El repentino ascenso de la vicepresidencia de Perú —y de ser ministra de Desarrollo e Inclusión Social— a ser la primera mujer presidente en la historia de ese país, tras la caída del golpista, corrupto, senderista, comunista y político inepto Pedro Castillo, podría parecer como algo positivo para algunos incautos, pero en realidad puede resultar peor para los peruanos, y en especial para el amplio sector conservador.
- Lea también: Dina Boluarte gobernará «sin poder librarse del lastre» de Castillo
- Lea también: ¡Destituido! Pedro Castillo sale del poder como corrupto y golpista
¿Por qué? Porque la abogada de sesenta años, con maestría en derecho notarial, no sólo está también señalada por corrupción, sino que además sostiene una agenda “progresista”, que respaldaría al supremacismo feminista, el lenguaje inclusivo, la ideología de género, al aborto, al supremacismo LGBT y al indigenista, entre otros cuerpos teórico-prácticos que combaten la fe, la vida desde la concepción, y la familia natural.
Boluarte es además, de lazos estrechos con Juan Carlos Monedero, uno de los liderazgos de Podemos, ese partido de ultraizquierda española, quien viajó en julio de 2021 a Perú.
Monedero es además, un bien conocido chavista y con nexos con Neurona Consulting.
Pedro Castillo en algunos temas nunca se mostró “progresista”, sino sólo como un socialista de viejo cuño, de la vieja escuela, que incluso se oponía al aborto, al casamiento entre homosexuales, y al consumo de marihuana. El del sombrero grande decía que profesaba la religión católica, y su esposa es evangélica.
Boluarte fue la compañera de fórmula del profesor de campo y líder sindical Castillo, en las pasadas elecciones presidenciales, y cuando este estuvo varias veces a punto de ser depuesto (vacado), ella declaró que si este se iba, ella lo acompañaría en su salida.
Pero, seguro dándole una segunda pensada a la situación, la abogada ahora mejor salió este miércoles 7 de noviembre a calificar desde sus redes como un “golpe de Estado” que su viejo aliado llamara a la disolución del Congreso, con lo que se presentaba como una defensora del Estado de Derecho, como una demócrata, con lo que de paso habilitó su ascenso a la presidencia, objetivo bastante apetecible y que no podía ignorar.
Así que la abogada izquierdista no se fue con su amigo y jefe, sino que dejó que este se hundiera solo por su torpeza, algo más que conveniente para ella, para entonces convertirse en la primera mujer presidente de Perú, de un convulsionado país andino.
Pedro Sánchez, el presidente socialista del Gobierno español, no tardó en reconocer a Boluarte como presidente peruana. Esto, a diferencia de, por ejemplo, el de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien no se ha pronunciado al respecto, pero en cambio sí ha iniciado los trámites para darle asilo al golpista senderista que no pudo llegar ni a la Embajada de México en Lima, porque la ciudadanía le bloqueó el paso con decenas de vehículos. Bien hecho, ciudadanos: los pillos deben ir a juicio, no al asilo en México.
Interrogado durante su aburrida conferencia de prensa de cada mañana, copia del “Aló Presidente” chavista, AMLO, el líder del bloque rojo latinoamericano, no mostró apoyo a Dina, a la que acaso ve como “traidora” de su protegido y asesorado Pedro Castillo, de quien recordó que siempre fue víctima de ataques porque se trataba de un profesor humilde, de campo. De su corrupción y gobierno caótico, con constantes cambios en el gabinete, no dijo ni una palabra.
Cuando algún periodista comentó a AMLO: “Varios gobiernos en el mundo han reconocido ya la llegada de este nuevo gobierno, porque ellos consideran que está apegado a la Constitución todo lo que ha sucedido”, el socialista globalista, impulsor de un “Estado mundial” y de un “plan mundial de fraternidad y bienestar”, el socialista respondió: “Sí, son varios gobiernos, pero México es México. Y somos libres y somos independientes y somos soberanos, y tenemos una tradición de política exterior, y no nos gusta el seguidismo”.
Y cuando le preguntan sobre si sigue ofreciendo asilo a Pedro Castillo, de inmediato lo aceptó y recordó incluso su injerencismo, sin llamarle así, claro, de cuando envió un avión de la Fuerza Aérea mexicana, a costa de los impuestos de todos los ciudadanos, a rescatar al pillo de Evo Morales de Bolivia en 2019, tras el intento del cocalero de perpetuarse aún más tiempo en el poder.
Veremos sólo con las semanas para dónde “batea” realmente la señora Dina Boluarte, quien podría correrse al centro sólo por pragmatismo y no se sabe si en defensa propia, hasta incluso a la centroderecha, aún pese a que su agenda ha tendido hacia el progresismo. Pero el pragmatismo lo puede todo.
A Dina en su país se le conoce como alguien con perfil de izquierda, y que se afilió en 2020 a Perú Libre, que suscribe los ideales marxistas-leninistas, aunque en enero de 2022 fue expulsada, pero no por alejarse de tales ideas, sino por un pleito personal con uno de los liderazgos de tal instituto político.
Dina Boluarte recuerda a Xiomara Castro, la presidente de Honduras, otra política que como ella, se reconoce como “católica”, pero que no obstante apoya toda una agenda progresista, y se define a sí misma como “feminista, y socialista”, impulsando en su país centroamericano el aborto como “un derecho”, incluso sin tener empacho al aparecer públicamente en ceremonias religiosas, y en misas. Huelga decir que no se puede ser “católico” y abortista al mismo tiempo, te llames Biden, Xiomara o Dina.
En tanto, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, parecen haber soltado la mano de Pedro Castillo, dejándolo solo, y haber abrazado ahora a Dina Boluarte.
Luiz Inácio Lula da Silva emitió un comunicado en el que ya reconoce a Dina como “presidenta”, y le desea éxito en su gestión, al tiempo que alude a que la salida de Castillo del poder se dio en el “marco constitucional”.
Castillo va directo al basurero de la historia, al olvido. La izquierda es traidora, convenenciera y oportunista.