Por: Raúl Tortolero
En esta posmodernidad no prevista por Orwell, el Big Brother no es un gobierno totalitario, sino una amalgama de emporios mediáticos sin rostro que aplasta los derechos humanos.
En un acto inédito, el jueves 5 de noviembre, algunas de las principales cadenas televisivas de Estados Unidos –ABC, CBS, MSNBC, NBC-, decidieron interrumpir su cobertura del discurso del presidente Donald Trump, mientras éste denunciaba irregularidades en el proceso electoral, registradas por su equipo en varios estados.
Primer punto, la simultaneidad con la que operaron estas empresas, no puede interpretarse como mera casualidad. Es la primera vez en la historia contemporánea que un conjunto de emporios televisivos optan por censurar al jefe del Poder Ejecutivo y jefe de Estado y actuaron de manera coordinada.
Estos medios argumentaron que no podían “transmitir mentiras”, porque Trump hablaba sin presentar “pruebas” del fraude. Pero no hace falta sino una lógica muy elemental para saber que en donde se deben presentar pruebas es ante un juez, y los medios no son parte del Poder Judicial.
El autoritarismo de los medios
El derecho humano a la libertad de expresión de Trump se vio claramente afectado con la negativa de esas cadenas para transmitir completo el mensaje que estaba ofreciendo. ¿Quiénes se creen que son estas empresas para bloquear el derecho del presidente a informar a sus gobernados?
En la historia reciente, en todo el mundo, normalmente es un gobierno autoritario quien censura la información, quien presiona a la prensa, la amenaza y llega incluso al asesinato de los reporteros.
Ahora vimos que los medios también pueden hacer su parte: censurar al gobierno, y no a cualquier personaje, sino, por su investidura, al hombre más poderoso del mundo. ¿Cómo le llamamos a los medios que desplazan a los gobiernos tiránicos en tomarse estas atribuciones inconstitucionales?
Y si de eso son capaces algunos medios contra un representante popular en funciones, ¿qué no ocultarán a los ciudadanos, vulnerables ante estos poderes fácticos que no rinden cuentas a nadie y que no respetan los derechos humanos? Tratan al público como si fuera idiota, al decidir por él lo que le conviene saber y lo que le conviene ignorar.
Twitter no se quedó atrás, convirtiendo a la time line de Trump en una tartamudez ininteligible, al bloquear sus posteos con mensajes precautorios que no pueden sino tomarse como una vulgar censura. La libertad de expresión y el derecho a la información, en crisis no debido a un gobierno autocrático, sino al despotismo del mainstream media.
Argumento selectivo
Los emporios dijeron que suspendieron la cobertura de Trump por considerar que éste también incitaba al odio, a la violencia y a la polarización. Bajo estos supuestos, los medios no podrían cubrir ninguna manifestación caótica, conflictos armados, y mucho menos una guerra, ya que estos ejemplos son expresión de violencia, división y choque de las partes enfrentadas. Los ciudadanos tienen derechos y ningún medio puede decidir lo que deben conocer o deben dejar de conocer.
Las marchas de las feministas radicales –con mazos y martillos- que destrozaron calles del centro histórico en México, afectando a transeúntes y al comercio, como las manifestaciones de grupos extremistas y delirantes como Black Lives Matter y Antifa en Estados Unidos, que incluso vandalizaron monumentos (el de Lincoln, padre de la abolición de la esclavitud, entre ellos), recibieron una cobertura amplia por parte de la mayoría de los medios. En esos casos, los emporios de la información no pretextaron que la transmisión de esas acciones dividía a la sociedad y promovía el odio.
Algunos líderes políticos en México y algunos intelectuales, académicos y periodistas, aplaudieron el ejercicio de la censura por parte de los medios contra Trump, sin acaso reparar en los alcances de sus posturas. No es santo de la devoción de muchos, pero aun así tiene derechos que nadie puede limitar.
Algunos de estos mismos intelectuales han firmado desplegados recientemente exigiendo al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que deje de usar sus conferencias mañaneras para atacar a sus adversarios, y que respete la libertad de expresión. Pero hoy aplauden que los medios le cierren la boca al candidato republicano.
¿La información como mercancía?
El tema es más estructural de lo que parece. No se trata sólo de estar a favor de un político u otro, de Trump o de Biden; o en México, a favor de esa farsa llamada 4T, o en su contra. Se trata de defender el Estado de derecho, la legalidad, y los derechos humanos.
Trump tiene derecho a expresarse y la gente a recibir información. Pero los medios no tienen derecho de callar a nadie. ¿Quién votó por ellos? Como bien refería Jacques Maritain, “cuando la persona humana carece de derechos, no hay ya derecho en ninguna parte, ni por consiguiente autoridad”. La información no es una vil mercancía, no puede ser ofrecida u ocultada con criterios comerciales y electoreros.
Al final del día, esta censura le da la razón a Trump. Estos emporios del mainstream han venido ejerciendo un poder metaconstitucional, cuya agenda oculta manipula la información a su conveniencia, y a espaldas de los ciudadanos. Inyectan antivalores y modelos de conducta, definen lo que es correcto e incorrecto, y norman una opinión pública que cada día despierta más.
Resistencia contra el globalismo
Junto con fundaciones, firmas y lobbies, el poder de estos aglomerados del “Nuevo Orden Mundial” es enorme y son capaces de influir para imponer presidentes, así como han implantado la ideología de género, la deconstrucción de la familia, y presentado como cool el aborto, el feminismo radical y las “nuevas masculinidades”.
Trump, aún con sus desplantes, será recordado por contribuir para abrir los ojos de no pocos en todo el mundo, ante la realidad de esa tiranía subliminal, pero omnipresente. Trump es, desde ya, un ícono de resistencia contra el globalismo y la progresía.
Raúl Tortolero es consultor político mexicano, con doctorado en derechos humanos y maestría en filosofía.