
Cada día queda más claro que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador camina hacia el socialismo. Hay múltiples signos que hacen evidente que en México la democracia se extingue y que está siendo puesto en práctica un modelo de autoritarismo político, económico y social, que ha dejado millones de pobres en América Latina.
Una de sus características es que busca congraciarse con el Ejército, invitándolo a actividades empresariales de todo tipo. Los altos mandos no pueden sino sonreír, ahora son empresarios. Ya tenían el poder de las armas, ahora tienen el poder del dinero. Así co-gobiernan con los mandos civiles.
La cada vez mayor participación de las Fuerzas Armadas en actividades no relacionadas con la disciplina militar, como lo limita la Constitución, es uno de los ejes. Ahora operan aduanas, puertos, construyen 2700 bancos y el aeropuerto de Santa Lucía, remodelan hospitales, y siembran árboles.
En los países de corte socialista trash en América Latina, hay grandes ejemplos de ejércitos manejando empresas de construcción, aeropuertos, aduanas, fábricas de ropa, hoteles, turismo, bancos. Las Fuerzas Armadas operando como empresarias es nuevo en México, pero no en Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Crear una simbiosis gobierno-Ejército es una estrategia para empoderar a la élite de civiles que conduce al país, y una forma de desmoralizar a la oposición, que no fácilmente entraría en tensión con un gobierno militarizado. Militarizar al gobierno es decir adiós a la democracia e inspirar pánico a los adversarios.
El sometimiento paulatino del Poder Judicial y del Poder Legislativo son otra constante que se puede ir apreciando ahora en México, así como la pérdida de autonomía de instituciones electorales, de derechos humanos, y de evaluación de medidas de gobierno. Todo abona a la concentración de poder, al centralismo ilimitado.
Eso no es todo. La permanente propaganda con conferencias de prensa mañaneras, en las que de paso se ataca a periodistas críticos y a líderes de oposición, es otra nueva constante.
El gobierno no entiende que el trabajo de la prensa es criticar al poder, mientras que si el Presidente ataca a un ciudadano, no es solo su “libertad de expresión”, es un abuso de poder, es algo muy asimétrico. Las “mañaneras” son un espacio para amedrentar opositores.
Van dos años de gobierno de Morena y ya vivimos en México estos estragos. Además, claro, de un manejo desastroso de la pandemia, con 119.000 muertos, y 1.338.426 contagiados. No se han dado fondos para encarar la crisis a los gobiernos estatales.
El plan de vacunación del gobierno –todo un diseño de biopoder en términos de Michel Foucault- propicia la inhibición de las campañas electorales en el primer semestre de 2021 en todo el país, cuando 15 estados renovarán las gubernaturas.
Es un plan usado como método de control político, que busca que la gente siga encerrada y desaconseja reuniones con más de cierto número de personas. A los menores de 40 años –la inmensa mayoría de los mexicanos- se les empezará a vacunar hasta junio, cuando las elecciones son el día 6 de ese mes.
Las calificadoras han bajado notas a México, el crecimiento oscila entre -12% y -9%, y ya venía muy mal antes de la pandemia. Las clases medias están siendo las más golpeadas.
También el gobierno le da rienda suelta al asistencialismo, con el que aspira a ganarse la voluntad electoral de la gente. Una serie de signos del socialismo trash.
Socialismo Trash, y sus elecciones-fake
El Socialismo del Siglo XXI es sólo una utopía, el simple anhelo de los déspotas por imponer una versión marxista latinoamericana de control político y social; lo que hoy vivimos en la realidad es el Socialismo Trash.
El socialismo marxista es la lucha de pobres contra ricos, para hacer una revolución e imponer una dictadura del proletariado.
El socialismo cool es el progresismo: las ideas de la nueva izquierda, postmarxista, gramsciana, la agenda del aborto y la eutanasia, la cultura de la muerte. La destrucción de iglesias, ataques a la religión, el feminismo radical, fomentar la guerra entre mujeres y hombres, entre negros y blancos, entre heterosexuales y homosexuales, la deconstrucción de la masculinidad, el lenguaje “inclusivo” como imposición oficialista.
En el socialismo cool la lucha ya no es de trabajadores contra propietarios para imponer una dictadura empuñando las armas. Ahí la lucha es cultural, para socavar la familia, el patriotismo, y la religión. Todo esto es un software mental de izquierda al servicio del globalismo.
El socialismo cool es una forma de control poblacional del globalismo, presentando como “cool” aberraciones como el aborto y la eutanasia, cuando son viles asesinatos de seres vulnerables.
Ojo: el eje transversal que atraviesa todas las políticas públicas del socialismo cool, del progresismo, es el control demográfico, de la natalidad.
El globalismo usa diversas estrategias para frenar el crecimiento de la población mundial. La iglesia, el matrimonio natural, la heterosexualidad, avalan la libre procreación, por eso son instituciones vistas como enemigas por el socialismo cool.
Ahora bien, el socialismo trash no es una doctrina, sino el socialismo real que se vive en América Latina: un gobierno, su ideología y sus políticas, que impone en simultáneo estructuras centralistas, sociales y económicas de socialismo marxista, tanto como del progresismo… pero que se pretende democrático, legitimado en las urnas y con respaldo ciudadano.
Se manifiesta incipientemente con la concentración del poder en la figura presidencial, la pérdida de autonomía en institutos ciudadanos, el centralismo de las políticas públicas y del presupuesto, ataques a la libertad de expresión y a la oposición, el creciente papel del ejército como empresario y en tareas civiles, la depauperización de las clases medias y la estatización.
El socialismo trash intenta legitimarse con el voto ciudadano, pero su especialidad son las elecciones-fake: siempre escenifica montajes electorales. Nadie confía en los resultados. Ahí está el caso de las recientes elecciones en Venezuela.
Este tipo de socialismo es el que en realidad se empieza a sentir en México, pero que posee distintos grados de avance en Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina.
No hay socialismo “puro” y calcado de las teorías en ningún país, hay socialismo trash: la verdad de las calles, lo que sufre la gente más allá de la ideología y los discursos.
Es el fin de los grandes relatos advertido por Lyotard. Eso es el socialismo trash.