Para bien y para mal, sin duda alguna el siglo XXI estará marcado por la irrupción y gran despliegue de la inteligencia artificial (IA).
Sin embargo, los científicos no han sido capaces de prever todo el daño que causaría a nuestras naciones, rubro por rubro, porque, justo como ellos mismos han reconocido, se dedican a la ciencia, y no a la política, a la cultura, a la religión, a la seguridad, o a la economía, por sólo mencionar algunas de la áreas más sensibles que podrían verse afectadas por estos sistemas que llegarían, según las previsiones, a ser más inteligentes que los seres humanos.
Un ejemplo de por qué podrán superarnos las inteligencias artificiales, es que si una de ellas “aprende” algo, otras 10.000 lo aprenden al mismo tiempo. Su interconexión es inmediata, y la aplicación del nuevo conocimiento también. En cambio, si un ser humano descubre cómo arreglar cierto problema, no será ni inmediato ni sencillo que otros 9.999 humanos se enteren, lo aprendan, y lo apliquen. Esto es una seria diferencia que pone al género humano en desventaja.
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Ahora bien, ya estamos viendo algunos usos de la IA en campañas negras con fines políticos y electoreros. Ya han sido difundidas al menos dos imágenes fake de Donald Trump, creadas por la IA.
Una, donde se le ve siendo supuestamente detenido por dos policías, en el contexto de su proceso en Nueva York.
Ahí su mano derecha carece de dedos, su brazo derecho es más corto, y su cuello del lado izquierdo luce falso. Pero para el común de los mortales, no acostumbrados al pensamiento crítico, a revisar y cuestionarlo todo, el impacto de la falsa foto puede ser brutal.
Así, la IA en estos casos equivale a los montajes que se hacen aún con Photoshop (y hasta con mejor definición y contundencia). Pero la IA apenas va empezando en estos trotes de la falsificación profunda.
La otra imagen es un Trump hincado, visto de lado. No se ven defectos aparentes. Expertos en identificar imágenes generadas por IA ha declarado que uno debe poner atención en las manos, que a menudo aparecen sin dedos. O bien, checar bien los bordes de la cara, si el color de los ojos es el mismo en ambos.
Aunque si hay dinero de por medio, y especialistas, la IA podría ser alimentada por miles de videos de Trump, o de cualquier otro político de quien se busque destruir su reputación, y crear un producto casi perfecto.
Es el caso de tratamiento que se hizo en el Dalí Museum, de San Petersburg, en Florida, en el que se procesaron 6.000 fotogramas del famoso pintor surrealista, y se usaron 1.000 horas de aprendizaje, en las que la IA “entendió” cómo este personaje movía las cejas, los ojos, las manos.
El resultado es que se puede interactuar con él en ese lugar, y al final el pintor te invita a tomarte una selfie con él. Algo hiper realista.
También es un caso de extremo realismo el Tom Cruise fake que aparece en TikTok. Complicado poder saber que no es el verdadero, y además cuenta con 5,2 millones de seguidores.
Ahora bien, si por ejemplo, a los spin doctors malévolos cercanos al Partido Demócrata de los Estados Unidos se les ocurriera poner en práctica estas técnicas de deep fake para buscar demoler la reputación de Trump, cuentan ya con miles de horas de videos del presidente 45, y se podría simular algo tan devastador como hacerlo ver, en el colmo del fake, y de la intencionalidad política (lo harían alegando en que así “salvan” a EE. UU.), en escenas pornográficas falsas, pero con total realismo.
Esto ya se ha hecho y es común hasta cierto punto, tomando los rostros y cuerpos de actores y actrices famosos, mezclando sus fotogramas con algunos otros de películas XXX hasta lograr un resultado en el que muchos jurarían que se trata de la misma persona.
Gal Gadot, Maisie Williams, Taylor Swift, Aubrey Plaza, Emma Watson y Scarlett Johansson ya han sido puestas en escenas pornográficas fake, a manos de la IA.
¿Qué repercusiones tiene en general para las elecciones de un país, que se difunda gracias a la magia de la IA, a un candidato sosteniendo relaciones sexuales, por ejemplo, con un menor de edad? Eso bastaría para destruir su reputación, porque, en lo que se aclara que eso es falso, el golpe está dado, y habrá medios de comunicación cómplices pagados, y miles de cuentas bots en redes, listos para coadyuvar con el linchamiento moral (y éste no será fake, sino muy real).
Esto es sólo uno de los peores ejemplos de cómo se puede dar un uso malévolo a la IA en términos políticos. Pero imaginemos otros: un candidato inyectándose heroína, o actuando como zombie tras haber supuestamente consumido fentanilo; o reuniéndose con conocidos capos de la droga u otros criminales, o participando en rituales satánicos, o cualquier otra cosa con la cual se pueda impactar al electorado para mal.
Todo lo anterior, en cuanto a la elaboración de la IA de imágenes de personas, con o sin movimiento, es decir, fotos o videos. Pero hay mucho más: pensemos en la “creación” de documentos falsos. La IA abriendo sitios web falsos, con información también falsa, pero plausible. Por ejemplo, escrituras fake de decenas de propiedades en diversos países, para vender la percepción de “enriquecimiento ilícito y corrupción” de un funcionario al que se quiere demoler.
Actas de nacimiento falsas, cuentas de banco falsas, cartas falsas, archivos falsos, llamadas telefónicas falsas. Y un largo etcétera.
Fuera de lo político electoral, está el uso criminal de la IA para ganar dinero sucio. Por ejemplo, la IA creando contenido “fake” de pornografía infantil. Impunemente, porque no se puede meter a la cárcel a la IA, y quizá no se pueda rastrear tan fácilmente a los responsables. E incluso, si se hallaran, éstos acaso podrían argumentar que los adultos y los menores que ahí se ven, no son “reales”, sino una simple ficción.
Por otro lado, siguiendo la línea del ChatGPT y otros similares, encontramos el frente de la inteligencia artificial sirviendo como una suerte de “deidad omnisciente”, que todo lo sabe y todo lo puede resolver. Esto podría ser la base de nuevos cultos, como ha advertido hace poco el “filósofo” ateo, progre-globalista y agorero de la desgracia humana, Yuval Noah Harari.
La IA sirviendo de plataforma para nuevas religiones, cuya figura principal sería una suerte de “oráculo”. Como en el que en su momento fue anunciado y criticado en la película “I.A., Inteligencia Artificial”, de Spielberg (en el lejano 2001), conocido como “Dr. Know”. Desde ahí ya se advertía que las respuestas corresponderían sólo a lo que el programador quisiera que se supiera, manipulando así el conocimiento disponible por la sociedad.
Harari dijo en el evento “AI Frontiers Forum” en Suiza que los adherentes a un culto de este tipo podrían en algún momento ser instruidos por computadoras para asesinar a otros seres humanos.
“En el futuro, podríamos ver los primeros cultos y religiones de la historia cuyos textos venerados fueron escritos por una inteligencia no humana”, dijo Harari en citas publicadas el martes 2 de mayo por el diario británico Daily Mail.
“Al contrario de lo que suponen algunas teorías de la conspiración, en realidad no es necesario implantar chips en los cerebros de las personas para controlarlos o manipularlos”, dijo, remando en sentido contrario a Elon Musk y sus investigaciones en Neuralink. “Durante miles de años, los profetas, los poetas y los políticos han utilizado el lenguaje y la narración de historias para manipular y controlar a las personas y remodelar la sociedad”, aseguró el israelita. Y en eso tiene en parte razón.
Muchos capítulos de la estupenda y terrorífica serie “Black Mirror” –por mucho la mejor en décadas–, advierten sobre los infiernos que podría representar el desarrollo malévolo de la IA en la vida cotidiana. Por sólo mencionar uno: Metalhead. Véanlo.
Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial”, en una entrevista del 2 de mayo de 2023, advierte sobre tres principales peligros en torno a la IA: la creación de contenido digital cuya veracidad será imposible de comprobar por el “usuario promedio”; el “reemplazo de trabajadores” en una vasta gama de oficios; y que los sistemas de IA se conviertan en armas autónomas, una suerte de “robots asesinos”.
Expuso que:
“Somos sistemas biológicos y estos son sistemas digitales. La gran diferencia con los sistemas digitales es que tienes muchas copias del mismo conjunto, del mismo modelo del mundo, y todas estas copias pueden aprender por separado pero comparten su conocimiento al instante. Es como si tuviéramos 10.000 personas y cada vez que una aprende algo, todas las demás lo aprenden automáticamente. Así es como estos sistemas logran saber mucho más que el resto”.
Empero, esto podría tener un lado positivo, claro: “La capacidad de estos grandes chatbots de saber mucho más que nadie los haría mejores que el médico de familia estándar. Serían como un médico que ha visto a diez millones de pacientes y probablemente esté viendo a muchos con los mismos problemas por los que tú acudes al médico”, dijo Hinton. Bien para la salud ciudadana, mal para los médicos, que se verían superados por la inteligencia artificial.
Se ha hablado poco de los límites que habría que establecer desde ahora para los malos usos de la IA y esto sólo puede hacerlo el Estado, desde sus ejecutivos, legisladores y jueces. Porque el libre mercado no va a poder parar los desarrollos malévolos de estas empresas, cuyo único fin es hacer dinero, y sin la “intervención” del Estado para regular la operación de la IA, esta podría derruir nuestra civilización.