En Costa Rica se celebrarán elecciones para escoger al presidente y a los 57 diputados nacionales este 6 de febrero próximo. Un país donde el centrismo político ataca a la inmensa mayoría de los 27 candidatos presidenciales. No es broma, son 27 quienes aspiran a gobernar este país centroamericano, con sólo 7 provincias, una población de poco más de 5 millones de personas, y donde la mayoría es católica (70 %) y 15%, aproximadamente, es cristiana.
Como en muchos otros países de la región, la agenda del progresismo globalista es empujada fuerte por sus personeros políticos. Y en el otro extremo, el de los patriotas, antiglobalistas y anticomunistas, liberales en lo económico y conservadores en lo social, no se ven muchas opciones. De hecho, ninguna parece poder ganar la presidencia en primera vuelta.
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La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica será el 6 de febrero. Se necesita más del 40 % para ganar. Si ninguno lo reúne, como se prevé, los dos primeros lugares se van a segunda vuelta, que tendrá lugar el 3 de abril.
En Costa Rica la pobreza afecta al 20 % de la población. Ha subido un poco con la pandemia. Hay 15 % de desempleo, según datos del INEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo). Algo alto debido a la crisis por el COVID-19. Antes de la pandemia había solo 12 % de desempleo. En el peor momento de la pandemia se llegó a tener hasta 30 % de desocupación.
José María Villalta, el izquierdista con escasas oportunidades
Hay un candidato que no parece tener ninguna oportunidad de ganar, por fortuna. Se trata de José María Villalta, un izquierdista del Partido Frente Amplio, que ha militado en el Foro de Sao Paulo al menos 10 años, y representa ese tipo de socialismo pernicioso que se ha ido extendiendo en América Latina, dejando su lastre de gran pobreza y persecución política.
En Costa Rica hay dos partidos políticos que pertenecen al Foro de Sao Paulo: el Partido Frente Amplio, al que pertenece Villalta, y el Partido Vanguardia Popular – Partido Comunista.
Con solo 6 % o 7 % en algunas encuestas, Villalta no parece poder llegar a la segunda vuelta. Pero lo previsible es que será apoyado por los pillos socialistas de América, concentrados en el Foro de Sao Paulo.
Hasta ahora, la primera vuelta luce liderada por José Figueres Olsen, quien fuera ya presidente –de 1994 a 1998-. Todos los demás estarían compitiendo por el segundo lugar. Va adelante en las encuestas.
Lineth Saborío, entre la centroderecha y el progresismo
Entre los más posicionados están Lineth Saborío Chaverri y Fabricio Alvarado. Lineth Saborío es una abogada impulsada por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), con oportunidad de ganarle a Figueres, pero que no defiende con ninguna claridad una agenda realmente cristiana, si entendemos por esta la defensa de la vida, y de la familia, entre otros temas.
En sus inicios el PUSC defendía a la familia, pero ya no se le ve ese filo. Su pragmatismo en las últimas dos elecciones le ha hecho debilitar su línea original.
Para algunos liberales ticos, la candidata Lineth solo aparenta ser de derecha, pero no se mete en problemas sobre lo ya legislado: apoya el matrimonio homosexual y la adopción homoparental.
Sin embargo, en entrevistas, Lineth Saborío se ha mostrado contra la eutanasia y en cuanto al aborto, matizando, ha dicho que ya hay una ley al respecto, que apoya el que es “terapéutico”, pero que no cree “en el aborto libre”.
No obstante, el Partido Unidad Social Cristiana parece más cercano a la izquierda, pese a que se venden como de centro. ¿Por qué? No solo por sus indefiniciones y su tibieza ante el progresismo, cuya agenda no promueven pero tampoco tocan ni con el pétalo de una rosa, sino porque en lugar de buscar un Estado más chico, busca fortalecerlo.
Lineth se ha movido bien tras bambalinas, con cierto bajo perfil. En las encuestas va bien y por ello algunos ticos tienen dudas de quiénes la pueden estar apoyando. De esta manera, el centrismo funcional al progresismo de facto podría ganar con Lineth Saborío la presidencia.
El polémico Fabricio Alvarado
Fabricio Alvarado se mantiene estable en el tercer lugar en las encuestas. Es un periodista y cantante cristiano. Carismático. Fue diputado y ha sido candidato a la presidencia por Restauración Nacional, en 2018. Luego renunció a esas filas y creó su propia organización política hace 4 años: Partido Nueva República.
Defendía a la derecha, y supo llegarle bien al sector evangélico. Se enfocó mucho en la vida y en la familia. Hay quienes consideran que ha polarizado a la sociedad costarricense. En lo económico, se ha pronunciado por un Estado fuerte. Su nuevo discurso es quitar monopolios y bajar impuestos. Y ahí le ha dado al clavo, porque el tema del momento en Costa Rica son los impuestos.
Cualquiera que hable de bajarlos hace lo correcto. Tienen allá 110 impuestos. Una carga impositiva ridícula. De esos, unos 20 son los más pesados. Uno de ellos es el de la gasolina, que asciende a 40 %. La moneda es el colón costarricense. Son 647 colones por un dólar americano. El sueldo mínimo ronda los 620 dólares al mes. Pero la gasolina cuesta un dólar el litro, la regular.
El legado del presidente Carlos Alvarado
El presidente actual, Carlos Alvarado, del Partido Acción Ciudadana –ya casi muerto ahora– es visto también como inclinado a la izquierda. No es neoliberal como se ha querido vender. Apoyaría el aborto y la agenda LGBT, toda la agenda progresista en general. Y además ha incrementado los impuestos.
Otro tema en Costa Rica es que hoy se están sufriendo los efectos de la educación secuestrada durante décadas por el socialismo. La mayoría parece querer un Estado que los defienda en todo, y que la solidaridad solo venga de él, que todo lo deba dar el Estado. Por ejemplo, los tratamientos hormonales los cubre por ahora el Estado. El aborto está penalizado, salvo el “terapéutico”. El matrimonio “igualitario” sí está aprobado en todo el país.
El regreso de José María Figueres, un tibio socialdemócrata
José María Figueres milita en el Partido Liberación Nacional. Al igual que Lineth Saborío también se vende como de centroderecha. Aunque suele ser útil a la centroizquierda. Alguna vez habría dicho que su partido quería que tuviera una tendencia más de izquierda. Con esas posturas buscaba quedar bien con la población. Se asume como socialdemócrata. Es dubitante en el tema del aborto y atento a las recomendaciones progresistas de la ONU. Laura Chinchilla, presidente de Costa Rica de 2010 a 2014, era del partido de Figueres. También progresista.
Si llega a ser presidente, de nuevo, José María Figueres ha dicho que no ampliaría lo ya establecido sobre el aborto. Solo se permite el “terapéutico”. Así se quedaría. “El aborto ya tiene una legislación para aborto terapéutico, por lo que considero que se trata de una discusión cerrada, lo que existe en legislación es lo que hay”, declaró textual.
Un partido muy interesante, de derecha, que defiende la vida, y la familia, además del libre comercio y reducir al Estado, es el Partido Unión Liberal, definido por el liberalismo clásico. Son fusionistas. Su ideología se basa en el Foro Liberal de América Latina. El fundador es Alberto Mansueti. Y su candidato a la presidencia es Federico Malavassi, pero va muy bajo en las encuestas: tiene menos de 1 %.
Lo que pronostican las encuestas
Se diría imposible que la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica fuera entre Lineth Saborío y Fabricio Alvarado. Aunque ambos han subido en las encuestas. Ella ha registrado un importante ascenso de 8 % el 21 de octubre a 15,1 % el 21 de diciembre. En el caso de Alvarado el crecimiento ha sido más tímido. De 5 % a 6,9 % en el mismo periodo. Con 17,2 %, José María Figueres parece tener un pie en la segunda vuelta, pese a que ha perdido cerca de 2 puntos de apoyo.
En 2018 los finalistas a la presidencia fueron Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado, el hoy presidente. El tema por el que habría perdido Fabricio, supuestamente, fue por su firme oposición al matrimonio igualitario. Carlos estaba a favor: ganó el progresismo. Así, el 6 de febrero será una batalla entre 26 tibios, centristas, funcionales al progresismo globalista, y un conservador duro. Complicado.