Las elecciones para gobernador en el Estado de México resultaron ser una batalla política sin precedentes en una entidad en la que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaba acostumbrado a arrasar a sus adversarios sin mayor contratiempo.
Al final volvieron a ganar y el estado de México cumple 100 años sin alternancia en el poder, pero no deja de ser un hecho de una muy importante relevancia política la forma tan apretada en que se dio la victoria.
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Sobre MORENA, su competidor más cercano, se pueden hacer dos análisis y los dos tienen suficientes fundamentos para considerarse ciertos. Por extraño que parezca, dicha organización es al mismo tiempo la gran ganadora y la gran perdedora de la contienda.
Es la gran ganadora porque al ser una organización nueva que participaba en las elecciones del Estado de México por primera vez, logró poner en jaque por algunos momentos al PRI en su más importante bastión, que además representa el padrón electoral más grande del país.
Aprovechándose del hartazgo ciudadano y haciendo uso de propuestas demagógicas y populistas (como el resto de los partidos, es justo decirlo) lograron competir y por momentos parecía que incluso se erigirían con la victoria electoral.
Por otro lado, la principal razón por la que simultáneamente es válido considerarlos como los grandes perdedores de esta elección no puede ser otra porque su líder y dirigente nacional, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), insiste en ser un mal competidor evitando hacer un ejercicio serio de autocrítica ante la derrota y achacando todos sus reveses electorales a complots orquestados por la “mafia del poder”.
Cuando AMLO declara que sus derrotas se deben a todos menos a él mismo, miente descaradamente. Se le olvida que hace más de 17 años que no gana una elección y que esto se debe en gran medida a que una gran parte del electorado sí se da cuenta de lo nocivas que son sus propuestas y de la extraña obsesión que presenta hacia la silla presidencial.
Para AMLO no hay punto medio, o estás con él o eres parte de la “mafia del poder”, estás vendido al sistema, eres corrupto y un esclavo del “PRIAN”, entre otros motes despectivos que no hacen más que dividir a la sociedad entre “buenos” y “malos”, fiel a la estrategia populista.
Siguiendo esta lógica chata y simplona, personalmente no tendría inconveniente en reconocerme como parte de la “mafia del poder” y a continuación enumero tan solo algunas de las razones para hacerlo:
- No creo en un líder que cuando las cosas le salgan bien se alce el cuello y asuma total responsabilidad de sus victorias, pero que cuando vienen tiempos difíciles (como sus derrotas electorales) no sea capaz de asumir responsabilidades y achaque sus fracasos siempre a supuestos complots en su contra.
- No quiero un presidente que insulte y menosprecie a periodistas que no cubren sus actos tal como él quisiera que lo hicieran, o que no concuerden con su agenda política. Sus recientes roces con Pepe Cárdenas o incluso con la misma Carmen Aristegui ponen en evidencia su actitud dictatorial y de censura ante la libertad de expresión.
- No creo en alguien que pretende que con solo llegar al poder las cosas cambiaran mágicamente y desaparecerá la corrupción del país, como ha asegurado en reiteradas ocasiones, porque simple y sencillamente eso no va a pasar. La corrupción es un mal tan enraizado en nuestra sociedad que hacen falta soluciones mucho más duraderas y complejas que solo “predicar con el ejemplo”.
- Me rehusó a encubrir y solapar a corruptos solo por el hecho de pertenecer a un partido y, encima, cuando ya no pueda cubrirlos, darles la espalda como lo hizo en su momento con Bejarano o recientemente con Eva Cadena, quienes a todas luces eran sus colaboradores y trabajaban directamente con él.
- Estoy en contra de que se utilicen a personas como títeres políticos para servirse y catapultar sus propios intereses como es su costumbre. El reciente caso de la Mtra. Delfina recuerda al lamentablemente celebre caso de “Juanito” en Iztapalapa.
- No quiero como líder de la nación a alguien que insulte al ejército, que justifique robos de los huachicholeros, que amenace a la prensa, que adopte a políticos corruptos de otros partidos y les otorgue el perdón solo por afiliarse a su partido/secta etc…
- No quiero que se utilicen recursos públicos para apoyar regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela, que tiene sumida a su gente en la pobreza y la desesperación, como recientemente hizo MORENA en un evento en conjunto con la embajada venezolana en México.
- Repudio las probadamente fracasadas ideas del Socialismo del Siglo XXI que tienen su base en la envidia y la división en lugar de la libertad y la cooperación entre individuos y de las que abiertamente AMLO se ha declarado como simpatizante.
En resumen, no quiero un presidente que limite arbitrariamente libertades individuales y que crea que por no congeniar con él no tengo derecho a opinar, me llame vendido, asuma que pertenezco a “X” o “Y” partido y pretenda censurar mis ideas y mi capacidad de expresarlas.
Si debido a estas razones AMLO y sus seguidores me llaman vendepatrias, corrupto y agachón entonces no me queda más que aceptar orgullosamente que efectivamente, y junto a millones de mexicanos más, formo orgullosamente parte de la “mafia del poder”.