Llevo siendo socio de CEDRO, Centro Español de Derechos Reprográficos, prácticamente desde su fundación. Supongo que desde hace unos 30 años, más o menos.
Y estoy contento de ello, a pesar de mis reticencias iniciales a ingresar en una entidad que admitiera a gente como yo… (Es broma). Por aquel entonces pertenecía a la Asociación Colegial de Escritores de España, cuyo secretario general era don Andrés Sorel, y CEDRO nos ofreció la posibilidad de integrarnos, pagando una única cuota de entrada de cinco mil pesetas, para los gastos de puesta en marcha de la nueva institución.
Yo no quise hacerme socio, no por el desembolso económico (el equivalente a treinta euros actuales), sino porque pensaba que la entidad no iba a servir para mucho, o más bien para nada…, y la verdad es que me equivoqué, y no me duele decirlo y reconocerlo públicamente, pues es de justicia.
Posteriormente, se firmó un convenio entre CEDRO y la ACE, Asociación Colegial de Escritores, y los que lleváramos algún tiempo colegiados, podíamos pasar a ser socios de CEDRO, sin desembolso alguno.
Entonces, fue ahí cuando sí que me asocié, pues ya empezaba a ser pirateado, a ver reproducidos mis artículos y escritos, en ocasiones sin ni siquiera tomarse la molestia de citarme, y mucho menos de solicitar autorización o permiso, etc.
Desde entonces todos los años recibo sobre el mes de mayo una exigua cantidad de dinero, por lo menos en mi caso, correspondiente a las copias y fotocopias con licencia de mis libros, etc. Y aunque no es mucho, todo ayuda,
Las Bibliotecas Públicas se resisten a pagar el canon por el préstamo de libros, muchas empresas de fotocopias siguen haciendo de su capa un sayo, en las universidades, públicas y privadas, la propiedad intelectual es casi desconocida, y se considera que es una res nullius (cosa de nadie), que el primero que coge un libro o un artículo puede apropiarse de él o depredarlo tranquilamente, con la impunidad que da el que sea una práctica generalizada, etc.
Recuerdo que en mi época de Profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Zaragoza, uno de los alumnos me avisó de que en una copistería próximo un libro mío, que recomendaba como manual de consulta, y en el que había parte de la asignatura, se vendía fotocopiado por seiscientas pesetas, cuándo su coste en librerías era de mil seiscientas pesetas, es decir se podía adquirir por 3,60 euros, cuándo realmente costaba unos 10 euros.
Pensé en denunciarles, pero al final lo único que hice fue comunicarlo a CEDRO, creo recordar, para que hablaran con esa copistería, y supiera que tenía que solicitar una licencia para hacer negocio comercializando textos ajenos, que tienen un autor y en ese caso, también una editorial detrás.
El año pasado, con ocasión de la pandemia, también llamada plandemia, CEDRO adelantó el pago de los derechos de autor para ayudar a sus asociados ante la difícil situación económica que la mayoría estábamos pasando, y no sólo eso, sino que invirtió muchísimo dinero en dar ayudas económicas a aquellos autores que habían visto reducidos sus ingresos por la crisis.
Y lo sé de buena tinta, pues yo fui uno de los beneficiarios.
Este año han vuelto a adelantar todo lo posible los pagos a los autores, y convocado nuevas ayudas para los autores y editores más perjudicados por la situación, que son –que somos-, casi todos.
No hay prácticamente conferencias con las que podamos generar ingresos, la mayoría de las colaboraciones periodísticas no se pagan, o se retribuyen a precios de hace diez años, hay mucha morosidad en los pagos, y las empresas del ámbito intelectual, realmente lo están pasando mal, muy mal.
Precisamente por eso es digna de todo elogio la defensa de los derechos de autor por parte de CEDRO, aunque tenga que actuar como David, defendiéndose de Goliat, en este caso Google, que abusando de su posición dominante, de facto, se niega a pagar a los medios por la agregación de noticias, que ofrece a través de Google Discover.
O por el “fusilamiento” que realiza de todas las informaciones de interés general, eso sí, sin pagar absolutamente nada a sus autores, productores, representantes, etc.
Confío y espero que la CNMC, Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia, cumpla con su deber, y prohíba a esa gran multinacional seguir incurriendo en estas prácticas que lesionan la libre competencia, la pluralidad informática y, en definitiva, la libertad de expresión y de opinión, en un contexto libre y democrático.
Alemania ya les ha abierto expediente, y Francia acaba de sancionarles con 220 millones de euros, por abusar de su posición dominante en el mercado de la publicidad digital. Asimismo, la UE, Unión Europea ha incoado un procedimiento contra Google.
En definitiva, si CEDRO no existiera, habría que crearlo, pues cada día nos está haciendo más falta a los escritores, periodistas, editores, etc., ya que es la principal protección que tenemos frente a las prácticas totalitarias de determinados estados socialcomunistas y de gigantes mundiales como Google.