EnglishDurante su visita a la universidad de Harvard el pasado 9 de abril, el presidente Rafael Correa participó en una ronda de preguntas privada con un grupo de estudiantes. Durante esa reunión se tocaron tres temas: desafíos y oportunidades del país, su postura frente a las decisiones que resultan impopulares entre los ciudadanos y la relación entre Ecuador y Estados Unidos.
Cuando se le preguntó sobre el mayor desafío y oportunidad que él encuentra en el país, Correa manifestó que el principal reto de su gobierno ha sido cambiar las relaciones de poder, tradicionalmente controladas por “pequeñas, pero muy poderosas élites”. Como la más grande oportunidad, Correa mencionó que el espíritu nacional del Ecuador ha vuelto. Luego de encontrar un país destruido, él cree que los ecuatorianos han recobrado el orgullo y la esperanza perdida.
Algo que el Presidente dejó de lado convenientemente en sus afirmaciones es el hecho de que si bien la “partidocracia de siempre” ha perdido mucho poder de influencia, hay una nueva élite de poder en Ecuador: los burócratas. Es de conocimiento general que los mejores salarios los ofrece el sector público, y que la ola de nouveaux-riches producto de la Revolución Ciudadana no deja de crecer.
En cuanto a los valores recobrados, debo decir que sí, somos soberanos, pero de lo único que encuentro orgullo general en la población es de poder decir que hay buenas carreteras. Y así mismo, como dijo el Presidente, sí se han creado nuevas instituciones, pero solo de nombre, puesto que el poder sigue en pocas manos —y hasta se podría decir que en un par solamente. Lastimosamente vivimos en medio de un monstruoso aparato estatal controlado por el Ejecutivo.
Posteriormente, Correa manifestó que pese a haber tomado medidas difíciles, e incluso impopulares, la población confía en él y en su gobierno, y es por esto que lo siguen apoyando. ¿Será cierto? Viendo los resultados de las últimas elecciones seccionales en el país, tengo mis dudas al respecto. La pérdida de apoyo del oficialismo a nivel nacional se reflejó en la derrota de los candidatos patrocinados por Correa en las principales ciudades del Ecuador. Parecería que esta confianza, de la que habla Correa, se va desvaneciendo con el pasar del tiempo.
El último punto tratado por el primer mandatario fueron las relaciones entre Estados Unidos y Ecuador. Según el Presidente Correa son muy fuertes, pero señaló que los estadounidenses mantienen políticas exteriores erradas y que los conflictos surgen cuando Estados Unidos trata de imponer sus valores a otros países. “Estados Unidos es un país muy exitoso, el más poderoso de la historia de la humanidad, con valores muy importantes. Pero estos valores no son universales necesariamente”, dijo.
Con estos valores mencionados, hacía referencia a las libertades —en especial de prensa y de expresión— que son tan respetadas en Estados Unidos. Y es que Correa no entiende cómo la gente puede “calumniar” libremente al Presidente de la República. De la misma manera, yo no entiendo por qué en Ecuador hay que disculparse con los políticos cuando se los critica —”atentados contra la honra y el buen nombre” ahora los llaman. Tener que disculparse por tener una opinión que no está de acuerdo con lo que establece el régimen raya en lo ridículo.
Es incorrecto que un Estado trate de imponer sus valores o influir en decisiones que competen a otros gobiernos. Sin embargo, estos “valores” no son exclusivamente de Estados Unidos. Por el contrario, son universales si hablamos de libertades individuales, fundamentales para toda persona, que deben ser respetadas por absolutamente todos, sin importar el tipo de gobierno, ideología o Estado. Y esto es lo que Correa no quiere que sepas.