El cristianismo luce como la gran religión del planeta Tierra. El número de cristianos en el mundo se ha cuadruplicado en los últimos 100 años, de 600 millones a más de 2 billones (en 2010), según informes de Pew Research. Hay 50.1 % de católicos, 36.7% de protestantes, y 11.9% de ortodoxos.
- Lea también: Transhumanismo: la nueva religión que rinde culto a la fusión con las máquinas
- Lea también: Orgullo Heterosexual: la lucha de la mano de la religión, la familia y la vida
Los países con mayor número de cristianos en el mundo son: Estados Unidos, con 246 millones 780 mil creyentes, lo cual representa el 79.5% de su población; Brasil tiene 175 millones 770 mil fieles, el 90.2% de la población; luego sigue México, con 107 millones 780 mil fieles, que son el 95.0 de la población.
Es interesante saber que en Rusia hay 105 millones 220 mil fieles cristianos, que suman un 73.6 de la población. Rusia es un país con mayoría cristiana. E incluso en China, hay 67 millones 070 mil cristianos, que son el 5% de la población. Por esos millones, China se encuentra entre los 10 países con mayor población cristiana del mundo, junto con los arriba mencionados, y además, Filipinas, Nigeria, República Democrática del Congo, Alemania, y Etiopía (datos de 2011).
El cristianismo es practicado por el 29.5% de la población mundial. Es la religión más extendida. En segundo lugar, está el islam, con 23.9%; en tercer lugar, está el hinduismo, con sólo 15%; y en cuarto el budismo con un 5%.
Pero el cristianismo no sólo es todo lo mencionado, la religión más numerosa, más importante, sino que pregona el mensaje más noble de todas las religiones: el amor. El amor a Dios y el amor al prójimo. Y esto tiene muchas consecuencias, tanto en lo moral, como en lo legal, y para la familia y la sociedad en su conjunto.
Si amas a Dios respetarás sus leyes, pero sus leyes tampoco son difíciles de seguir, cuando te guían por el camino de respetar, ayudar, perdonar, acompañar, aconsejar, anunciar la salvación, el Evangelio, la fe, la caridad, la misericordia.
En nada el cristianismo divide a la gente, ni busca aplastar a los que piensen distinto, como sí pasa en alguna otra religión, que plantea acabar con los “infieles”, como son llamados quienes son de otras expresiones religiosas.
En este sentido, el cristianismo podemos afirmar que ya ha triunfado sobre la faz de la Tierra. No es que vaya a hacerlo apenas, sino que ya lo hizo. Su mensaje lleva 21 siglos y sigue tan vigente como el primer día. Como en los tiempos de Jesucristo.
Ahora bien, en el marco de la filosofía de la religión, cabe preguntarnos si se justifica, a nivel teológico incluso, la llamada “Conquista” de los españoles a tierras aztecas, en donde los enemigos políticos eran simplemente sacrificados en altares a dioses paganos, y se les extraía el corazón con un cuchillo, para ofrendarlo.
La respuesta es un “sí” rotundo, porque la llegada de los guerreros españoles a lo que hoy es México significó, entre otras muchas cosas importantes, la llegada del cristianismo, y con ello su mensaje de amor, fe y esperanza, así haya sido en medio de conflictos armados.
Es una larga discusión si los españoles “tenían derecho” de imponer a los aztecas su religión o no, y si las enseñanzas de la Biblia pueden darse a través de la sangre y el fuego, o bien, si sólo son legítimas si se ofrecen en un contexto de paz y libertad.
En realidad, a nadie se le obligaba en tierras aztecas a convertirse al cristianismo, pero está claro que a los indígenas de esas y otras latitudes les convino hacerlo, porque moralmente es superior a sus viejas y salvajes prácticas, lejanas al amor, a la esperanza, a la caridad.
La superioridad moral del cristianismo también queda ilustrada en el “no mentirás”, tanto como en el “no robarás”, en el “no matarás”, y en el “no desearás la mujer de tu prójimo”. Esto se ve reflejado además en las leyes occidentales contemporáneas, todas de origen judeo-cristiano, y greco-romano.
Ahora bien, con respecto a otras religiones podría decirse lo mismo: el mensaje cristiano de amor es moralmente superior. Algunas religiones en el fondo promueven la violencia, el exterminio del diferente, no hay claridad entre ponerse a favor del bien por encima del mal, o son estructuras sin Dios ni trascendencia.
El ser humano sólo puede encontrar su plenitud a través de la religión, de lo sagrado, de lo trascendente. Sin una religión, sin vivir la fe, una persona no puede hallar la plenitud de su ser, su desarrollo integral y total.
Estamos desde hace décadas en la “era del espacio”, es decir, en una donde la tecnología nos permite hacer viajes espaciales, sea a la Luna, o ahora en el presente a planetas como marte, sin o con tripulación humana.
En un plano filosófico podemos preguntarnos si cuando algún día entremos finalmente en contacto con seres extraterrestres -en sus propios planetas, viajando a ellos, o bien, si ellos llegan a la Tierra-, el cristianismo podría ser la religión más importante no sólo de nuestro planeta, sino también una opción para ellos.
Es decir, el cristianismo que ya es hegemónico en la Tierra, ¿también podría “conquistar el espacio, las galaxias”? Si Jesucristo, figura principal del cristianismo, se encarnó como ser humano y murió por nuestros pecados, los de los seres humanos, ¿tendría este sacrificio de amor algo que aportar a seres de otras civilizaciones, extraterrestres?
Si el cristianismo ha podido expandirse por el orbe es en mucho porque su mensaje es para todos los seres humanos: Cristo murió por todos los hombres. Pero, podría contrapuntearse: ¿Cristo también es el salvador de seres de otras galaxias?
Luce como si el solo contacto de alguna civilización extraterrestre con la humana significara la deconstrucción ipso facto del cristianismo y su mensaje de salvación a todos los hombres, porque esto no incluye a extraterrestres.
Hay canales de televisión New Age, que a todas horas intentan hacer una bien planificada reingeniería hermenéutica del origen del hombre, vendiendo la idea de que no fuimos creados por el Dios de la Biblia -Yahvé-, sino por extraterrestres.
Increíble que recurran a pictografías, e imágenes de cuevas, o talladas en piedras, prehistóricas, en donde supuestamente se ven claramente “ovnis” o “astronautas extraterrestres”, que habrían venido a la Tierra en calidad de “dioses” para sembrar lo que ahora son los seres humanos.
En tales estrategias no se esconde un afán anticristiano, un ataque al cristianismo, de parte del mainstream media, que forma parte de la agenda progresista-globalista. Les estorban los valores cristianos para controlar a la población. Tienen que deconstruir los fundamentos del cristianismo echando mano de toda clase de interpretaciones baratas de la historia.
Sin embargo, el Dios de la Biblia -Yahvé- es el creador del universo completo, y no sólo de los humanos y criaturas de la Tierra. Por lo tanto, encontráramos lo que encontráramos aquí en la Tierra o en las galaxias, fuera cuando fuera, sería necesariamente también una criatura de Dios, por atrasada o avanzada que nos pareciera.
No podemos aventurarnos a decir si tales criaturas extraterrestres conocerían ya o no a Jesucristo, de alguna manera, si éste se habría presentado ante ellos de alguna forma en su planeta o no, pero sí podemos decir que aunque no lo conocieran, el cristianismo gozaría de la misma superioridad moral de la que goza en la Tierra ante todas las demás religiones, y por las mismas razones: porque ofrece un mensaje de amor, solidaridad, misericordia, esperanza, hermandad.
Así las cosas, lo cristianos estamos autorizados moralmente para evangelizar al resto del mundo que aún no es cristiano, tanto como a seres de otras galaxias, se vieran como se vieran, y sea cual fuere su origen. El mensaje cristiano tiene valor ontológico pleno, ante todo ser vivo jamás encontrado. Tal es la altura de nuestra religión.