; por lo que hizo el oficialismo, o por lo que no hizo la oposición.
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Es hora de descifrar cómo vamos a impedir que Ecuador siga caminando hacia lo que se convirtió Venezuela después de más de 15 años de Socialismo del Siglo XXI. Ya Correa anunció que prepara otro paquete de enmiendas a la Constitución para 2016. Asimismo, dijo que volverá a presentar el polémico proyecto de Ley de Herencias que ya los ecuatorianos rechazamos hace unos meses en las calles del país. Han hablado además del timbre cambiario, medida que, en resumidas cuentas, sería un impuesto más a los importadores del país.
No obstante, primero Argentina, y ahora Venezuela, nos acaban de devolver a todos los que luchamos por una América Latina libre, esa esperanza de que el cambio que buscamos para la región sí es posible.
Los venezolanos nos demostraron su civismo, el amor por su país y su compromiso con un mejor futuro para Venezuela, con la masiva participación en las parlamentarias del 6D. Y lo que más hay que resaltar es que no fueron sólo los políticos. Artistas, líderes de opinión, organizaciones sociales; y hasta ese grupo de venezolanos que residen en el exterior y volvieron a su país sólo para votar.
Ese, estimado lector, es el ejemplo a seguir. Al pueblo venezolano le tomó 17 años lograr su primera victoria contra el chavismo. Ecuador está pronto a cumplir una década de revolución ciudadana. Por favor, no dejemos que nos lleven a lo mismo.
Ecuador somos todos. El país depende de todos. No esperemos a que sean los políticos los que se encarguen. No esperemos a tocar fondo para actuar.