Los tristemente comunes casos de corrupción perpetrados por políticos mexicanos a lo largo y ancho del país tienen en el caso de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, quizá el más escandaloso y doloroso de la historia moderna del país.
Endeudamiento público sin precedentes, un aumento tremendo en la inseguridad del estado que gobernaba, cientos de contratos a empresas fantasma, desvió de recursos, lavado de dinero, libretas con “mantras” absurdos de la ex primera dama, agua suministrada en lugar de quimioterapias y un exgobernador prófugo y recapturado en Guatemala con una cínica sonrisa en el rostro son apenas la punta del iceberg de un caso que debería sentar un precedente en la historia política de nuestro país y en la forma como los mexicanos concebimos a los políticos.
Tratar de concebir el asunto de “JaviDu” como un caso puntual sería evadir la responsabilidad de encarar el problema de fondo, que es sistémico. La verdad sea dicha es que Javier Duarte fue capaz de hacer todas sus fechorías protegido por el mismo sistema estatal del que formaba parte y gracias al gran poder e impunidad de la que gozan los altos funcionarios en nuestro país.
La cloaca de Veracruz esta por destaparse cuando el ahora detenido comience a declarar y todo indica no hay personaje ni organización política involucrada que se salve y parece que no solo al PRI (partido al que pertenece el personaje en cuestión) le tocará pagar un alto precio político por las fechorías del que en algún momento Peña Nieto se atrevió a identificar como parte de la generación dorada del “Nuevo PRI”.
El despilfarro y descaro fueron tan grandes que incluso otros partidos debieron estar involucrados para permitir que actos como los que tomaron parte sucedieran.
Concretamente parece que en MORENA la captura de Duarte lejos de alegrarlos los ha puesto a temblar políticamente hablando. Desde mucho antes que todo saliera a luz se rumoraba que existía una relación muy cercana de Duarte con este partido y que incluso varios millones del erario fueron destinados para apoyar al candidato de MORENA a la gubernatura de la entidad.
El prolongado silencio de meses de AMLO sobre el caso Duarte y ahora sus declaraciones prematuras asegurando que este “declarará en su contra pero que es todo falso” presentan serios cuestionamientos a la supuesta imagen de manos limpias, austeridad y honestidad con la que el eterno candidato suele manejarse.
Cuando un pez gordo como “Javidu” cae, también comienzan a caer muchas cortinas de mentiras mientras comienza a salir a la luz información incriminatoria en todas direcciones, o lo que popularmente se conoce en México como “los trapitos al sol”.
Queda para la reflexión entender que ya no deberíamos necesitar más “Duartes” para entender que los políticos no son ni serán la solución a los problemas que enfrentamos como sociedad.
PRI, PAN, MORENA, PRD y todos sus partidos satélites tienen mucho que ocultar y mucho que perder si se llegará a perder el statu quo de comodidad y abundancia en el que viven los partidos políticos en México.
No importa que tan bien intencionados puedan ser en un principio, que tan jóvenes o que tanta experiencia tengan, si se inclinan más hacia a uno o a otro espectro político o a qué partido pertenezcan, mientras los políticos en México sigan teniendo y manejando semejantes cuotas de poder no habrá forma viable de evitar que se corrompan y utilicen la poderosa maquinaria estatal para beneficiarse a costa de terceros.
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No podemos pretender seguir viviendo bajo la premisa que deberían ser los políticos, como Duarte, y todos los integrantes del aparato estatal los responsables de dar solución a los problemas que como individuos enfrentamos en nuestro día a día.
Dejemos de pedir soluciones mágicas a políticos que nos han demostrado ser ineficientes en todas y cada una de las tareas que se supone deben realizar y comencemos a pedir mayor autonomía y libertad para poder materializar nuestros intereses y proyectos a futuro a través de la cooperación voluntaria y el fortalecimiento de la sociedad civil, sin las trabas en forma de impuestos, burocracia, corrupción y “Javidus” que los gobiernos históricamente siempre han representado.
No más Duartes para México.