Ningún partido político participó de forma institucional en las marchas de este domingo 3 de octubre en 89 ciudades de México. Ni siquiera, como era de esperarse, el Partido Acción Nacional, en cuyos documentos oficiales se inclina a favor de la defensa de la vida desde la concepción. Pero un millón de personas marcharon, y son un millón de votos que al parecer nadie quiere.
¿A qué le temen los partidos políticos cuando no abrazan esta causa, la de la defensa de los derechos humanos, la de la protección de la vida y la familia? ¿Habrá más personas que se ofendan por esta causa que las que la apoyan en un país con un 77 % de católicos y un 11 % de cristianos?
Y estas cifras, sin contar a todos quienes no practican una religión o son ateos, pero apoyan el derecho a nacer de los bebés en gestación.
Nunca en México se había registrado un movimiento de esta magnitud, que pusiera en las calles a un millón de ciudadanos que defienden la vida y la familia. Y esto puede interpretarse como el despertar de los conservadores, la articulación de la derecha en todo el territorio nacional y la activación de la Iglesia Católica.
En el plano internacional, el Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano (MECCLA) invitó a sus aliados y miembros, a manifestarse afuera de embajadas y consulados de México en diversos países de América y en Europa.
Se solidarizaron con la causa provida, con las marchas del 3 de octubre y con el MECCLA, desde España, Argentina, Colombia, Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Venezuela y Brasil, enviando además videos con mensajes de unidad y respaldo.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es sólo un conjunto de 11 ministros ideologizados, servidores no de la justicia, los derechos humanos y la vida, sino de la “marea verde”, que no esconden su promoción de “derechos fake” para complacer intereses globalistas y para quedar bien con el presidente mexicano.
Sus interpretaciones de la Constitución están totalmente sesgadas, impregnadas de progresismo, cargados sus dardos hacia la izquierda woke. Asumen el aborto como un “derecho de la mujer”, cuando no es ningún derecho, y en cambio viola el derecho a la vida de los que vienen el camino.
Estos ministros son una “dictadura de la toga” mexicana, ya que sus resoluciones no cuentan con el respaldo sino de los lumpen proletariados y las supremacías del feminismo radical.
Simone de Beauvoir está por encima de los derechos humanos en México. La ideóloga abortista Ayn Rand: su palabra es ley en nuestro país. La destructiva filósofa Judith Butler dicta quién vive y quién muere en la hermenéutica de la Suprema Corte.
Con la actuación de estos ministros, la división de poderes en México ha llegado a su fin: la mayoría de MORENA responde a las órdenes del jefe del Ejecutivo, y la máxima instancia del Poder Judicial le hace el trabajo sucio.
Mientras los ministros de la Corte destruyen a México desde sus cómodos escritorios, este 3 de octubre los manifestantes provida encarnaron relevantes cambios en la praxis política mexicana.
La izquierda heredera de los sesentas se había encargado de hacer ver como un traidor o alguien totalmente desubicado a todo aquel clasemediero o de clase popular que militara en la derecha, haciéndole ver que esta era sólo para multimillonarios, para magnates y potentados, pero nunca para humildes abogados, ingenieros, periodistas, médicos, o bien, para taxistas, meseros, trabajadoras domésticas, o costureras.
Hoy vemos a una derecha popular en las calles, a miles y miles de familias caminando para defender la vida. Van cantando, van orando, pacíficamente, en ambiente cálido, fraterno.
Hoy vemos familias hincadas en las avenidas principales rezando el rosario, poniendo en práctica su libertad religiosa, sabiendo bien que el laicismo significa que el Estado no ostenta una religión oficial, pero que cada quien puede practicar la religión que prefiera y donde quiera, y nadie puede impedirlo.
Hoy vemos que finalmente el discurso social, la narrativa política, no están ya desprovistas de religiosidad, sino que los líderes políticos que son católicos o cristianos, no tienen problema en manifestarse tal cual son en realidad, no tienen miedo de burlas o de restricciones, y aluden a Dios, a la Virgen María, y a su fe en todo momento.
La noción de que la religión es algo a practicarse sólo “puertas adentro” se ha caído. Hoy los liderazgos provida viven su fe puertas afuera: en esto consiste la libertad religiosa, que es un derecho humano plasmado en la Constitución.
Los ministros de la SCJN jamás reunirán un millón de personas en nuestras calles que respalden sus decisiones, y esto se debe a que significan la muerte de cientos de miles de bebés gestantes, en aras de una supuesta “libertad femenina”, que rema en contra del auténtico instinto de maternidad de las mujeres.
Los ministros abonan al libertinaje sexual y la depravación, donde la vida de otro ser humano que viene en camino no vale nada, es un estorbo, es cosificado y desechado. Es el hedonismo criminal de los marxistas posmodernos, los caprichos del egoísmo y del individualismo extremo.
La de un millón de personas es la primera de muchas marchas más en México y donde sea que hagan falta para oponernos al aborto y la agenda del marxismo posmoderno. Somos los nietos de los cristeros, los herederos de Anacleto González, los que oramos al Padre Pro y al niño más valiente del mundo, ahora ya santo, José Sánchez del Río. Aquí estamos ya. En pie de lucha. ¡Y que viva Cristo Rey!