La reforma energética impulsada por el expresidente mexicano Enrique Peña Nieto, de 2013, complacía en mucho, a los globalistas de Estados Unidos. Y se dice fue estructurada en el escritorio de la entonces secretaria del Departamento de Estado, Hillary Clinton, cargo que ejerció de 2009 a, 2013, con Barack Obama como presidente.
Bien, pues con el triunfo electoral de Joe Biden, el globalismo está de regreso, y los nacionalismos, en Estados Unidos y en México, no viven su mejor momento.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en las últimas semanas ha promovido una reforma eléctrica para buscar la soberanía energética nacionalista, cuya intención de fondo es salvar a Pemex, obligando a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a comprarle el sucio combustóleo que produce.
Y para el cual no halla mercado en el mundo, por las políticas de energías limpias que norman la conducta industrial en la mayoría de los países. Comprar combustóleo, energía fósil y sucia, es más caro, y contamina seriamente al medio ambiente.
México es uno de los tres firmantes del T-MEC (o en inglés el USMCA), en el que se establece la libre inversión entre Estados Unidos, México y Canadá, pero también el cuidado al medio ambiente, y la lucha contra el calentamiento global.
La reforma eléctrica de AMLO acotaba la libertad económica de la inversión privada, y esto no va con el espíritu del T-MEC.
De inmediato, al ser dada a conocer tal iniciativa, la Cámara de Comercio de Estados Unidos lamentó la afectación a la libertad económica, léase, a los intereses norteamericanos.
Neil Herrington, el vicepresidente senior del Departamento de las Américas de esa organización, emitió un comunicado en el que señala que la reforma planteada por AMLO abre la puerta para restaurar el monopolio de la electricidad, lo que se contrapone a los compromisos establecidos y vigentes de México con Estados Unidos y Canadá.
El funcionario no deja de lado que el costo de la electricidad se elevaría significativamente para los ciudadanos y se acotaría la energía limpia.
Asimismo, consideró que esta es una decisión más del gobierno mexicano que mina la confianza de la inversión extranjera. Muy preocupante todo lo planteado por Herrington.
La respuesta del gobierno de Biden no se hizo esperar, una vez que la reforma ya fue aprobada en México por la Cámara de Diputados, donde Morena hace lo que quiere prácticamente. Sólo restaba la aprobación del Senado.
Este viernes 26 de febrero el secretario de Estado de EU, Antony J. Blinken, se reunió virtualmente con la secretaria de Economía de México, Tatiana Clouthier.
Según informó el portavoz Ned Price, la junta hizo referencia, entre más temas, a la “sólida asociación en la implementación del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá”, es decir el USMCA, el T-MEC.
En particular, sobre “los esfuerzos continuos para modernizar y fortalecer las economías de los dos países y la integración económica regional”. Y el secretario Blinken puso énfasis en “la crisis global de un clima cambiante” y en su deseo de trabajar juntos para abordar “nuestros objetivos energéticos”.
Esto debe ser entendido de una manera muy clara, como una advertencia del presidente Biden, para que AMLO detenga su reforma eléctrica, que es la instauración de un monopolio izquierdista que deja fuera a la inversión privada y encima impulsa al combustóleo, contaminante y caro.
Por si el mensaje a Tatiana Clouthier no hubiera sido suficiente en esa junta del más alto nivel bilateral, Blinken tuvo una junta virtual más con el canciller Marcelo Ebrard, quien actúa casi como un vicepresidente en México, y va fuerte para el 2024, al menos hasta ahora.
El futuro político de Ebrard va a depender mucho de cómo opere la conciliación entre los poderosos intereses norteamericanos y los del caudillo AMLO.
Mismo mensaje: Blinken habló con Ebrard de reafirmar “la sólida asociación entre Estados Unidos y México y nuestra dedicación a trabajar para mejorar la seguridad y la prosperidad económica de nuestros pueblos”.
El secretario de Estado norteamericano “enfatizó la necesidad de trabajar juntos en el esfuerzo climático global y abordar las preocupaciones energéticas”. Esto es, la reforma energética de AMLO va para atrás.
El tema es prioritario para Biden, cuya administración recibe presiones de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, que ha declarado su preocupación por la reforma eléctrica, y de poderosos inversionistas.
Bueno, por si aún con estos mensajes de Blinken no fueran suficiente, este lunes, 1 de marzo, Biden y AMLO sostendrán una junta virtual.
Uno de los temas, es, una vez más, según informó la propia cancillería mexicana, “las áreas de oportunidad que presenta el T-MEC hacia una recuperación económica sostenible y más igualitaria en Norteamérica”.
O sea, una forma elegante de decir que hay que respetar lo signado en el USMCA, el T-MEC, cuyo marco legal no puede ser pasado por alto, y por tanto la reforma eléctrica nacionalista, promotora de estatismo y monopolio, tendrá que quedarse en la congeladora.
Aquí es donde entra en escena el senador Ricardo Monreal, un operador estrella de la 4T, coordinador de la mayoría en el Senado, la de Morena. El colmilludo zacatecano encontrará una salida política para detener esa reforma inconstitucional, y violatoria del T-MEC, a la que se opone Joe Biden, promotor neoliberal de la inversión privada y defensor de las energías limpias, que ha reinsertado a su país en el Acuerdo de París.
Hay algunos que se cuestionan el verdadero propósito de AMLO al impulsar una reforma de este tipo, estatista, nacionalista, si conocía perfectamente que rema en contra de la Constitución mexicana, y del T-MEC. Sabía que no tenía futuro y que sólo podía ocasionarle problemas con Biden y sus globalistas.
Pero como vienen las elecciones en México, AMLO abona a la narrativa nacionalista de que al menos intentó salvar a Pemex, pero el “imperialismo yanqui”, ese tan detestado por los socialistas setenteros de marxismo clásico, impidió que la reforma se concretara.
Así, AMLO, en el plano mexicano, queda bien con su público, el nacionalista, el de izquierdas.
Y hacia el exterior, a los ojos del mundo, quedaría como “mártir del globalismo” avaricioso, del capitalismo sin rostro humano, depredador, lo cual le imprime liderazgo en América Latina, donde construye su latinoamericanismo rojo, la Patria Grande, del eje de países de izquierda que ahora ocupa su mente.
“Crea problemas que tú mismo puedes solucionar, para que todos te lo agradezcan”, reza la vieja consigna echeverrista. ¡Qué vigente sigue!