Cuando se trata de la conquista del poder, la izquierda hispanoamericana puede unirse, y sus líderes apoyarse unos a otros, como lo hacen en la mafia del Foro de Sao Paulo. Pero también puede dividirse, y eso es una buena noticia, como es el caso de Perú, donde la mano del líder rojo hispano continental Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente socialista blando de México, quiso intervenir en asuntos internos, en respaldo de su pupilo Pedro Castillo, el senderista y golpista depuesto y encarcelado, y de inmediato fue rechazado por la presidente entrante Dina Boluarte.
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De hecho, para el sentir del pueblo peruano, la acción de AMLO como un injerencismo fue tal, que se decidió declarar al embajador de México, Pablo Monroy, en Lima, como “persona non grata”, y se le dio un plazo de 72 horas para abandonar el país andino.
Esto sienta un antecedente importante, y prefigura que la progresista Boluarte podría, como advertimos en un artículo previo (“Dina Boluarte: alfil del progresismo en Perú, puede ser peor que Pedro Castillo”), irse enfilando hacia el centro, e incluso a cierta “derecha”, sobre todo por conveniencia, por supervivencia en el poder, para concitar apoyos internacionales y afianzarse en la silla presidencial.
Separarse de la mafia política internacional que respaldaba a Pedro Castillo es una clara forma de hacerse margen de maniobra y oxígeno, una prioridad para Dina y su gente, quien aprovechó la incapacidad y reiterados titubeos y tropiezos del maestro rural para hacerse del poder para ella misma.
En tanto, México dio asilo a la familia de Pedro Castillo. Y el propio Pedro estaría igual en el país de los tacos, de no ser porque fue apresado cuando iba camino a su escape, a la Embajada de México en Lima.
De hecho, Lilia Paredes, la esposa de Castillo, ya está en México con sus hijos, y se cuestiona cómo es que el gobierno de AMLO pudo haberle concedido asilo si está siendo investigada por el Ministerio Público en Perú por “coordinar una organización criminal”.
Pero hay que saber que AMLO hace lo que sea por todo tirano de izquierdas que sea su amigo, como lo hizo a fines de 2019 por Evo Morales, a quien ayudó a escapar de una convulsionada Bolivia, a donde envió un avión de las Fuerzas Armadas para rescatarlo. Así se las gasta el gobierno de México, y con los impuestos de los mexicanos que por supuesto no apoyamos a ningún pillo sindicalista cocalero comunista.
El embajador mexicano igualmente está ya movilizándose para México, en un evento que pone en crisis que este país en verdad estuviera practicando la “Doctrina Estrada”, que habla de no intervención en temas políticos de otras naciones, respetando siempre su “libre autodeterminación”.
Pero eso es sólo la retórica de AMLO y su gente, porque en la realidad han estado usando la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) para construir un bloque rojo en el continente, cuyo fin es, entre otros, destronar a la OEA, sustituirla, y con ello dejar fuera a Estados Unidos de las decisiones continentales trascendentes, aprovechando su no pertenencia a esta CELAC, a diferencia de la OEA, donde sí están EE. UU. y Canadá.
No por algo el Brasil de Jair Bolsonaro abandonó en enero de 2020 la CELAC, viendo que se había convertido en un nido de socialistas. México estuvo al frente de esta organización durante 2020 y 2021, para cederle el trono a Alberto Fernández -el argentino que tiene a su país en las ruinas, y que está entregando la soberanía a China-, algo que se anunció por adelantado en el Grupo de Puebla, donde se toman muchas de las verdaderas decisiones que afectan al continente, de manera antidemocrática.
En el plano geopolítico, Estados Unidos y Canadá, ambos con gobiernos progresistas, han ya reconocido al gobierno de Boluarte como legítimo. También, Reino Unido; Pedro Sánchez, de España, y Jair Bolsonaro, de Brasil.
En cambio, una parte del bloque rojo hispano, constituido por México, Argentina, Bolivia y Colombia, emitió un comunicado conjunto en el que se expresaba “una profunda preocupación por los recientes sucesos que resultaron en la remoción y detención” de Pedro Castillo.
Miguel Díaz-Canel, tirano de Cuba, por supuesto, condenó la “destitución” de Castillo. Lo mismo, el dictador insufrible de Nicolás Maduro, quien defendió a Castillo con la misma narrativa trillada de AMLO, diciendo que las “élites oligárquicas” no lo dejaron gobernar y lo llevaron al extremo de disolver el Congreso. Xiomara Castro, de Honduras, se mostró más plegada a esta ala dura de izquierdistas, pero fue ambigua en sus declaraciones.
La globalista y progresista ONU, también emitió un mensaje de respaldo para la peruana. La OEA de Luis Almagro, lo mismo. Gabriel Boric se está zafando del bloque rojo duro, y apoyó a Dina Boluarte. Igualmente, Lula da Silva, a unos días de tomar protesta -este 1ro. de enero como presidente, de nuevo-, en Brasil, asimismo mostró su solidaridad para con la mandataria andina.
Guillermo Lasso, de Ecuador, se mostró preocupado por las locuras de Castillo, queriendo disolver los poderes. El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, estuvo a favor de la democracia y contra los golpes de estado.
En resumen, el bloque rojo continental se está reconfigurando. Quedan cargados en la parte dura: México, Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba y Venezuela (casi en su totalidad más cercanos a la influencia de China comunista), y por otro lado: Lula y Boric, institucionalmente más cercanos a ciertos grupos de influencia globalistas, con España, Estados Unidos y Canadá, la ONU y la OEA de su lado.
AMLO, como cabeza del bloque rojo duro, ha tenido problemas con Biden, acentuados cuando usó su liderazgo regional para querer imponer la presencia de Cuba y Venezuela en la pasada Cumbre de las Américas celebrada en junio en Los Ángeles, California, a la que de plano no asistió.
También ha tenido varios desencuentros con Pedro Sánchez, entre otras cosas, envuelto en su bandera de supremacismo indigenista. Sólo hace unos días dijo el socialista mexicano que la relación con España seguía “en pausa”, porque no hay una actitud de respeto”.
Lula da Silva, sin duda se ha venido sintiendo desplazado en su liderazgo de décadas a nivel continental -sólo compartido con Fidel Castro-, a nivel Hispanoamérica, por AMLO, quien no controla el Foro de Sao Paulo, pero sí al Grupo de Puebla y la CELAC.
Quizá Lula intente ahora, en contrapeso, cobrar fuerza regional de la mano de Chile, y Perú, corriéndose hacia un centro progresista, y con respaldo de España e instituciones internacionales del progre-globalismo. AMLO no ha anunciado su presencia en la toma de posesión de Lula…
Pero, eso sí, la presencia de China y de su Partido Comunista, en cualquiera de estos sub-bloques rojos hispanos, es notoria, y su influencia, in crescendo, sin que Estados Unidos ni nadie haga nada útil.